Los inconvenientes de la democracia representativa en 2015
Por Jesús Susarrey Osuna/
El desinterés ciudadano por ser representado; seducir con técnicas del marketing, no convencer; cobro de agravios más que elección de políticas públicas
La jornada electoral del 2015 seguramente exhibirá una vez más algunos de los inconvenientes de nuestra democracia representativa: el bajo nivel de participación electoral y el desinterés ciudadano por las ofertas políticas; el escaso debate de propuestas programáticas e ideológicas partidistas; el uso excesivo de técnicas del marketing electoral; la sobreexplotación de la personalidad del candidato; y el acento reiterado en el voto de castigo y no en la oferta política, con el consecuente énfasis en la descalificación y anulación del adversario.
Siguiendo la mecánica establecida, los partidos políticos designarán candidatos a los diferentes puestos de elección. En Sonora destaca desde luego el de Gobernador del Estado, en donde por el lado priista se perfilan los Senadores Claudia Pavlovich y Ernesto Gándara Camou y el diputado federal Antonio Astiazarán a quienes los comentaristas y sus dirigencias partidistas les atribuyen más méritos o posibilidades que a otros militantes. Por el lado del PAN, parecería que se quiere solo la opción de Javier Gándara Magaña, no obstante que otros miembros de ese partido han manifestado su interés y su convicción de ser competitivos. Al parecer participarán también en la contienda electoral para ese cargo, Javier Lamarque representando al nuevo partido MORENA y se menciona con insistencia a la deportista y Senadora Ana Gabriela Guevara por alguno(s) de los partidos restantes.
El desdibujado esquema de la representación política
Los partidos políticos nominarán candidatos, al parecer sin elección interna, y las urnas definirán a los ganadores por la vía del voto mayoritario. Una vez instaurados, el ejercicio de los poderes públicos deberá ajustarse a las normas establecidas y sus titulares rendirán cuentas mediante los mecanismos vigentes. El esquema luce simple y eficaz. Supone que los contendientes deberán convencer al electorado de las ventajas de su oferta política y programática y establecer con ellos una relación de confianza fincada en el cumplimiento de lo ofrecido y sus atributos personales. Su capacidad, su carisma y su convicción de servicio dicho en su acepción Weberiana. Una de las condicionantes para el éxito del modelo es el ejercicio responsable de las tareas y el apego al estado de derecho.
La realidad sin embargo desdibuja el esquema. Si entendemos por representación política el mecanismo mediante el que la ciudadanía elije a quienes hagan presente sus opiniones e intereses en la definición e instrumentación de las políticas públicas y los represente en la esfera de lo político, habrá que revisar por un lado el perfil y las motivaciones de quienes con su voto desean ser representados y por el otro la motivación de los candidatos y los mecanismos y estrategias para conseguir los votos. Ahí, encontraremos las primeras inconsistencias y debilidades.
El desinterés ciudadano y el déficit de legitimidad
Empecemos por el interés general de la ciudadanía para elegir representantes. En Sonora y el resto del país, como es conocido, la participación electoral, tiene un bajo porcentaje, ronda entre el 50 y 60% del padrón electoral y en las últimas tres jornadas, tiene una tendencia descendente. Una lectura básica y ya muy documentada, es el escaso interés que las ofertas políticas generan y el bajo nivel de aceptación de la clase política. El argumento y consuelo de las élites políticas es que es un fenómeno que se observa en las democracias a nivel internacional. Otros argumentos apuntan hacia las consecuencias del pasado paternalista y clientelar del presidencialismo mexicano. Lo cierto es que atrás quedaron las jornadas de “votaciones copiosas” y lejos quedó ese 77% de participación en las elecciones presidenciales de 1994. Considerando que el voto es el sustento jurídico y ético en una democracia representativa y otorga legitimidad inicial de los poderes públicos, en poco ayuda a fortalecer al régimen político de los sonorenses y del país que de cada 10 ciudadanos solo cinco se interesen por elegir a sus representantes. Para el 2015, los pronósticos no lucen muy atractivos ya que tradicionalmente en las elecciones intermedias la votación es menor. Mal inicio del camino que el llamado “gobierno del pueblo” debe transitar.
