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El Buen Fin, una simulación más en el país de las simulaciones

Por Imanol Caneyada/

Incluso la máxima religión de hoy en día, el consumismo, y su principal festividad están condenados en México a convertirse en un fraude

No fue el Black Friday de Estados Unidos ni el Boxing Day de Inglaterra, ni siquiera las Rebajas de Enero de España. Nada de eso, el Buen Fin 2015 se suma a la larga lista de simulaciones que tenemos en este país, empeñado en parecer en lugar de ser.

Como si toda iniciativa gubernamental estuviera condenada a ser solamente un gesto, una apariencia de primermundismo y no una realidad factible, el Buen Fin, un año más, no ha sido la excepción. Incluso la máxima religión de hoy en día, el consumismo, y su principal festividad están condenados en México a convertirse en un fraude.

Mientras el mundo se caía a pedazos en la vieja Europa, los mexicanos nos alistábamos para acudir a los templos de la única espiritualidad que parece quedarnos en Occidente: la compra desenfrenada más allá de nuestras posibilidades, para allegarnos de satisfactores materiales, la mayoría de los cuales, en este tiempo de tecnología, están relacionados con los cachivaches electrónicos.

Por su parte, los sacerdotes de esta nueva religión, los publicistas, ya nos habían anunciado hasta el hartazgo la llegada de este lapso en el que los ciudadanos comunes y corrientes accederíamos vía descuentos celestiales al paraíso de la tablet, el Smartphone y la pantalla digital.

Las grandes cadenas comerciales ya estaban listas con sus seductoras promesas. Los consumidores, presas del frenesí, preparaban sus tarjetas de crédito. Tres días de asueto para dedicarlos por entero a comprar, comprar y comprar. Tres días en los que nada, ni atentados ni ejecutados ni desaparecidos ni demagogos, interferiría en el inmenso placer de gastar.

Antes, en la página web www.buenfin.org.mx, se habían establecido las reglas del juego para que ningún poderoso empresario se pasara de listo y los consumidores no terminaran defraudados.

Antes, la Procuraduría Federal del Consumidor había instrumentado un operativo de supervisión y vigilancia para que el engaño no fuera la norma.

Llegado el día, nos lanzamos como poseídos por el mismísimo dios de las rebajas a los centros comerciales. Enfebrecidos, paseábamos con los ojos desorbitados a la caza de las ofertas. En los pasillos de las superficies comerciales las congestiones, los tumultos y los embotellamientos no eran obstáculo para avanzar en esa selva de etiquetas engañosas con porcientos menos.

Como el apagón analógico está a la vuelta de la esquina, los mexicanos, temerosos de quedarnos sin nuestra ración de bobería cotidiana, llenamos los carritos de la compra con pantallas de plasma. Durante tres días, para regocijo de los bancos, los plásticos pasaron por el lector de tarjetas de crédito una y otra vez, y otra y otra más.

Clin, clin, clin, sonaban las cajas de las grandes cadenas comerciales, cuyos empleados caían exhaustos ante la avalancha mientras los dueños, instalados en el verdadero cielo del consumismo, se reían a carcajadas de los pobres mortales.

Oh, decepción.

El paraíso prometido no fue tal, los consumidores, una vez que despertaban del embrujo publicitario, descubrían que habían pagado lo mismo o más que antes del Buen Fin.

Como muchos de ellos declararon a lo largo y ancho del país a los medios de comunicación, descuentos y rebajas no hubo, cuando mucho, meses sin intereses.

Como lo confirmaría después la Profeco, los engaños de la mayoría de los centros comerciales estuvieron a la orden del día.

En un corte preliminar, la institución encargada de defender los derechos del consumidor reportó lo siguiente:

Con 79 y 68 denuncias, respectivamente, Walmart y Soriana lideran la lista de las empresas que recibieron mayores denuncias durante las primeras 72 horas de la quinta edición del Buen Fin; a la lista se sumó Liverpool, con 62 denuncias; Chedraui, con 46 y Sam’s Club, con 30.

Los principales motivos de inconformidad fueron no respetar los precios exhibidos, no entregar notas o comprobantes, no exhibir precios a la vista del consumidor, no respetar promociones u ofertas anunciadas, aplicar cargos y redondeos sin consentimiento, condicionar la venta o el servicio y publicidad engañosa, entre otros.

La Profeco también detectó el aumento de precios anterior al Buen Fin en 1505 productos de la categoría de electrónica y electrodomésticos, como pantallas de televisión, lavadoras y DVD/Blue Ray.

Es decir, subieron el precio de estos productos antes del Buen Fin para aplicar el descuento y que terminaran costando lo que habían costado durante buena parte del año.

¿Habrá consecuencias serias para estas cadenas comerciales que engañaron al consumidor?

De momento no se ha anunciado ninguna medida al respecto.

De este grado el cinismo de quienes orquestaron este fin de semana hace ya cuatro años, por decreto presidencial de Calderón, con el objeto de activar la economía, sí, pero la de ellos.