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La lucha terminará cuando haya justicia

Por Lourdes Encinas

El 5 de junio la señora Marina se levantó con una sensación rara, sin ganas de ir a trabajar ni despertar a los niños, pero la necesidad se imponía y tuvieron que seguir la rutina, sin poder imaginar lo que vendría

Lo primero que se ve al entrar a la casa de la familia Rodríguez Othón es un pequeño altar en memoria de Juan Carlos, su primogénito, quien murió debido al incendio de la Guardería ABC cuando tenía sólo dos años de edad.

Su hermana menor, Ana Sofía, también estaba en la guardería aquella fatídica tarde y fue la víctima más pequeña de los que resultaron con quemaduras, apenas tenía cuatro meses de vida.

El 5 de junio de 2009, un incendio que comenzó en una bodega de la Secretaría de Hacienda del Gobierno de Sonora se pasó a la contigua guardería subrogada del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), provocando la muerte de 49 niños y lesiones en más de 75.

Ese día la vida cambió para muchas familias de Hermosillo; el de los Rodríguez Othón es uno de los casos en los que el dolor y la lucha vinieron por partida doble.

El presentimiento

La señora Marina Othón Espinoza trabajaba como encargada de una pastelería, se vio en la necesidad de hacerlo porque su esposo había perdido el empleo en una empresa refresquera y estaba en búsqueda de otro.

Solicitó el ingreso en la ABC, cercana a su trabajo y su casa, estuvieron en lista de espera por unos días, luego se abrió cupo para el niño, quien ingresó en abril de 2009, y la niña a finales de mayo.

El 5 de junio se levantó con una sensación rara, cuenta, sin ganas de ir a trabajar ni despertar a los niños, pero la necesidad se imponía y tuvieron que seguir la rutina, sin poder imaginar lo que vendría.

Su esposo rescató a los niños

Su esposo llegó a la guardería cuando el joven del pick up, abría los boquetes en las paredes para facilitar el rescate. Entró junto a varios voluntarios que se iban pasando a los niños que encontraban entre aquella marea de humo negro, así encontró a Juan Carlos.

Afuera localizó a Ana Sofía. Con los dos en brazos pidió ayuda a un bombero para llevarlos al hospital. Se dio cuenta de lo delicado que iba el niño y al llegar se cercioró de que fuera ingresado y empezara a recibir atención médica.

Cuando llegó Marina, ambos tenían la seguridad de que los niños estaban siendo atendidos, pero era tal la confusión que nadie les daba noticias ni les avisaron que los habían trasladado a otros hospitales.

Entonces vivieron el peregrinar hospital por hospital hasta que localizaron a la niña en el del IMSS y al niño en el ISSSTE. Cada uno en situación distinta.

Juan Carlos sufrió quemaduras en el 85 por ciento de su cuerpo. Mientras era atendido sufrió tres paros cardiacos y murió en las primeras horas del 6 de junio.

“Esa imagen es algo que nunca se me va a olvidar. Fue la peor imagen que tengo de él, cómo terminó, se le veía una cara como que había luchado mucho por su vida. Yo sé que él luchó, fue un niño muy valiente, luchó lo que pudo”, recuerda.

un pequeño altar
Un altar para su pequeño “valiente” Juan Carlos.

Ana Sofía, con quemaduras en el 16 por ciento de su cuerpo (piernas, brazos y rostro), fue trasladada al IMSS en Ciudad Obregón, donde estuvo una semana en terapia intensiva; su madre señala que hubo desorden en la atención de los niños,  discutieron con los directivos hasta que accedieron a trasladarlos, a ella al Hospital San José en Hermosillo.

Lo que reconoce Marina es que, posteriormente, el Seguro Social ha cumplido con la cobertura de los gastos de atención de la niña, quien aún es atendida por neumólogos, sicológos y recibe terapia física. Su corta edad ha facilitado la regeneración de su piel.

Hoy, Ana Sofía tiene cuatro años y va al kinder. Ha crecido viendo las marcas en su cuerpo como algo inherente a ella. Según su mamá se desenvuelve con normalidad, salvo que es atendida por hiperactividad, pero sigue siendo la “niña que siempre sonríe”.

La ruptura familiar

Superar el duelo no ha sido fácil y, como ocurrió con varias familias, la relación con su esposo se trastornó porque cada uno siguió un camino distinto para tratar de sobreponerse de la muerte de su hijo y enfrentar la atención de la niña.

Pasado el tiempo, tuvieron otro hijo, Ángel Manuel. El embarazo fue difícil para Marina porque vivía con el constante temor de volver a sufrir otra pérdida, pero al nacer su ilusión se renovó.

Actualmente, reciben terapia de pareja, han vuelto a trabajar y empiezan a tratar de rehacer su vida familiar. Ella se mantiene en constante atención sicológica y ha recobrado la fe en Dios.

La lucha terminará cuando haya justicia

Sobre la actuación de las autoridades, considera que no han realizado lo necesario para castigar a los responsables, “da mucho coraje que han pasado cuatro años y no han hecho nada”.

Marina pertenece al grupo Manos Unidas por Nuestros Niños, de padres y madres de víctimas del incendio, y considera que la hermandad que ha surgido entre ellos también les ha servido para sobrellevar sus pérdidas y mantenerse en lucha.

“Mientras no haya justicia para ellos (los niños) no vamos a descansar y vamos a seguir todo el tiempo que sea necesario. No vamos a descansar. No vamos a tener paz en los corazones. Quieren que los dejemos descansar, pero ellos se lo merecen (la justicia). Eran unos niños, apenas empezaban a vivir, tenían toda una vida por delante, tenían un futuro, nosotros teníamos sueños con los niños y ellos se merecen eso, por su memoria”, sostiene.

Los niños de la familia othon
Los pequeños de la familia Rodríguez Othón.

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