El cambio de sexo en los niños, es abuso infantil

Ya se hacen mastectomías dobles a niñas sanas de 13 años (una mastectomía es la extirpación completa de toda la mama). “La destrucción de órganos sanos es una mutilación”
Por Dr. Jorge Ballesteros
Médicos estadounidenses están realizando mastectomías dobles en niñas sanas. En el marco de una investigación pagada con dinero público con la finalidad de apoyar el transexualismo y la ideología de género, 33 menores de edad fueron sometidas a la operación, entre ellas dos de 13 años y cinco de 14 años. Jane Robbins explica en The Federalist la gravedad de estas prácticas que, por motivos ideológicos, mutilan de forma irreversible a niños sin discernimiento:
Jane Robbis es licenciada en Derecho por las Universidades de Harvard y Clemson y miembro senior del American Principles Project en Washington, D.C.
Hay médicos en Estados Unidos que están realizando dobles mastectomías en niñas sanas de 13 años de edad. La justificación es la disforia de género («transgenerismo»): las niñas se identifican como niños y quieren ser niños.
A veces esta disforia no aparece hasta la adolescencia, y lo más frecuente es que no se realice ningún tipo de evaluación psicológica —o la que se hace es insuficiente— para intentar determinar la causa subyacente tras el deseo de un adolescente de mutilar su cuerpo. Pero estos médicos están dispuestos a conceder al adolescente (en estos casos, la adolescente) lo que cree ser su deseo. Y el dinero de los impuestos federales está pagando una investigación cuya finalidad es convalidar a este espantoso tratamiento. (What’s Wrong with the New NIH Study on Transgender Kids? by Jane Robbins and Erin Tuttle within Healthcare, Science, Sexuality, January 17th, 2018).
Anteriormente, cuando un niño normal de repente se pasaba a la identidad sexual opuesta siguiendo una moda, cualquier observador objetivo se preguntaba cuál había sido el detonante que había causado esta alteración. Uno de estos observadores objetivos es la doctora Lisa Littman, de la Brown University, que acaba de publicar un estudio sobre la disforia de género. Littman ha examinado 256 respuestas a encuestas remitidas por padres de adolescentes recién diagnosticados de disforia de género, y ha revelado información inquietante sobre el ambiente que influye sobre estos adolescentes.
El importante artículo de Lisa Littman sobre la aparición repentina de disforia de género en adolescentes que, influidos por su entorno social o por el adoctrinamiento continuo de los medios, manifiestan así su rebeldía, ha descolocado al lobby LGBT. El estudio, que la doctora Littman se ha mostrado dispuesta a ampliar, muestra que la misma campaña transgénero está induciendo la disforia artificialmente en sujetos que no la padecían.
En un caso, una niña que había sido objeto de burla por el tamaño de su pecho declaró que odiaba su cuerpo y, de repente, empezó a identificarse como un niño. En otro, cuatro niñas que estaban siendo entrenadas por un entrenador muy popular «salieron del armario» cuando el entrenador transgénero lo hizo.
Los médicos no estudiaron la salud psicológica de los niños.
Aunque más del 60% de estos adolescentes habían sido diagnosticados previamente de un trastorno mental o de un problema de desarrollo neurológico, muchos padres informaron que «el médico (especialista en trastornos de género) no investigó para saber si había enfermedades mentales, traumas previos u otras causas alternativas a la disforia de género antes de proceder con la transición médica». Estos médicos parecían basarse fundamentalmente en los informes del propio paciente que pedía el tratamiento; pacientes que venían preparados, sabiendo los puntos que tenían que tocar, aprendidos de sus fuentes online (que aconsejan, por ejemplo, amenazar con el suicidio si no se acepta la petición de tratamiento).
Littman ha sacado dos conclusiones de su investigación. La primera es que «el contagio social es una clave determinante de la disforia de género». En otras palabras, la influencia de los amigos y de las redes sociales pueden implantar y, después, magnificar ciertas creencias que llevan a los adolescentes por el camino erróneo (en el transgenerismo como en otras patologías sociales de la adolescencia). Como dice Littman, la «‘disforia de género’ puede ser utilizada como una explicación para abarcar cualquier tipo de angustia, sufrimiento psicológico y malestar que afecte al adolescente, fomentando la transición como la solución que lo cura todo».
La segunda conclusión es que “para estos adolescentes la disforia de género, es un mecanismo para lidiar con el estrés». Esto significa que un paciente puede empezar a sufrir de disforia de género como «respuesta a un factor estresante cuyos síntomas pueden aliviarse de manera temporal, pero que no aborda las causas del problema y puede tener resultados adicionales negativos». Un mecanismo similar para lidiar con el estrés, afirma Littman, es la anorexia: el paciente lidia con sus problemas emocionales subyacentes a través de un control extremo de su peso. El paralelismo entre anorexia y la disforia de género, es notable.
Ahora bien, sobre la disforia de género en niños y adolescentes, es importante saber que “la ciencia ha mostrado que los temas de identidad de género en los niños usualmente no persisten en la adolescencia o en la adultez, y hay muy poca evidencia científica del valor terapéutico de los tratamientos de retraso de la pubertad”.