No obstante los signos de debilidad, en una democracia de corte liberal, por bajo que sea el porcentaje, la mayoría de votos legítimamente forma gobierno. Sin embargo, la tarea del gobernante inicia cuesta arriba cuando menos del 40% de los votantes efectivos lo eligen como representante (menos del 50% en el caso del Gobernador de Sonora). Al contrastarlos con las listas nominales los porcentajes son inferiores al 25%. Es decir solo uno de cuatro ciudadanos. Si convenimos que el voto es la fuente inicial de la legitimidad, el déficit es evidente. Desde luego que a más opciones son votadas, mayor pluralismo, pero en Sonora tradicionalmente los votos son para el PRI y el PAN. No hay manera de presumir que los sonorenses y los mexicanos contamos una robusta representación política.
Las motivaciones del voto y las técnicas del marketing
Desde la perspectiva del perfil de los votantes y sin pretender hacer una tipología, el esquema continúa mostrando inconsistencias. El llamado “voto duro” o partidista sigue teniendo predominación, con un porcentaje que ronda en el 40% del total de la participación y su tendencia es descendente. Sin embargo es insuficiente para ganar una elección, aun para el PRI que es el que tiene mas voto partidista. Sumándole, “el voto racional” y otras segmentaciones que han realizado los estudiosos, como el “voto ideológico”, el “clasista”, el número de votos sigue siendo insuficiente y el clima de alta competencia y alta volatilidad electoral obliga a utilizar las técnicas del marketing político, el marketing de moda y las promesas demagógicas que más que convencer, seducen o manipulan al electorado. De la habilidad para sumar el “voto de castigo”, el “voto personalizado”, el “voto del miedo” o de plano “el plástico”, el moldeable, manipulable, depende al parecer la suerte de la mayoría de los candidatos.
Atrás quedó la preponderancia del debate ideológico, de plataformas programáticas, de propuestas de gobierno informadas y documentadas. Con visibilidad mediática y el marketing electoral y de moda, intentan persuadir no demostrar, seducir no justificar políticas públicas. Difunden imágenes y frases conmovedoras o “ideas fuerza”, pero no establecen una comunicación política con el electorado a quien pretenden representar. La profundidad informa, genera deliberación y convence, pero hoy día tiene poca rentabilidad. Privilegian persuasión y emoción en detrimento de la información política y de sus motivaciones. En la lógica de la segmentación del electorado, pronunciar consignas y promesas que el auditorio quiere escuchar tiene una alta rentabilidad electoral, el propósito es conseguir el voto no demostrar la viabilidad de la propuesta. Circula un viejo adagio popular que dice “conseguir el dinero de los ricos y el voto de los pobres pretextando proteger los unos de los otros”.
Al profundizar en los mecanismos para conseguir los votos y las razones del electorado, el panorama no mejora. Además de producir y explotar imágenes y generar atributos consumistas, el marketing en ocasiones persuade ya no a votar por su cliente-candidato, sino a no votar por su contrincante. Si no puedes convencer que se vote a tu favor, recomienda no votar por tu adversario, es el argumento del consultor. Las llamadas “campañas negras”, nada presumibles para un verdadero demócrata, con su contenido difamatorio, no solo desacreditan al adversario, también distorsionan y generan otros comportamientos electorales como el “voto del miedo” y el “voto de castigo”. En 2015, las redes sociales seguirán jugando un rol estelar desnudando personalidades. Diferenciar una “campaña negativa” que exhibe deshonestidades o incapacidades, de una “campaña negra que calumnia y confunde tiene un gran significado. Debido a la intensidad del descredito y la difamación, la alternancia mexicana en todos los niveles de gobierno, en algunos casos, más que un mandato y una oportunidad para elegir representantes y políticas públicas adecuadas, es ocasión para cobrar agravios y bloquear proyectos y propuestas.
