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Invade la piratería las calles del centro de Hermosillo

Por Guillermo Saucedo/

El fenómeno de la piratería tiene raíces de orden social, económico y legal, donde con frecuencia, el público no se da cuenta de que al comprar productos “pirateados” pueden estar contribuyendo a la proliferación de prácticas ilegales.

La piratería consiste en una violación de los derechos de autor, a partir de una utilización no avalada por el creador de las obras que están protegidas por la Ley Federal Del Derecho De Autor.

La escasa sensibilización del público, la alta demanda de bienes culturales, el precio elevado de los mismos bienes y las elevadas ganancias de los “piratas”, son solo unas de las causas de la práctica de este negocio ilegal.

Un ejemplo claro de proliferación de comercios que ofrecen copias de obras protegidas por el derecho de autor, se encuentran en el centro histórico de nuestra ciudad capital. Hermosillo, al igual que muchas ciudades del país, ha sido invadida por la piratería que afecta a obras de distintos tipos, tales como la música, la literatura, el cine, la ropa, los electrodomésticos, entre un incontable número de objetos varios.

Sin embargo, la gente no se da cuenta, la gente no lo ve como un acto ilegal, ya que hoy en día es algo tan común de nuestro entorno sociocultural, que hasta el mismo tema ha dejado de ser controversial.

Pero, aunque la gente haya perdido sensibilización respecto al tema y por ende hayan sacado de su discurso el acto ilícito, la venta de productos “pirateados” no deja de ser un acto ilegal, según lo indica el Código Penal Federal en su artículo 424.

“Se impondrá prisión de seis meses a seis años y de trescientos a tres mil días de multa: III. A quien use en forma dolosa, con fin de lucro y sin la autorización correspondiente obras protegidas por la Ley Federal Del Derecho De Autor”.

Discos, carteras, cinturones, relojes, gafas, camisetas, calzado y gorras son los artículos pirateados más comunes que se puede encontrar en las banquetas del centro de nuestra ciudad.

Discos de música regional como las cumbias, música como para ambientar una fiesta de antro como el reguetón, y música para sentirse todo un “buchón” como lo son los narco-corridos, son las clonaciones más solicitadas que se pueden adquirir hasta por veinte pesos.

Los discos que contienen la copia de películas que ya salieron del cine desde hace algunos años cuestan en cinco pesos, mientras los que contienen copias de películas recientes cuestan a treinta.

Todos los comerciantes consultados cuentan con permiso para establecer su puesto en la vía pública, tal acto se puede interpretar como permiso para vender piratería, y es que las autoridades correspondientes ni se preocupan por averiguar lo qué venden los portadores del permiso, mismo que se les atribuye responsabilidad.

Mientras el paradero del distribuidor de los artículos piratas siga incierto, o más bien sin ser buscado por parte de las autoridades, habrá más gente como “Don José”, quien pregunta al comerciante de artículos piratas: “¿cuánto cuesta esa gorra Ferrari?”.

Visto a lo anterior, el artículo pirata pasa de ser una clonación a ser oficial, según la perspectiva de la gente que se hace de dichos artículos.

Hay personas que están conscientes que es ilegal y que aun así contribuyen al acto ilícito al comprar tales artículos, sin embargo ellos no lo ven así, mucho menos hay remordimiento.

Hay quienes no le prestan importancia, que a ellos como consumidores no le interesan las marcas, que simplemente con que les guste y sea accesible en cuanto a precios, sea pirata o no, lo compran.

Es así como un acto ilícito pasa a ser común para una sociedad de consumo despreocupada por los derechos de autor que pasan a ser violados, por el que distribuye, el que vende, el que compra, y los que no hacen su trabajo erradicando la práctica ilícita.