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La Natividad de Jesús

Por Enrique “Kiki” Vega Galindo

En el año de 1932 Adolfo Hitler envió a Palestina a uno de sus mejores sabios y eruditos especialista en analizar documentos históricos. El objetivo del investigador: descubrir, analizar y traducir los manuscritos originales de la vida de Jesús en el país y pueblo de Israel (Das Leben Jesu im Lande und Volke Israel), la cual fue impresa por Herder & Co. Freiburg im Breisgau, en 1934.

Es totalmente difícil, si no que imposible adquirir uno de estos libros en la actualidad de edición especial. Pasó a ser propiedad exclusiva en el año de 1949 a una organización católica de nombre “Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz”, establecida en Madrid, España, quien desde el año de 1932 estuvo inmiscuida en la investigación de los textos bíblicos, junto con la Asociación Alemana de los Santos Lugares.

El autor de la obra se llamó Francisco Miguel William de origen nórdico germánico. La traducción de la obra de las lenguas orientales de Palestina, se hicieron en el antiguo alemán, posteriormente al latín. La traducción al español estuvo a cargo del sacerdote español jesuita, José Solá. De la obra se realizaron cuatro ediciones. La última salió a la luz pública en el año de 1949.

Una fina Señora, de buen vivir, devota de corazón, que ha viajado varias veces por los confines del planeta tierra, gran amiga mía, se encontró un libro en una tienda de antigüedades en Madrid. Lo compró y me lo regaló. Este texto es un complejo y completo estudio, etnológico, arqueológico, histórico y sociológico de la forma y vasta compleja vida de los pueblos del Medio Oriente. A continuación vamos a leer el nacimiento del Cristianismo y del Niño Dios, es decir, de Jesús El Nazareno.

La historia se centra en los tiempos del Rey Herodes. Esta fue una época de opresores. Herodes, era un arribista. Un hombre intrigoso y violento. Su padre fue Antípatro, semibeduino de Edum, siervo del soberano Hykan. Pero ciertamente fue él quien gobernó al Regente. Malichus envenenó a Antípatro. Heredó sus riquezas a sus hijos Fasael y Herodes. Fasael era un militar que defendía la soberanía de su tierra. Herodes, era ególatra y vanidoso. No dudó en envenenar a sus oponentes. Fasael se fue por su lado y dejó a Herodes solo, quien sabía que era el Templo de Jerusalén el punto céntrico en el aspecto religioso, y el centro nacional de la región. Lo hizo agrandar y adornar minuciosamente, que dejaba alucinado hasta los mismos romanos. Se mostró enemigo de Israel. Cayó sobre Judea. El mismo Imperio Romano le temía.

Conocedor del arte político romano, lograba tranquilizar a su pueblo, inclusive hasta el mismo César. Acudía al asesinato político para asegurar el trono a su descendencia. Hablaba perfectamente el griego. El problema de Herodes es que no podía entender el tema de la religión, la cual se extendía por el enorme Imperio de Jerusalén. Desde el Lago de Genesaret, en el Éufrates y El Tigris, en el Nilo, y en los oasis del Sahara. En los puertos de Italia y de España. Las Bahías del Mar Muerto, en el Támesis, en el Rin y en el Danubio. La religión rompía las murallas de los antiguos dioses aborígenes. La religión se estaba transformando. Se había perdido la fe en los dioses antiguos. Por más que los romanos querían imponer a sus dioses y construían para adorarlos grandes templos, el pueblo no les creía.

Los mercenarios de Herodes buscaban los mínimos brotes de insurrección para matar a los nuevos creyentes. En las fértiles tierras del Nilo y del Éufrates, nació el Dios Yahvé, como la máxima divinidad jamás pregonada. Yahvé era Júpiter. Era Zeus. Se le consideró por estas tribus como Dios, el único Dios. El que había creado el cielo y la tierra. Era el único al que debían de orar. El Dios Yahvé, fue llevado a Jerusalén y se le construyó un Templo llamado: Sanctasanctórum, allí se asistía diariamente a orar dos veces en el día: una en la mañana y otra en la tarde. El Séptimo día era de guardar. Se leían las santas escrituras y la explicación de la ley de Yahvé.

