El hombre de hoy y la neomodernidad
Por Dr. Jorge Ballesteros
Thomas Merton ha escrito que el hombre ha perdido “la capacidad de estar a solas consigo”. Tenemos miedo de estar con nosotros mismos, no sabemos qué hacer, hemos perdido la capacidad de contemplación
Vamos a hablar del hombre actual, producto de la llamada neomodernidad o modernidad tardía como la llaman algunos.
Picasso lo expresó con su rostro distorsionado. Un hombre saturado de promesas y de grandiosas expectativas que, al mostrarse vanas, lo dejan sumido en una desorientación poco menos que existencial.
Enrique Rojas dice que el hombre actual es un nuevo hombre descafeinado, “cuyo lema es tomarlo todo sin calorías”.
En última instancia un hombre sin sustancia, sin contenido, entregado al dinero, al poder, al éxito, al gozo ilimitado y sin restricciones
En el Vishnu Purána, se dice de esa época, que es la actual: “Entonces la sociedad alcanza un estadio en que sólo la propiedad confiere rango, donde solo la riqueza es considerada virtud, donde solo la mentira es la fuente del éxito en la vida, donde solo la sexualidad constituye un medio de gozo, y donde el ritualismo se confunde con la religión verdadera”.
El pensamiento de la llamada modernidad nació en el renacimiento como consecuencia de la lenta y continua separación de la filosofía y de la religión cristiana por una serie de causas muy complejas.
Se continuó durante el siglo XVII y se desarrolló en el siguiente, con el movimiento cultural de la ilustración. Su culminación tuvo lugar en los humanismos ateos del siglo IX y primara mitad del siglo XX.
La modernidad desembocó en el ateísmo, que es así un hecho contemporáneo, la negación absoluta de toda trascendencia.
Su primera formulación teórica la dio Espinoza con su doctrina panteísta y materialista en que no hay lugar para un Dios personal. Alcanzó su auge en el siglo XX.
Alfredo Saenz menciona algunas características del hombre producto de este modernismo tardío que son en primer lugar su falta de interioridad o sea una carencia de vida interior.
Dice Sciacca, el hombre de hoy vive más “exteriormente” que “interiormente”, ha perdido la capacidad de recogimiento y de concentración, la meditación y el silencio le son totalmente extraños.
A lo largo del día se vuelca fuera de sí mismo, y a la noche se encuentra vacío. Nosotros vivimos fuera de nuestra interioridad: no interiorizamos nuestra vida práctica, exteriorizamos nuestra conciencia.
Thomas Merton ha escrito que el hombre ha perdido “la capacidad de estar a solas consigo”. Tenemos miedo de estar con nosotros mismos, no sabemos qué hacer, hemos perdido la capacidad de contemplación y por eso nos aturdimos con ruido constante del iPad, de la laptop, de la música estruendosa, de la tv, del celular, etc.
Podemos decir que hay una huida de sí mismo, en virtud de las ocupaciones que lo acaparan, de los entretenimientos, los espectáculos, el deporte, los viajes, el hombre de nuestro tiempo vive casi permanentemente fuera de sí mismo.
Otra característica que menciona Alfredo Sáenz es el hedonismo del nombre actual. El hombre encuentra su felicidad en el placer actual, inmediato, sensible.
El hombre de nuestro tiempo parece abocado a satisfacer febrilmente su ansia de placeres, sean ellos honestos o no. Se trata de pasarla lo mejor posible, a costa de lo que fuere.
Víctor Frankl, dice que en lugar de su tendencia a los valores, que tan característico es del hombre, se ha puesto una tendencia ciega al placer.
Particularmente se ha buscado “liberar” el campo del sexo, que ocupa un lugar privilegiado en aquella búsqueda ansiosa de placer.
Vivimos un culto al sexo en los comerciales, los programas de TV, el cine, la música, las modas, revistas, etc.
Se confunde el sexo con el amor. Se considera a la mujer como mero objeto de placer, que se usa y se tira (sexo: amor, bienestar: felicidad)
El pudor sexual también ha perdido su significación. La relación sexual ya no es una entrega de la intimidad, sino un abandono del cuerpo, que como “res nullius” queda a merced del primero que lo solicite para sí.
Ya para concluir mencionaremos una característica más del hombre moderno es su relativismo que se caracteriza por una interpretación muy peculiar del concepto de verdad.
Considera que la norma de la verdad no es el objeto acerca del cual se emite un juicio, sino otra cosa, por ejemplo la psicología del sujeto, lo que se afirma en el ambiente, las condiciones culturales de una sociedad. Toda verdad es relativa en el sentido de que sólo es válida en relación con el sujeto que piensa; Por tanto el bien, la ética, la religión, etc., solo valen para el sujeto, o a lo más para un grupo de sujetos, ello en dependencia de diversos condicionamientos, sin que sea admisible verdad alguna necesaria.
Para estas gentes, el tiempo de las certezas ha pasado irremediablemente; el hombre debería de ya aprender a vivir en una perspectiva de carencia total de sentido, caracterizada por lo provisional y fugaz.
Aldous Huxley, publicó en 1932, un libro profético en cierto sentido, “Un mundo feliz”. La visión de Huxley. En ese “mundo feliz” en el que se convierte aceleradamente el nuestro, nadie grita por la libertad perdida. Al contrario, se oyen las carcajadas de la diversión, que, además, interpretamos con signos de absoluta libertad.
El problema no es que la gente se ría en lugar de pensar, si no que no sabe de qué se ríe, ni por qué ha dejado de pensar. ¿Puede reaccionar una cultura agotada por la risa?
La educación parece ser el antídoto ante esta epidemia de estupidez que se extiende… Nosotros agregaríamos una educación Humanística y en valores, no solamente técnica ya que el objetivo es formar hombres virtuosos.
Sin educación, las personas son más vulnerables porque, como carecen del mundo interior que ella construye, quedan limitadas al espacio enrarecido de su experiencia cotidiana. Como ha señalado Julián Marías, estos primitivos llenos de noticias, no tienen ninguna idea, corporizan el vació mental. Por eso sin resistir y sonrientes, se entregan al opresor que los va rellenando con la cultura de lo burlesco. Trágicamente, ni si quiera reconocen al que los asfixia.
En este principio de siglo, hay señales de que el “mundo feliz” está instalado entre nosotros.
*Sociedad Sonorense de Filosofía ASFIL.