DestacadaGeneral

Como México no hay dos

Por Feliciano J. Espriella/                                                                

Afirma una conocida canción mexicana que elogia lo atractivo de vivir nuestro país, en el cuál, el compositor afirma, que “…la Virgen María dijo que estaría, que aquí estaría mucho mejor”.

Sin embargo, me parece que Lucifer también descubrió lo atractivo que es vivir en México, se instaló con nosotros y desde aquí opera a sus anchas.

Viajar en México es un verdadero martirio

Si lo hace uno con sus propios medios de traslado, automóvil, motocicleta o cualquier otro vehículo, se enfrenta a carreteras de mediana calidad a pésimas en su mayoría; acoso y abusos de corporaciones policíacas, riesgos de asaltos de bandoleros y uniformados, a una gran cantidad de malos prestadores de servicios turísticos, señalamientos escasos y muchas veces incomprensibles en carreteras y ciudades, así como varias lindezas más.

Pero si se viaja en transporte público, ahí ya la cosa ‘cambea’. Entonces lo más probable es que le vaya a uno entre mal, pésimo o de la rechi.

En el abanico de opciones para viajar en transporte público en México, lo menos deplorable es el aéreo. Hay retrasos en vuelos, sobreventa de espacios en días pico o cancelaciones de vuelos sin avisar. En el contexto internacional, el transporte aéreo mexicano creo que puede calificarse como regular, a diferencia de todas las demás opciones que encajarían internacionalmente en el rango de deplorables.

No exagero si digo que en los últimos años he tomado alrededor de un centenar de vehículos de transporte público en diversas regiones del planeta. Aviones, ferrocarriles, autobuses de transporte foráneo, autobuses urbanos, embarcaciones de diversos tipos y taxis, hemos utilizado en muchas ciudades del extranjero y no recuerdo haber tenido en ningún parte experiencias tan traumáticas como las que he vivido en algunas ocasiones en mi país.

Transportes y Autobuses del Pacífico (TAP), una empresa de clase infernal

Este año, como generalmente lo hacemos durante el verano, mi mujer y yo decidimos tomar unos días de vacaciones y optamos por ir a pasarlos a Cabo San Lucas. Al analizar las opciones de traslado nos pareció atractivo cruzar el Golfo de California por mar. No hay vuelos directos y para volar de Hermosillo a la Paz, B.C. Sur,  se tiene que hacer con escala en Tijuana o Guadalajara.

Además nos gustan los cruceros y resultaba mucho más económico. Las opciones eran Guaymas-Santa Rosalía o Topolobampo la Paz y había una tercera opción vía Mazatlán, pero la desechamos por la lejanía del puerto sinaloense. Nos decidimos por el segundo y por tierra a Topo tomar un autobús.

Intenté reservar por internet y la página de transportes Tufesa no me permitió hacerlo. Después de varios intentos me di por vencido y busqué otra línea.

Me fui a la página de reservaciones en línea de la línea TAP, olvidando que un año y medio antes tuvimos una pésima experiencia al tomar una de sus corridas que llegó con tres horas de retraso e hizo un tiempo mucho mayor en el recorrido.

Allí fue fácil y pude hacer las reservaciones. Reservé una corrida que llegaría seis horas antes de la salida del Ferry Topolobampo-La Paz, por aquello de las dudas, y apenas si hice bien

Fue así como el pasado lunes 8 llegamos a la terminal de TAP ubicada en el Blvr. Encinas poco antes de las 8:00 am, pues nuestro autobús presumiblemente saldría a las 8:15. Después de esperar unos 30 minutos preguntamos por la corrida y nos informaron que el autobús venía retrasado. No nos supieron informar cuánto tiempo.

Lo mismo sucedió cuando pasó una hora, hora y media y cuando ya habían pasado dos horas me empecé a sentir además de molesto, intranquilo por la posibilidad de no llegar a tiempo para tomar el Ferry. Me puse también más exigente en cuanto a que se me informara con precisión el tiempo de la demora.

No nos podían dar la información, dijeron, porque la última parada del autobús había sido en San Luis Río Colorado y nadie sabía a qué horas había pasado. Les hice ver que ese autobús venía pasando por casetas de cobro y seguramente en ellas había registros de las horas en las que cruzó, pero no obtuve resultados.

Estaba por cancelar para ir a buscar otra opción o en última instancia tomar el carro y trasladarnos en él, cuando por fin llegó el autobús 5215 de la línea TAP, y lo abordamos. Valía más que no lo hubiéramos hecho.

En cuanto subimos nos golpeó un nauseabundo olor. En eso bajó una afanadora que le comentó al chofer que el sanitario estaba tapado y con los desechos que alguien dejó. Dijo que lo destaparía y a los pocos minutos aparentemente terminó, se bajó del autobús y este inició la marcha. La pestilencia aminoró un poco nomás y así nos fuimos hasta Obregón en donde lavaron la unidad y por fin la eliminaron. En el recorrido el autobús se retrasó otra hora, pero llegamos con tiempo para tomar el ferry, el cuál zarpó 29 horas después de la hora fijada.

Otra odisea en la que campeó la ineficiencia, indolencia e importamadrismo de empleados y funcionarios de la “empresa turística” Baja Ferries. Pero esa es otra traumática historia. Luego se las platico.

Por hoy fue todo, gracias por su tolerancia y hasta la próxima.