Candidatos: entre el conflicto y el consenso de los perdedores
Por Jesús Susarrey/
María Dolores del Río, entre la ética de la vocación y ética de la responsabilidad. Compromiso ideológico y sujeción a las normas, antídotos contra la división
En filosofía política, con diversos matices, se coincide en que la lucha por el poder es el fin último de la política y que el conflicto es consustancial a ella. De esa lucha proviene el conflicto. Supone la amenaza de una institucionalidad rebasada y se suscita, ya sea porque las reglas no indican con precisión la ruta a seguir, o simplemente porque son desobedecidas. Aplicado a los partidos políticos, el tema adquiere dimensiones mayores. Imprescindibles para la democracia representativa y un filtro ineludible en el proceso ciudadano de formación de gobiernos, el resultado del procesamiento de los conflictos en los partidos, afecta no sólo su competitividad electoral, también al conjunto de la sociedad.
Cohesión y disciplina, a prueba en procesos internos
Es ya tradición, que la selección interna de candidatos a puestos de elección, pongan a prueba la cohesión y la disciplina de las militancias partidistas; la capacidad de liderazgo de las dirigencias; y, su compromiso ideológico y programático. En el caso del PAN, como es ya conocido, en forma anticipada, se presentaron disensos entre los que destacan, por un lado, del connotado panista y ex dirigente estatal, David Figueroa, que señala prácticas antidemocráticas en la selección del candidato a la gubernatura, que vulnera sus derechos y, advierte, le resta competitividad electoral a su partido; y, por otro, la reciente renuncia de la ex alcaldesa y también destacada militante, María Dolores del Río, que de la crítica y la inconformidad por lo que ella interpreta como, la pérdida de la tradición democrática que prevalecía en esa organización, pasó a la ruptura. En estos eventos, hay diferencias de fondo y motivan algunas reflexiones sobre los escenarios futuros que plantean.
Los impactos en la competitividad electoral del PAN
El caso del ex diputado federal David Figueroa, hasta ahora, podría interpretarse como una enérgica queja y exigencia a la dirigencia estatal de su partido —y al gobernador Guillermo Padrés— para democratizar la elección interna y respetar su derecho de competir en igualdad de condiciones. La inconformidad no produjo cambios, pero tampoco ha generado procedimientos formales de queja ante el órgano arbitral y la lucha política del también ex presidente municipal de Agua Prieta, no rebasa por ahora la frontera institucional. Debilidad de argumentos, decisión o estrategia personal, compromiso con su institución, u otras razones, lo cierto es que el desacuerdo no ha escalado y David Figueroa continúa participando políticamente y mantiene su postura crítica. Desde luego que nada le obliga a declinar. Sus efectos en la competitividad electoral, es difícil cuantificarlos, sin embargo no pueden ser subestimados, ya que el capital político posible de un ex dirigente y cuadro destacado, no es menor, y puede inhibir la participación de la militancia y de simpatizantes. En un escenario de alta competitividad pudiera ser determinante. Hay que mencionar igualmente, que a los señalamientos y críticas del ex dirigente, convalidan la percepción ciudadana de la falta de democracia interna de los partidos políticos.
Entre la ética de la vocación y ética de la responsabilidad
Si en este acontecimiento político, David Figueroa puede ser recordado por su valentía y su lucha por la democratización interna del PAN, a María Dolores del Río, quizás, por la disyuntiva que enfrentó al decidir, entre su convicción ideológica y su responsabilidad partidista. Si algo caracterizó la postura de la ex alcaldesa al anunciar su renuncia, fue la mesura y la cortesía política. Acertado también el argumento central. En efecto, el PAN desde siempre, fue defensor de la bandera democrática. Su contribución es innegable. Sin embargo, la decisión política que tomó, no es intrascendente, para su futuro político, para el PAN y para la sociedad hermosillense. Su argumentación para la ruptura, dejó la sensación de que, prácticamente, desahucia a su ahora ex partido, para obtener el estatus de organismo democrático —cuando menos en el plazo inmediato— y para obtener el triunfo en el 2015. El pronóstico podría no ser exagerado, si el movimiento social que encabeza y que pretende convertirse en propuesta política, alcanza las dimensiones que esbozó.

El reto, desde luego, no es menor y es complejo estructurar un proyecto de esa naturaleza, habrá que esperar más información para que pueda visualizarse. Pero de entrada, sería ingenuo suponer que es inocuo para el PAN. La presencia política de la ex alcaldesa en la capital del estado es significativa. Quizá no le alcance, por ahora, para ganar una elección, pero compite con Acción Nacional, el mismo mercado electoral. Incluso, aún en el caso de no poder consolidar su proyecto, el daño es irremediable. Menor, mayor, no lo sabemos, habrá que cuantificarlo. Difícil por ello, la decisión tomada. Encabezar un proyecto ciudadano, equivale a abandonar la sociedad política y asentarse en la sociedad civil. En su bien cuidada retórica, María Dolores del Río, ancló sus argumentos en los valores democráticos y en el bien común. Impecables sin duda. Evocan el concepto weberiano de la “ética de la convicción”… “animada únicamente por la obligación moral y la intransigencia absoluta en el servicio a los principios.”. La disyuntiva, se presenta cuando el filósofo alemán, nos conduce hacia los efectos de nuestros actos. La “ética de la responsabilidad”, que exige al político valorar las consecuencias de los actos, confrontar fines con medios y analizar las diversas opciones. Si, el impulso al movimiento ciudadano hermosillense, justifica la cancelación de su compromiso partidista y, si, en esta ruptura, se pudo conciliar la relación entre convicción y responsabilidad, es una interrogante que sólo ella podrá responder. Lo cierto es que, electoralmente, tendrá consecuencias negativas para el PAN.
