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Delfinario Sonora: alegría y esperanza para niños

Hace tres semanas el gobierno del Estado abrió las puertas de este espacio que había sido abandonado; ahora, entre delfines y lobos marinos, regresa la esperanza de cientos de niños para acceder a una terapia

Por Gabriel Rigo Gutiérrez

El corazón de Renzo latía muy rápido cuando se sumergió en la piscina. El agua estaba más fría de lo que esperaba. Momento antes le habían colocado un chaleco salvavidas anaranjado y ahora se aferraba fuertemente a la mano de su fisioterapeuta.

La primera vez que tocó la piel de Mauricio, la sintió suave y agradable. Nunca había visto un delfín tan cerca, solo en televisión, pero estar flotando junto a él, fue una divertida experiencia que lo marcó y abrió paso al proceso de recuperación de su padecimiento.

Hace dos años lo habían operado de un astrocitoma, una especie de tumor intercraneal, y aunque la intervención quirúrgica fue buena, al pequeño de ojos miel le quedaron secuelas que comenzaron a preocupar a sus papás, principalmente en lo referente al lenguaje.

La familia Costich fue de las primeras en acudir a terapias al Delfinario. Renzo, Román y Rafael, jugaron con los delfines e hicieron nuevos amigos.
La familia Costich fue de las primeras en acudir a terapias al Delfinario. Renzo, Román y Rafael, jugaron con los delfines e hicieron nuevos amigos.

Renzo tiene diez años y cursa quinto grado de primaria. Tiene tres hermanos de seis años, son trillizos: Román, Rafael y Rodrigo.

Desde el 2015, los mellizos Román y Rafael fueron diagnosticados con autismo. “Nosotros nunca nos imaginamos que fuera autismo, ellos iban al kínder, como todo niño”, recuerda el señor Renzo Costich Marcovich.

La señora Vanesa Costich Pérez menciona que Román, tiene un alto nivel de autismo. El chico de tímidos ojos azules, ilustra, a veces pasa días donde apenas pronuncia unas palabras. El rubio se mantiene en brazos de mamá y apenas esboza una sonrisa.

Rafael es más inquieto. Su nivel de autismo es bajo. Es más platicador. Los médicos encuentran tendencia al déficit de atención. Durante la charla, el pequeño va y viene de un lado a otro dentro la “traila” donde viven.

La casa rodante está instalada en un lote en la colonia Gómez Morín, al norte de Hermosillo. Y es que los Costich son de tradición circense. El señor Renzo se iba por meses a recorrer pueblos actuando como payaso. Pero el ‘show’ terminó una vez que tuvieron al primer bebé y después a los trillizos.

Como una cascada sobrevinieron los padecimientos de los niños. Intentaron atender el autismo en el Centro Infantil para el Desarrollo Neuroconductual (CIDEN), pero es hora que los mantienen en lista de espera.

Cuando supieron que reabrirían las delfinoterapias, les anidó una esperanza. No dudaron en comenzar los trámites ante el DIF Sonora para conseguir una beca. Cumplieron con las entrevistas, estudios socioeconómicos y diagnósticos médicos. Al final, la dependencia estatal les proporcionó una ayuda y sólo pagaron 900 pesos por cada chico (a tres meses).

Fue la mañana del 18 de julio cuando los Costich, viajaron desde muy temprano al Delfinario Sonora, en San Carlos.

Renzo, Román y Rafael pasaron a la sala previa de valoraciones. Desde un amplio ventanal podían observar hasta donde el azul del mar se funde con cielo. Los niños armaron rompecabezas, pintaron, había balones, platicaron, jugaron y se hicieron amigos del equipo de fisioterapeutas. Luego entraron al mismo tiempo al profundo estanque de los delfines, cada uno acompañado de un fisioterapeuta.

Renzo fue operado de tumor intercraneal y quedó con secuelas. Las terapias asistidas ayudarán en su recuperación.
Renzo fue operado de tumor intercraneal y quedó con secuelas. Las terapias asistidas ayudarán en su recuperación.

El mayor de los hermanos recuerda con ojos de plato cuando lo recostaron en el agua y su cabeza comenzó a topar con Mauricio, el delfín “nariz de botella” que lo acompañó durante la terapia.

“Se acercó aquí en la cabeza. La señora me dijo que me iba a contar un secreto: primero me dijo que era un artista, segundo… y tercero… no me acuerdo. Sentía agradable. Tranquilo”.

También cantó algunas canciones a los cetáceos. Con diferentes movimientos de manos les daba instrucciones para saltar, para decir adiós e incluso hasta para bailar. Lo que más llamó su atención fue los diferentes sonidos que escuchó a Mauricio y es según los especialistas, estos mamíferos llegan a emitir hasta tres mil vocalizaciones diferentes. Al final, Renzo ni del agua fría se acordó.