La doctora Michelle Cretella, pediatra con 20 años de experiencia en esta especialidad y presidenta del Colegio Americanos de Pediatras (www.acpeds.org), declaró hace unos meses, con motivo de un reportaje en National Geographic que hacía propaganda de ideología de género con un caso de niño transexual, que transgenerar a los niños (hormonarles y operarles los genitales y otros rasgos) los daña.
Refiriéndose a su experiencia médica en el campo, la doctora Cretella alertaba de que los bloqueadores de la pubertad y la toma de hormonas provocan “la esterilidad permanente”. Además, recordaba transgenerar implica que a “niñas que están en ‘transición’ a chicos y están tomando testosterona pueden hacerles una doble mastectomía a los 16.
El uso prolongado en el tiempo de tal cantidad de hormonas «pone en riesgo a estos niños de poder sufrir un problema cardiovascular, una enfermedad cardíaca, diabetes, cánceres…».
La doctora Cretella explicaba por qué «es poco ético y muy perjudicial» que los padres tomen la decisión de mutilar los genitales de su hijo o de hormonarles.
“Cuando un niño menor de 12 años cree que es del sexo opuesto y se le permite naturalmente llegar a la pubertad, entre el 75-95% de las veces ese niño aceptará su sexo biológico al final de su adolescencia”, aseguró la pediatra en LifeSiteNews.
El gran negocio millonario de la ideología de género
Amparo Medina, ex funcionaria de la ONU, explica magistralmente las verdaderas causas que se encuentran detrás de la instauración de la «ideología de género” y la promoción del cambio de sexo:
“Dirigida por los lobbies LGBT financiados por las grandes farmacéuticas, clínicas de cambio de sexo y estéticas. ¿Saben cuánto vale una cirugía de cambio de sexo? 20 mil dólares y tienes que usar sus químicos y hormonas para toda la vida, porque como estás haciendo un cambio contranatura, en cuanto dejas de tomar esas hormonas, automáticamente retomas su sexo natural.
Así que es una negocio redondo, te doy hormonas para toda la vida y además te ofrezco cambio de sexo, ponerte, quitarte, acomodarte, que bigotito, que cejita, que implantes.
Todo un negocio que no para nunca porque son cremas, son geles, son hormonas, son operaciones, son implantes, hay de todo y ahí quienes ganas son las empresas que nos llevan a estas leyes y ¿quiénes pierden? Nosotros como seres humanos, que vamos terminando pero destrozados”.
Aquí queda claro el gran negocio que hay atrás de la intención de transgenerar a los niños y jóvenes, los cuales se convierten en clientes de por vida, que les dan ganancias millonarias a estas transnacionales, y ahí vemos quiénes financian a las ONGs LBGT, a los grupos feministas, y a los políticos liberales y de izquierda para que aprueben estas leyes. No les importan las personas, solo el negocio.
El Colegio Americano de Pediatría publicó una declaración y un análisis con tres firmantes: la presidenta de la Asociación Americana de Pediatría, Michelle A. Cretella; su vicepresidente y endocrinólogo pediátrico, Quentin Van Meter; y el psiquiatra Paul McHugh, antiguo jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital Johns Hopkins, uno de los más prestigiosos centros médicos de Estados Unidos tanto desde el punto de vista clínico como de investigación.
Destacaban ocho puntos con argumentos científicos que explicaban por qué la ideología de género (y la petición de transgenerar niños) no se sostienen desde el punto de vista de la ciencia médica:
La sexualidad humana es un rasgo biológico objetivo binario.
Nadie nace con un género (Todos nacemos con un sexo biológico. El sexo se define desde la concepción, nadie lo asigna. El cigoto (que resulta de la unión del óvulo y el espermatozoide) tiene 46 cromosomas ordenados en pares. El par 23 es el que determina el sexo del bebé: si el par 23 está formado por XX, será niña, si es XY será niño).
La creencia de una persona de que él o ella es algo que no es, constituye en el mejor de los casos, un signo de pensamiento confuso.
La pubertad no es una enfermedad, y los bloqueadores hormonales pueden ser peligrosos.
Según el DSM-V (Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales), hasta un 98% de niños con género confuso y hasta un 88% de niñas con género confuso aceptan finalmente su sexo biológico tras pasar la pubertad de forma natural.
Los niños que utilizan bloqueadores hormonales para reasignación de sexo necesitarán hormonas cruzadas al final de la adolescencia. Las hormonas cruzadas (testosterona y estrógenos) se asocian con riesgos para la salud.
Las tasas de suicidio son veinte veces mayores entre los adultos que utilizan hormonas cruzadas y sufren cirugía de reasignación de sexo.
Condicionar a los niños a creer que es normal estar toda la vida sustituyendo química y quirúrgicamente su propio sexo por el opuesto constituye un abuso infantil.
Estamos ante un problema que es más competencia de los psicólogos y de los psiquiatras que de los cirujanos.