Por otra parte, el acento en la explotación de la figura del candidato y las técnicas persuasivas del marketing, diluyen la presencia de los partidos y su oferta programática e ideológica. La función de transportar intereses y demandas ciudadanas a las instituciones públicas y centros de decisión, queda supeditada a sus candidatos. Justamente cuando se discuten y deciden políticas públicas, la organización del Estado y la agenda parlamentaria, los partidos políticos reducen su presencia. No es casual que el ideario liberal otorgue centralidad a los partidos políticos en una democracia representativa. Aquí ocurre lo opuesto. Se hacen a un lado los conceptos ideológicos y la confrontación de propuestas para protagonizar una disputa entre personalidades públicas. Es por ello que actualmente las líneas divisorias entre derecha, centro e izquierda políticas son cada vez más tenues e irrelevantes. Lo mismo es posible una alianza entre PT y el PAN que entre el PRI y el PRD. Casos como el de Sonora en 2009 se repiten por todo el país. Mas que una decisión mayoritaria por los postulados panistas, se impuso la personalidad del candidato Padrés, en tanto el candidato Elías, cargó más con el bajo nivel de aceptación del gobernador Bours que con el rechazo a su oferta política y a la tenue presencia del “nuevo PRI” boursista.
La democracia interna de los partidos también luce distorsionada. Enfocados más en los resultados electorales y los proyectos de grupo, solo las dirigencias y militancias más consolidadas se atreven a sobreponer a los miembros más capacitados para las tareas de gobierno por sobre la simpatía, la empatía y la atracción de otros menos capaces pero con más atributos para la explotación de imagen. En lugar del filtro de la técnica, las ideas y la vocación de servicio, se impone el filtro del estudio de mercado. Lo esencial es la posibilidad de construir la imagen que el electorado desea. No importa si lo es, lo relevante es que aparente ser. El pragmatismo y una dosis de simulación rinden frutos
El acento en el voto de castigo y el incumplimiento de promesas
Visto desde la perspectiva de la tolerancia política, desde luego que estas prácticas son válidas y solo para el anecdotario de los inconvenientes de la democracia representativa. Solo que si se consideran históricamente los resultados de la gestión de los ciudadanos electos, el asunto deja de ser menor. A manera de ejemplo citemos que los últimos doce años la deuda gubernamental del gobierno estatal y la mayoría de los municipales se ha incrementado estratosféricamente pese a que durante las campañas se prometió manejar las finanzas públicas con responsabilidad. La cifra de empleos ofrecida no se cumplió y en cambio se incrementaron los indicadores de pobreza que se comprometieron abatir. La lista de contrastes entre lo prometido y lo cumplido es extensa. La evidencia de propuestas demagógicas también lo son. Cierto que los problemas rebasan hoy día a la capacidad de respuesta gubernamental y que algunos de ellos son estructurales. Los gobiernos operan en un contexto complejo y con variables que no pueden controlar, pero el tema es el contraste entre los resultados y lo prometido. De ahí la conveniencia de retomar con seriedad la responsabilidad de la representación política.
Es paradójico que los temas sobre honestidad, transparencia y rendición de cuentas sean las ofertas más recurrentes en las campañas políticas y que el voto plebiscitario les enmiende la plana cada tres o seis años en medio de escándalos mediáticos. Las consecuencias impactan no solo a los partidos, inhiben la participación electoral, debilitan el esquema de representación y generan climas de desconfianza y apatía. Si la democracia liberal tiene la ventaja de permitir librarnos de los gobernantes “sin necesidad de lincharlos”, como dicen los clásicos, el 2015 es un oportunidad mas para elegir a representantes adecuados.
De las decisiones de las dirigencias de los partidos políticos y de los mecanismos y estrategias electorales de sus candidatos dependerá si arroja diferentes resultados. Sin embargo, la dinámica actual abona al pesimismo y no a la esperanza ya que la visibilidad mediática anticipada de los posibles candidatos y la beligerancia de sus dirigencias en contra del adversario son la nota del día. “Para cuidar la democracia no hay que ser demasiado complacientes con ella”, dijo recientemente el politólogo Giovanni Sartori en una elocuente interpretación y relatoría que hace el analista Jesús Silva Herzog Márquez.