Aquí nació la idea de que el pueblo israelita era el escogido para desde el Gran Altar hasta El Holocausto, pregonar la palabra de Dios. El Cristianismo empieza con el nacimiento de Juan El Bautista hijo de Zacarías e Isabel. Zacarías era un Sacerdote encargado de encender diariamente el incienso en el Templo. Él leía bastante sobre la aparición de los ángeles. Del cómo Dios sorteaba la llegada de un ángel a quienes diariamente pedían fervorosamente un sus oraciones los ayudara e iluminará. Zacarías quería tener un hijo. Pero era viejo, Isabel infértil. Un día se le apareció un ángel y le dijo: “…yo soy Gabriel que asisto delante de Dios, he sido enviado aquí, para hablar contigo y anunciarte esta buena nueva. Tu enmudecerás y no podrás hablar hasta el día en que esto suceda, porque no has creído en mis palabras, que han de cumplirse a su tiempo…”.

Ahora bien, el Ángel Gabriel viajó de nuevo a la tierra enviado por Dios a la Ciudad de Galilea en Nazaret a buscar una virgen de nombre María desposada con José, varón de la casa de David. En la hondonada profunda de un valle sobresalen las casas de piedra en la llanura de Jezrael. El lugar se llama Nazaret. Que significa: La Florida (ciudad), La Atalaya, La Estación. Para sus habitantes es simplemente: Nazaret. Aquí nació la Sagrada Familia. Nazaret para los peregrinos significaba “Estación de Fuentes”, por la enorme cantidad de pozos de agua.

Los beduinos anunciaban la buena nueva de que en la tierra de Caná, habían escuchado a Nathaniel decir que en Nazaret habría de nacer El Mesías. Gabriel llegó y se posó ante María y le dijo: “Dios te salve, llena de gracia. El Señor contigo. Bendita tú entre las mujeres”. María se asustó. Porque en Palestina les está prohibido a las mujeres cruzar palabras con los hombres. El Ángel le dijo a María: “No temas, María. Has hallado gracia delante de Dios. Concebirás y darás a luz a un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Será grande y se llamará el hijo del Altísimo; Dios, El Señor, le dará el trono de David, su padre y reinará por los siglos en la casa de Jacob y su reino no tendrá fin”.

Desde tiempos atrás la clase humilde de Palestina, profetizaban que en Belén nacería un niño saturado de lo sobrenatural, quien se convertiría en algo inaudito y único. Por eso creían en la víspera de Navidad. Junto a la casa del Patriarca construyeron una Iglesia a la que llamaban: “El Nacimiento”.

Todos los días desde la cuatro de la mañana se levantaban a darle vuelta a la tahona para moler el trigo. Preparaban algo de beber y de comer, porque sabían que en algún momento llegaría María. Los pueblerinos volteaban hacia el camino de entrada y se saludaban unos a otros: “Paz… la Paz sea contigo…”. Los tiempos de lluvia ya habían pasado. A esta temporada se le conocía como La Pascua. No había nubes, y el sol calentaba un poco más. En la llanura de Jezarel brotaba la espiga de trigo. En Samaria y Judea brotaban deliciosos retoños. Los moradores llenos de júbilo presienten que el Espíritu Santo está por llegar. En Grecia y Córcega, hablaban de que un fenómeno natural estaba por acontecer. Le llamaron: Magnificat, Benedictus, y El Nunc Dimitis.

Jerusalén y Belén distan a dos horas de camino a pie. Bajando la Montaña de Sion, se ubica Belén. A un lado se encuentra el Mar Muerto y por el otro lado El Jordán. Belén se escribe: “Bethlehem” y significa: “casa de pan”. Es el lugar donde llegan los nómadas a comprar granos y frutos. Por lo general llegan en el invierno. Ya que este lugar rodeado de montañas los protege de los vientos fríos. Era el lugar preferido de Herodes para hacer sus ejercicios militares.

