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Cada pueblo tiene el gobierno que se merece

Por Feliciano J. Espriella/

Gane quien gane y sea del color o del partido que sea, no hay nada que apunte a que en los próximos seis años, el nuevo gobierno funcione en beneficio de la población

Si esto es verdad ¡Qué poquito hemos merecido los mexicanos! Y también los sonorenses. De la mitad del siglo XX a la fecha ¿Alguien recuerda un presidente de la República o un gobernador de nuestro estado que haya merecido el calificativo de excelente?

Si los calificáramos por sus resultados al final de sus sexenios, me parece que la mayoría reprobarían, un buen puñado pasaría de panzazo y muy contaditos con calificaciones aprobatorias medianas. Ninguno obtendría un sobresaliente.

¿Qué presidente de la República de 1950 a nuestros días merecería ser reconocido como estadista? Ninguno. Entre los gobernadores de nuestro estado algunos han sido calificados de buenos a secas. Nada más. Los demás han sido mediocres y no digo a quienes me refiero porque algunos todavía pululan (y hasta medran) en este mundo.

Ahora bien, supongo que la frase atribuida equivocadamente al filósofo y político Nicolás Maquiavelo, pero que en realidad es de otro italiano, José de Maistre (1753-1821), quien sostuvo que cada pueblo o nación tiene el gobierno que merece, se refiere a la estructura total de gobierno. O sea a los tres poderes: legislativo, judicial y las tres instancias del poder ejecutivo.

Desde esa perspectiva me parece que seguiremos mereciendo muy poco. El ejecutivo, independientemente de quién gane, se verá de qué está hecho o hecha hasta que se siente en la silla respectiva.

El judicial, Guillermo Padrés se encargó de poner en evidencia lo fácil que es manipularlo. Qué decir a favor del legislativo. Me parece que nada. Me temo que tanto el Congreso de la Unión, como la Asamblea Legislativa del D.F., y todos y cada uno de los congresos locales, seguirán mereciendo estar en el peldaño más bajo en la escalera de la ignominia gubernamental.

De hecho, la función principal de los cuerpos colegiados a los que inmerecidamente se les antepone una H antes del nombre Congreso, sólo han servido hasta la fecha, para legitimar las trapacerías de sus verdaderos dueños, los partidos políticos. Una vez instalados en su curul, los que pertenecen al partido en el poder se convierten en marionetas del gobernante, los opositores obedecen fielmente las instrucciones cupulares de su dirigencia.

En pocas palabras, gane quien gane y sea del color o del partido que sea, no hay nada que apunte a que en los próximos seis años, el nuevo gobierno funcione en beneficio de la población. El sistema está creado para que los gobernantes operen y funcionen para beneficio (antes que nada) de las élites políticas.

Y en ese contexto, los nuevos gobernantes al asumir sus cargos, así tengan las mejores intenciones del mundo para ejercer el poder en beneficio de la población, poco a poco se van adaptando a las pautas que tienen funcionando el aparato gubernamental. Empiezan a aceptar paulatinamente lo que en las campañas políticas fustigaron y finalmente no les queda otra que adaptarse al sistema. Es extremadamente monolítico para llegar siquiera a resquebrajarlo.

El sistema político mexicano ha sido escrupulosamente creado para que los políticos sean los dueños exclusivos del poder y lo ejerzan a como mejor les convenga. Una sola persona no le va a hacer mella en lo más mínimo, y eso suponiendo que quisiera verdaderamente demolerlo.

Yo lo comparo con una autopista de alta velocidad con varios carriles en las que a ciertas horas todos los carros que la utilizan exceden con mucho los límites de velocidad. Quienes quieren apegarse a los límites establecidos empiezan a ser rápidamente alcanzados y rebasados por autos que corren a una velocidad mucho mayor. A los pocos minutos se percatan que es más seguro correr al parejo que los demás y se adaptan.

La alternativa es salir de la carretera y viajar por otro camino. Es la misma que la de los políticos, si no les gusta cómo se hacen las cosas desde el gobierno, pueden dedicarse a otras actividades. Uno que otro llega a hacerlo. Pero muy poquitos. Después de todo, las autopistas de alta velocidad, una vez que se acostumbra uno a ellas son verdaderamente excitantes y producen elevadas dosis de adrenalina.

Un chiste para finalizar con una sonrisa. Es un poco viejito pero adaptado a los personajes de nuestro tiempo.

Con motivo de una visita al Papa del presidente Peña Nieto, a su regreso a México un periodista le hizo la siguiente pregunta:

– Se entrevisto usted con el Santo Padre, y recientemente sostuvo una entrevista con Barack Obama ¿Cuál de esas dos entrevistas le gustó más?»

– La que tuve con el Papa -respondió sin ninguna vacilación Peña Nieto-. A él lo único que tuve que besarle fue el anillo»…

Por hoy fue todo, gracias por su tolerancia y hasta la próxima.