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Gobierno pasado por agua

Por Martín F. Mendoza/

Más allá de haber salido a flote la existencia de tal reserva de agua con todo y las implicaciones políticas y morales que no dejan bien parado al Gobernador, lo más increíble de todo es la respuesta

La semana pasada fue algo así como una “capsula” de lo que ha sido el gobierno de Guillermo Padrés Elías en estos cinco años. Es de nuevo el agua, el agua como fuente principal —de ninguna manera única— de desatinos y de conflictos para la administración estatal. Al final, el desprestigio enorme, sin paralelo en la historia reciente de Sonora, para un gobierno desteñido, hecho “bola”, sin consistencia, así, precisamente así como “pasado por agua”. Mayor ironía del destino no se podría pedir.

Como si no fuera suficiente problema el asunto del accidente (muchos se resisten al término “accidente”, como si tuvieran pruebas de que hubiese sido intencional o como si cada semana ocurriera uno) de Grupo México que ha contaminado el Río Sonora, salta de nuevo “la liebre” con la presa particular del “gober”. ¡Caray!

Y de nuevo es aquí en donde nos preguntamos ¿En dónde están los asesores de Guillermo Padrés? ¿Cuál es el motivo de tal soledad intelectual?

Y es que más allá de haber salido a flote la existencia de tal reserva de agua con todo y las implicaciones políticas y morales que no dejan —una vez más— bien parado al Gobernador, lo más increíble de todo es la respuesta. ¡Dios mío, la respuesta! ¿Dónde ha estado la estrategia de “control de daños” de Guillermo Padrés estos años?

La arrogancia y la más increíble falta de elemental oficio político de Guillermo Padrés salen a relucir dañándolo más aún que los hechos que en un principio se le critican. Cual dictador de república bananera no solo culpa y trata de “volteársela” al gobierno federal y sus representantes en Sonora, sino que prácticamente intenta expulsarlos del estado. Solo le faltó la orden de “deportación”. No tardó mucho la respuesta. ¡Qué forma de exponerse!

La falta de logros políticos de Guillermo Padrés (verdaderos logros legislativos y/o administrativos queremos decir, no en términos de grilla electoral) no significa que no tenga ya buen camino recorrido como para conocer estas dinámicas.

¿Qué pasa entonces? No cabe duda que se impone aquello a lo que su antecesor —que tampoco pecaba de humildad o modestia— le llamaba “echado pa’delante” y que no es otra cosa que la soberbia y el desdén por lo y los que le rodean.

La estatua

Continuando con las gracejadas del Nuevo Sonora, podemos decir que sin lugar a dudas tienen total razón todos aquellos indignados con lo sucedido a la estatua de Héctor Espino como consecuencia del improvisado destino que se le dio. Que lástima sin embargo que la alharaca con todo y lo justificada que esta, se dé solo acerca de “la cereza en el pastel” en un asunto que es mucho más global, de mayor amplitud que el desatino relativo a la ubicación de la estatua en Hermosillo, una ubicación tan mala que es como una invitación al vandalismo.

¿Por qué nunca se comenzó por el verdadero principio?

Si el tema de la construcción de un nuevo estadio cuando era absoluta y totalmente innecesario no le inquieta a nuestros expertos “beisboleros” en términos de gasto gubernamental e infinitas posibilidades de corrupción, entonces pasemos a aquel  que nos plantea lo que parece irremediablemente el destino de la catedral del beisbol en Latinoamérica, de la casa que “El Superman de Chihuahua” construyó: su venta y posterior demolición para ayudar un poco en los enormes boquetes financieros que está dejando la actual administración estatal. Bueno, digo, porque si son tan “apolíticos” y solo se dedican a lo relacionado con lo deportivo, habrían entonces de recordar que si el estadio Héctor Espino fuera conservado y apropiadamente mantenido como la pieza de patrimonio cultural —no solo deportivo— que es para Sonora, la estatua que tanto le pesa a tantos tendría su eterno lugar en sus entrañas. ¿Tampoco?

Bueno… Entonces ¿por qué no “ya de perdis” se pelea porque el nuevo parque de pelota lleve por nombre “Héctor Espino” y se le diseñe en su seno un área especial a la estatua?

Este es un ejemplo claro de una sociedad falta de compromiso y de la absurda posición de que siempre será posible participar en ciertos temas o aspectos comunitarios sin tener un enfoque integral acerca de ellos. A veces no es así. También, de cómo eso de “no politizar” ciertos tópicos solo sirve para rehuir responsabilidades a aquellos de los que se esperaría un poco más de civismo. Este —el civismo— no está peleado con que el deporte sea en distintas formas el centro de la vida para muchos. Al contrario. Hoy los reclamos, aunque sinceros, suenan irónicamente como “patadas de ahogado”, como despliegues de tacañería con una figura que entregó muchos años —buena parte de su vida— a darnos satisfacciones. Aunque la estatua sea reubicada a un lugar decoroso, es imposible ya dejar de ver esto como una mezquindad hacia Héctor Espino, no solo por parte del “Nuevo Sonora” y por supuesto del Club Naranjeros de Hermosillo, sino de toda la comunidad Hermosillense. Ahora sí que ¡Ya ni llorar es bueno!