Bajos salarios, estrés, desgaste: la silenciosa explotación en la maquila

Los bajos salarios, la presión por la productividad, la obligación de horas extras sin compensación justa y la falta de seguridad laboral convierten a los empleados de las maquiladoras en el sector más golpeado de la clase trabajadora
Por Imanol Caneyada
Como consecuencia del anuncio de la compañía Ford de que la producción del automóvil Focus se iría a China y no se quedaría en la planta de Hermosillo, hubo una serie de posicionamientos por parte de empresarios de la localidad, respaldados por la Asociación de Maquiladoras de Sonora, INDEX, en el sentido de que la decisión de la trasnacional estadounidense se debía a la inestabilidad laboral existente en la entidad.
Acusaron al Gobierno estatal y a los sindicatos de propiciar paros injustificados en las plantas manufactureras y ubicaron a Sonora como el segundo estado del país con más paros ilegales.
En el debate subsiguiente en el que participaron líderes sindicales, los propios empresarios y funcionarios del Gobierno del estado, faltó la voz de los trabajadores de las maquiladoras.
Desde el nacimiento y el crecimiento en los estados fronterizos del fenómeno maquilador, y posteriormente en el resto del país, las denuncias por las pobres condiciones laborales, la explotación y la falta de prestaciones conforme a la ley ha sido una constante a la que ni la clase empresarial ni la política, tampoco los líderes sindicales, han prestado atención.
Los bajos salarios, la presión por la productividad, la obligación de horas extras sin compensación justa y la falta de seguridad laboral convierten a los empleados de las maquiladoras en el sector más golpeado de la clase trabajadora.
Según la Coalición de Extrabajadoras (es) y Trabajadoras (es) de la Industria Electrónica Nacional (CETIEN), las violaciones a los derechos laborales más frecuentes en el sector son la incertidumbre laboral; la exigencia de que trabajen más horas y días de los establecidos en la ley; el hostigamiento y acoso sexual (especialmente las mujeres divorciadas o separadas); la pérdida de salud o abortos espontáneos derivados de sus condiciones laborales y de los accidentes en el trabajo; los bajos salarios aunados a la retención de prestaciones y bonos; la exigencia de no estar embarazadas para ser contratadas; despidos injustificados cuando envejecen o enferman, o cuando identifican a los empleados como activistas de derechos humanos.
Esto último genera además que los “boletinen” es decir, que eviten su contratación en otras empresas del ramo, porque se intercambian perfiles entre las mismas.
La CETIEN denuncia que cuando estos trabajadores acuden a la Junta de Conciliación y Arbitraje para pedir que se reconozcan y restituyan sus derechos, se encuentran con que tienen que contratar abogados porque los de oficio son ineficientes y corruptos, pero su salario no les permite pagar estos servicios. También corren el riesgo de ser despedidos, lo que les deja en una situación de vulnerabilidad, pues apenas tienen para sobrevivir y muchos de ellos dependen de las prestaciones que reciben (crédito para adquirir vivienda, para comprar en abonos en establecimientos y para acceder al sistema de salud).
Por último, en estos espacios de administración de justicia, se encuentran con un sistema corrupto que actúa en connivencia con la empresa, en donde los mismos funcionarios los amenazan y engañan para que se den por vencidos.
Un obrero de una maquiladora gana entre 80 y 120 pesos al día, dependiendo de la productividad. Pero el desgaste y el estrés al que es sometido para cumplir con las cuotas de producción terminan por arruinar su salud en muy poco tiempo.
Marta Retano, de 51 años, trabajó durante ocho años (2000-2008) en la empresa Daewoo en San Luis Río Colorado.
Por el trabajo repetitivo que realizó durante ese tiempo se enfermó del brazo izquierdo y aún está en tratamiento; le brotó un quiste que hizo que se derramara un líquido.
Recuerda que había mucha presión por la productividad, el estrés por la exigencia de producción era enorme.
Las horas extras eran una obligación, dice. Llegaban a trabajar hasta 14 horas, y si pedían ir los sábados había que ir.
Si cubrían el turno matutino se quedaban dos horas más, pero si les tocaba en la tarde, entraban a las cuatro y salían a las seis de la mañana. Así trabajaba, con cansancio y dolor de cabeza.
Tenían permiso de ir al baño sólo dos veces durante la jornada y los jefes presionaban a los trabajadores, se paraban junto a ellos, supervisando la producción.
Para el doctor en economía Joel Espejel Blanco, Jefe del Departamento de Economía de la Universidad de Sonora, la pobreza laboral en la entidad sí existe.
La pobreza laboral, explica, no únicamente se refleja con que el trabajador tenga un buen ingreso y que le dé lo suficiente para adquirir una canasta básica, sino también tenga seguridad social y pueda acceder a una pensión, una jubilación, al momento de tener las semanas cotizadas, y también tener acceso a cobertura de salud a través de convenios que se realicen ya sea con la CTM o con el organismo laboral sindical con el cual esté inscrito el trabajador.
Asegura que es urgente empezar a eliminar esa pobreza laboral, muchas veces no se le da el ingreso porque no tiene seguridad social o no tiene medidas de seguridad e higiene adecuadas.
Para lo cual propone una oficina de enlace entre los empresarios y los gremios sindicales, con el objetivo de evitar una inestabilidad laboral de la que la clase empresarial tiene una gran responsabilidad.