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De Primera Mano | Para “ExAMLOvers”: “El dinosaurio ha regresado a Palacio”

Lilly Téllez… Quien desea meterla al baile 2021, pierde el tiempo.

Por Francisco Javier Ruiz Quirrín

ERAN LOS TIEMPOS de la supremacía del PRI, donde el Presidente era omnímodo y superpoderoso. Quien le contradijera o le lanzara una crítica, significaba cavar su tumba en el mundo de la política.

Se escucha muy feo y hasta duele escribirlo, pero en aquella época algunos definían a la política como “la capacidad de comer mierda y todavía saborearla delante de los demás”.

Habrá qué admitir que a partir de los últimos 30 años, al darse la legalidad de la pluralidad de las ideas aumentando el rango de Democracia en México, la figura presidencial comenzó a perder reverencia.

Luego vinieron mandatarios como Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, donde se perdió todo respeto por el Presidente de México. Y habría qué establecer una diferencia entre la crítica propositiva y las groserías a los titulares del Poder Ejecutivo Federal.

Algunos de ellos abonaron en realidad para alentar esas faltas de respeto.

En nuestros días, sin duda, sigue habiendo temperamentos abyectos e incondicionales al Presidente López Obrador, pero su propio estilo alienta la decepción de muchos de sus seguidores.

Existen ejemplos como el de la senadora Lilly Téllez, que no ha ocultado su indignación cuando ha sido atacado por sus mismos “compañeros” al negarse a seguir la “línea” de MORENA en el Senado de la República, porque esas ideas simple y llanamente no van con ella

Y no ha engañado a nadie. Desde que asumió el cargo dijo que tenía sus propios valores que no necesariamente comulgaban con las ideas de un partido que la impulsó en campaña, pero del cual ni siquiera es militante.

Para Lilly, -mucho más periodista que legisladora-, el haber renunciado a la bancada del partido de AMLO en el senado, le ha permitido abrirse con libertad en su pensamiento.

Ayer, haciendo valer su capacidad de crítica, escribió en su cuenta personal de Twitter un mensaje directo al Presidente: “En campaña, benditas redes; en el poder, malditas”.

La actitud de la senadora sonorense es un ejemplo del coctel político de nuestros días, donde se combinan la libertad, la congruencia, la dignidad y la decepción no por un proyecto y sí por una persona.

Tenemos también el caso de Porfirio Muñoz Ledo, veteranísimo símbolo de la inconformidad en vuelta en un mundo de ideas que han buscado transformar a México.

Dejó el PRI para buscar mayor democratización de la vida en el país y lo logró y sólo las diferencias personales le llevaron a no seguir lineamientos de una izquierda ideológica ya superada por la historia en todo el mundo.

Y decidió seguir a Andrés Manuel López Obrador. Creyó en su proyecto. Creyó en él. En el arranque del sexenio, en 2018, difícilmente encontraríamos a un personaje tan abyecto al presidente de la “4-T”.

Nunca pudo pensar Porfirio, que el ADN del PRI, aquel que vivió al lado de Luis Echeverría y José López Portillo, (de quienes fue cercanísimo colaborador) estaba vivo dentro de la sangre y el cerebro de quien creó MORENA como instrumento para llegar al poder.

Muy pronto, como presidente de la mesa directiva de la Cámara de los Diputados, Muñoz Ledo se dio cuenta que el dinosaurio, intolerante y omnipresente, estaba de regreso en palacio nacional.

Ahora, no sólo don Porfirio critica abiertamente la antidemocracia y la abyección de “morenistas” en la Cámara de Diputados que sólo levantan el dedo, como en los viejos tiempos del PRI; también se ha atrevido a denunciar corrupción, tal y como lo hiciera en 1988, cuando junto a Cuauhtémoc Cárdenas, Heberto Castillo e Ifigenia Navarrete, entre otros, fundaron el Partido de la Revolución Democrática, renunciando a aquel PRI corrupto.

En anteriores años, no era válido hablar de dignidad y de congruencia ante un poder central intolerante y castigador.

Ahora sí es válido hacerlo, pero ante el regreso del dinosaurio en Palacio Nacional, la dignidad y la congruencia de algunos, también decepcionados, se toparán con pared.

Es el México de nuestros días, envuelto en un ominoso pasado que, pensamos todos, ya no regresaría jamás.