Fueron dos días de sesiones. Para los papás la enorme ayuda brindada por el DIF resultó una esperanza para poder ver mejoras en sus hijos. “Vamos con la fe que ellos salgan adelante”, sostiene el señor Costich.

Incluso, mientras platica voltea a su pickup azul y confiesa ya está planeando venderlo. Sabe de otras instituciones como la Asociación Sonorense de Padres de Niños Autistas (ASPANA) donde también hay terapias, pero tiene costo de hasta seis mil pesos mensuales y para ello requiere de un “padrino”, ya sea una empresa o institución que contribuya con esa beca.

Desean más que nada ver a sus niños con plena salud.

Sentimientos a flor de piel

La terapeuta Lucía González explica el proceso que siguen los pacientes.
La terapeuta Lucía González explica el proceso que siguen los pacientes.

Bibiana Suárez Ríos, directora del Delfinario Sonora, brindó un recorrido a “Primera Plana” por las renovadas instalaciones, en las cuales el Gobierno de Sonora invirtió 78 millones de pesos.

Explica que de lunes a jueves imparten terapias asistidas con delfines y hasta el momento suman 16.

Para lograr esta tarea, cuenta con área especial donde reciben a las familias que acuden de otros municipios. En un salón con vista al mar, los pacientes son atendidos por el cuerpo de terapeutas que encabeza Lucía González.

La especialista platica que están acreditados para atender discapacidades como: síndrome de Down, parálisis cerebral, autismo, hiperactividad, déficit de atención, síndrome de West (epilepsia), entre otras, en todo tipo de edades (de bebés hasta personas adultas).

Cuando el paciente llega, el doctor Gabriel Cortés hace una valoración médica. A partir de esta información, más los expedientes de diagnósticos previos, determinan qué tipo de estimulación requiere durante la terapia. Tras esta adaptación y sensibilización los infantes son llevados al estanque.

Siempre van de cuatro en cuatro. Cuatro pacientes, cuatro terapeutas, cuatro entrenadores, y los cuatro simpáticos delfines: Europa, Tana, Mauricio y Richo.

Lucía González, narra que unos días daba terapia en la piscina a una niña con parálisis cerebral, mientras ejercitaban la parte del cuello, la niña se mantenía rígida, después de repetir el movimiento hacia atrás, poco a poco comenzó con menor dificultad.

“Aquí todos los sentimientos están a flor de piel, los papás y los pacientes son los que nos dicen esos testimonios”, explica.

Por cada paciente son dos sesiones.

“Al final de la terapia tenemos un convivio donde los papás dan testimonio de los avances y te podría decir que en las dos semanas que llevamos un 90% ha notado cambios fuertes que los puede distinguir; a lo mejor para muchos no lo es, pero por ejemplo para un papá que tu hijo mueva un brazo es un logró”, añade la directora.

Espectáculo acuático

Los fines de semana el Delfinario abre para presentaciones educativas.
Los fines de semana el Delfinario abre para presentaciones educativas.

De viernes a domingo el Delfinario se transforma. Niños y adultos disfrutan por igual el espectáculo de los cetáceos.

En su propio escenario y con gradas techadas, los juguetones lobos marinos se desplazan con gran destreza en el estanque de exhibición. Se paran en sus aletas traseras, aplauden con las aletas frontales, voltean para presumir sus características orejas y hasta cantan por si alguien cumple años. Son verdaderos artistas disciplinados, siempre de la mano de sus entrenadores y agradecidos por la lluvia de aplausos del respetable.

Por su parte los delfines tienen otro escenario. Sus ojos brillosos contagian alegría mientras enseñan risueños la uniforme dentadura blanca. El gris de su suave piel siempre luce radiante. Solo verlos desplazarse en el agua ya es un espectáculo.

Sin embargo demuestran la velocidad a la que se mueven (pueden alcanzar hasta 45 kilómetros por hora); la agilidad en los saltos y giros; la habilidad para lanzar una pelota; y ante todo, una tranquila obediencia a los instructores.

Desde la apertura del Delfinario, se había contabilizado la asistencia de 5 mil 400 personas. El costo por entrada es 140 pesos adultos, 70 pesos menores de edad. Los horarios son 10:00,12:00, 14:00 y 16:00 horas con delfines; y de 9:00, 11:00, 13:00 y 15:00 horas con lobos marinos.

 

Carismáticos lobos marinos encantan a chicos y grandes.
Carismáticos lobos marinos encantan a chicos y grandes.
Delfinario Sonora
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