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Un diagnóstico de terror para la cultura en Sonora

Por Imanol Caneyada/

El Foro Sobre Política Cultural Sonora 2015 arrojó, entre otras cosas, que la entidad carece de una infraestructura adecuada para el ejercicio del arte; el patrimonio histórico tangible e intangible se encuentra en estado de abandono

¿Destinará el próximo gobierno estatal el presupuesto necesario para garantizar el derecho constitucional de acceso a la cultura que tenemos todos los sonorenses, a través de un proyecto sólido, a largo plazo e incluyente?

La incertidumbre se acrecenta en este 2015 en el que los recortes presupuestales están a la orden del día y el rubro de la cultura y las artes es el primero en padecerlos.

La duda crea escepticismo ya que la tradición se confirma cada seis años: la cultura para el gobierno de la entidad (independientemente de las siglas que lleguen) es plato de segunda mesa, estorbo presupuestal, vagatela, adorno prescindible, caja chica, eufemismo, vacío.

Al grado de que la Ley de Fomento de la Cultura y Protección del Patrimonio Cultural del Estado de Sonora, reformada en 2011, carece de reglamento, por lo que su aplicación es incierta.

Pero a pesar del escepticismo, el pasado sábado 9 de mayo, en el Centro de las Artes de la Universidad de Sonora, se reunió un grupo de creadores, promotores y gestores culturales con el objetivo de gestar un documento base que pueda servir al gobierno que resulte electo como punto de partida para desarrollar una verdadera política cultural en Sonora.

El ejercicio, plausible por su carácter ciudadano, arrojó un diagnóstico aterrador. Sonora, a pesar del esfuerzo que hacen las instituciones culturales con el miserable presupuesto que les destinan, carece de una infraestructura adecuada para el ejercicio del arte.

El patrimonio histórico tangible e intangible se encuentra en estado de abandono; los programas para llevar arte y cultura a las comunidades marginadas con el objeto de restituir el tejido social e impulsar el desarrollo humano son insuficientes, su impacto es menor y no tienen continuidad; los pueblos originarios y su patrimonio filosófico, cultural y artístico están en el olvido.

La comunidad artística padece de falta de capacitación y su profesionalización deja mucho que desear, por lo que el desarrollo de los creadores depende en gran medida de los esfuerzos personales; las pocas bibliotecas y los pocos museos existentes han caído en la obsolescencia.

Los programas y proyectos que emanan del gobierno responden más a la improvisación y al capricho de quienes los impulsan que a la planeación.

Las propuestas para combatir tanto rezago fueron muchas y enriquecedoras. Pero desgraciadamente la realización de todas ellas o, al menos, de las más viables, pasan por un decidido aumento del presupuesto (la ONU considera que todo gobierno debe destinar al menos el 1% del PIB a cultura), una selección de funcionarios públicos expertos en administración y gestión cultural (y no artistas y creadores) y, sobre todo, una verdadera ciudadanización de los órganos rectores de la cultura en el estado.

Respecto de lo anterior, uno de los invitados de lujo al Foro Sobre Política Cultural Sonora 2015 fue Katzir Mesa, presidente del Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León.

Katzir Mesa, presidente del Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León, participó como ponente en el Foro.
Katzir Mesa, presidente del Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León, participó como ponente en el Foro.

Explicó a detalle cómo funciona este organismo que aparentemente ha resultado más exitoso que los otros modelos existentes en el país, es decir, los institutos de cultura (como el de Sonora) o las secretarías de cultura (como en Jalisco, Puebla y Guerrero, entre otros).

Dos claves ofreció en la conferencia que definen el modelo de Nuevo León: por un lado, su autonomía, que le permite contar con un presupuesto intocable por el gobierno estatal, con base en el cual pueden desarrollar proyectos y programas que no sufren de recortes durante el ejercicio.

Por el otro, la ciudadanización real del Consejo, ya que está integrado por 24 vocales, de los cuales, 20 representan a personalidades notables de la cultura en Nuevo León, académicos, promotores culturales y representantes de la comunidad artística. Todas las decisiones que se toman en cuanto a las políticas públicas y la asignación de recursos deben ser aprobadas por mayoría en el Consejo.

El otro conferencista invitado al Foro fue David Peña Pérez, encargado del área de música del Consorcio Internacional Arte Escuela, A.C.

Esta asociación civil, creada en 2009 en el Distrito Federal, ha llevado sus programas a las zonas de más alto riesgo del país, como Ciudad Juárez, Nogales, Michoacán o Tepito, por poner algunos ejemplos.

A través de disciplinas artísticas como la danza, la música y el teatro, trabajan con niños y jóvenes para desarrollar una cultura de paz, respeto, tolerancia, solidaridad, espíritu reflexivo y armonía con el medio, con resultados notables.

El éxito de esta organización, que parte del compromiso irrestricto de sus integrantes, artistas profesionales, ha sido tal que sus modelos de trabajo han sido requeridos en Colombia, Cataluña y Sudáfrica.

De un tiempo a esta parte, debido principalmente a los sorprendentes resultados conseguidos en ciudades como Bogotá o Medellín, azotadas años atrás por la miseria y la violencia, los políticos mexicanos han incorporado a su discurso la necesidad de impulsar la cultura como detonante del desarrollo social y restaurador del muy desgarrado tejido social.

Sin embargo, los constantes recortes que han sufrido los presupuestos destinados a cultura, tanto a nivel federal como estatal, contradicen el discurso.

Al final, la conclusión más escalofriante a la que se llegó en el Foro es que si queremos que la cultura sea incluida en el discurso y en las prioridades de quienes lleguen al poder las próximas elecciones, es necesario que artistas, promotores culturales y ciudadanos se unan, formen gremio y asuman un compromiso social más allá de sus proyectos personales que impulse incansablemente el derecho constitucional que todos los sonorenses tenemos a la cultura.