La ilusión de la ruptura y la candidatura ciudadana
Si se concreta una candidatura ciudadana, como se ha venido mencionando, la ofensiva política de María Dolores del Río, será de mayor intensidad. Si, conceptualmente, los partidos políticos son el conducto institucional para el acceso ciudadano al ejercicio de los poderes públicos, lascandidaturas ciudadanas, son una franca rebelión en contra de ellos y de las élites políticas. No se cuestiona a la democracia representativa, como fórmula en la que el pueblo elige a ciudadanos para que, en su nombre y representación, asuman las funciones de gobierno. Los candidatos independientes, simplemente rechazan el conducto partidario, por considerar que está por debajo de los niveles éticos requeridos y de las expectativas ciudadanas.

Prescindir de los partidos políticos, acceder, sin su intermediación, al ejercicio de los poderes públicos, exigir directamente al gobierno cuentas de sus actos y, mejorar los resultados de la gestión pública. Ese es el propósito de las candidaturas no partidistas. Saltar el obstáculo de una reglamentación excesiva y compleja y, sobre todo, competir con partidos políticos estructurados y con maquinarias electorales experimentadas, son los retos. Competir contra uno de sus ex liderazgos, más avezados, será, dado el caso, el reto del PAN-Sonora.
El partido oficial murió y el PRI vive
En el caso del PRI, la situación parece ser más tersa o, cuando menos, las formas son más cuidadas. Habrá que precisar que, hasta ahora, no hay ninguna señal que muestre imposición. Menos, una expresión de inconformidad, que anticipe conflicto. Si los candidatos son favorecidos, por la simpatía de algún liderazgo nacional, es al parecer, un dato irrelevante para anticipar disensos. Las señales, son una tradición priista y una regla no escrita y aceptada.
Consideremos también, que el asentamiento del pluralismo político; el triunfo electoral legitimado en el conteo y la vigilancia ciudadana de los votos; y, la alternancia partidista, como normalidad democrática, transformaron también al PRI. Desde luego que no sin resistencias. Obligado o por convicción, lo cierto es que se observa un partido cada vez más estructurado, que conserva su status de partido mayoritario y, el otrora, instituto emblemático de la desunión y el conflicto preelectoral, digirió la etapa de la emigración a otros partidos y se situó en la lógica de la unidad. No lo blinda de conflictos por supuesto, pero el “partido oficial murió y el PRI existe”, para decirlo con la claridad del politólogo Jesús Silva-Herzog (El antiguo régimen y la transición). A diferencia del PAN, en Sonora, si bien se observan tensiones entre los equipos de los precandidatos, no se registran inconformidades que pudieran rebasar la institucionalidad.
Según los estudios demoscópicos, se observa un candidato con ventaja y mejor posicionamiento —el senador Ernesto Gándara—; una candidata muy exitosa y de alta rentabilidad; y, un tercer candidato, con un alto ritmo de crecimiento y propuestas puntuales. Las preguntas obligadas son: si los senadores, Claudia Pavlovich o Ernesto Gándara o el diputado Antonio Astiazarán, desde luego que sumando a sus seguidores, acatarán la decisión que se tome y, con la intensidad mostrada hasta ahora, acompañarán al ungido en toda la ruta electoral. Los pronósticos lucen bien. Candidatos competitivos, con experiencia para gobernar, parecen ser los parámetros adecuados para las cúpulas priistas, en el proceso de selección interna. La solidez de las convicciones ideológicas y partidistas, parecen ser la característica común de los tres precandidatos priistas.
De la lucha democrática al conflicto y ruptura en el PAN
Es paradójico que, siendo el reclamo democrático y la defensa del constitucionalismo la esencia del ideario político del PAN, en Sonora, la inconformidad de su militancia gire en torno a la debilidad e inconsistencias de su democracia interna. Cierto también, que es un fenómeno añejo y repetido en toda la geografía nacional y que no es exclusivo de esa fuerza política. Ni María Dolores del Río, es la militante de más rango que ha renunciado, ni David Figueroa es el miembro más prominente que ha exigido democracia interna. La expresión libre de la inconformidad es además, signo de pluralismo y diversidad. Sin embargo, desde otra perspectiva, quizá resulte de gran utilidad, reflexionar sobre la funcionalidad de sus reglas internas y de las instancias para el arbitraje de conflictos políticos. Opinar sobre ellos, es un derecho que corresponde sólo a su militancia. Quizá la conducción política sea el escollo. De nuevo, sólo a ellos, corresponde esa valoración.
Es igualmente una paradoja que el PRI, que en diversas etapas de la vida nacional, evadió y, en ocasiones pisoteó, las exigencias democráticas e ignoró por completo la democracia interna, presente en Sonora un cuadro saludable y un pronóstico positivo, cuando menos en la selección de candidatos. Recordemos que hace sólo seis años, la víctima de un desaseado proceso interno, fue justamente el senador Ernesto Gándara.
Los partidos políticos, actualmente, no son bajo ninguna circunstancia, los paladines de nuestra democracia representativa, pero sin ellos, no es posible. Su bien ganada impopularidad, es una convicción socialmente compartida, tanto, que hablar bien de los partidos políticos en un análisis crítico, es políticamente incorrecto. Pero objetividad obliga.