Aconteció que por aquellos días, salió un edicto de César Augusto, para que fuese empadronado todo el mundo. Si Jesús hubiera nacido en Nazaret se hubieran levantado todo tipo de sospechas. La Providencia había señalado como lugar de nacimiento a Belén. Ahora bien a María no la condujo una orden divina, aceptó una ordenación del César romano Augusto. Ese año fue de mal dicha para el pueblo Palestino. (Hablar y explicar que era un empadronamiento Romano es demasiado complicado, pero sus raíces son de origen egipcio). La cuestión central del censo, a la vez que era un empadronamiento, obligaba a los inscritos a pagar más impuestos. María y José no tenían dinero. Por eso huyeron. Además el registro era familiar, de allí el hecho de que los israelitas conocían toda su descendencia.

En esos días los pastores empezaban a regresar a Belén después de un largo peregrinar buscando pasto para alimentar a sus rebaños. Los pastores dormían en cuevas hechas en las paredes de los cerros. Afuera dormía el rebaño. En un establo encerraban a los críos recién nacidos para que no se fueran a enfermar con el frío.

María sabía que algo maravilloso estaba por sucederle, así que pidió aposento a un anciano, y este lo llevó al establo, donde había bastante paja, lana de los borregos y cueros curtidos de las cabras. Un pesebre con alimento, y además el lugar era más caliente. En ese lugar nació Jesús. El Ángel Gabriel se les apareció a los pastores y les dijo: “¡Ha nacido el Mesías!”, “…Él es el Cristo Jesús…”, “Id a verlo…”.

Los pastores al llegar al establo vieron al niño que yacía en el pesebre, rodeado de asnos y terneros que con su aliento lo calentaban. Como si fueran un ejército, una milicia, los pastores exclamaron: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres de buena voluntad”. Se arrodillaron ante él, regresando gozosos a sus rebaños, no exigiendo más de aquel Niño recién nacido, que María amamantaba; les bastaba que hubiera por fin aparecido y haber tenido el consuelo de verle.

Las novedades se propalan en las ciudades orientales de casa en casa con rapidez increíble. Llegando a los oídos de Herodes de que El Mesías el Rey de los Judíos había nacido. Llamó a su alto consejo quienes eran los pontífices y los escribas, que ordenaran buscar a ese niño, y que sacrificaran a los niños recién nacidos. Tres sujetos provenientes de los desiertos de Arabia quienes viajaban en caravana, denominados por el pueblo como Reyes —por dedicarse al comercio, ser extremadamente ricos—, llegaron a Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el nacido Rey de los Judíos? La gente los miró incrédulos. La caravana de estos Reyes era una regia comitiva, de guías, camellos y arreos. Herodes les mandó llamar y les preguntó por el Mesías, pero ellos no le comentaron nada. Los Magos (comerciantes) se dirigieron hacia el sur. Cambiando su ruta que era de Este a Oeste, para que Herodes no los siguiera. Rodearon y llegaron a Belén. María, José y el Niño Dios, ya estaban siendo hospedados en una casa. Al ver al niño Los Magos se arrodillaron, y como piadosos donantes le obsequiaron: Oro de la Arabia central; Mirra para los ungüentos; Incienso para las oraciones. Después los Tres Reyes Magos se fueron con rumbo hacia el Norte y de allí viraron hacia el Este para perderse en el desierto.

Esa misma noche regresó el Ángel Gabriel y le dijo a José: “Toma al niño, envuélvelo en una manta, lleva a su Madre y huye a Egipto. Estate allí hasta que yo te diga, porque Herodes ha de buscar el niño hasta matarlo”.

 

El Autor es: Sociólogo, Historiador, Escritor e Investigador.

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