Un pesero en un día del desierto

Desde el pasado 1 mayo y hasta 30 septiembre, por Ley todos los camiones en Hermosillo deben traer encendido el aire acondicionado; según datos de la Unión de Usuarios el 85% de las unidades ya está cumpliendo
Por Emilio Martínez
Al mediodía, la pesada jornada de horas de trabajo hace salir a cientos de hermosillenses de todo lugar con puerta y ventanas, el cansancio ha acabado, o está por hacerlo después del viaje. Quienes queman sus suelas en el asfalto, gatillan su andar en zigzag persiguiendo la sombra de un árbol y después la de un edificio, hasta haciendo filas totalmente alineadas en el contorno oscuro que deja un poste en el suelo. El trayecto de la mayoría llega hasta la parada de camiones con menos sombra, y donde la resolana que emana del asfalto hace grietas en los labios de quien espera, forzándolos a buscar un pedazo de hielo saborizado que llevarse a la boca. El aire arrasa con las caras de todos, arde como un flamazo al prender un boiler; sus ráfagas van y vienen según los semáforos cambian. Una sombra, que parece haber aparecido detrás de un espejismo y del mareo, cubre de repente a esa parada que cuece como una hoya a quienes esperan. Unos respiran y se descubren, preparándose para un descanso durante el viaje, otros más escépticos, comienzan a asomarse hacia adentro del camión para saber cómo viene la gente adentro. Sea como sea que entren, al subir, las ventanas del camión abiertas no auguran un clima demasiado distinto al de afuera, algunos se sientan en los pocos asientos que quedan y quienes parados terminan, se conforman con saber que al avanzar el camión el aire refrescará el interior por las ventanas.
En menos de cinco minutos, al cruzar por el centro de la ciudad donde más gente subió, casi llenando el camión, este hace otra parada más; otro lugar donde no pudo avanzar lo suficientemente rápido para que se generara una corriente lo suficientemente fuerte para ser sentida por el sudor dentro de las camisas de los pasajeros, una parada más donde la gente se asardina herméticamente por ambas entradas del autobús, y el grito “¡Hagan doble fila, para que quepan todos y nos podamos ir!” que viene desde el frente del camión, genera el silencio absurdo de los inmóviles y ahumados por el sudor, no queda mucho para la parada donde la ruta generalmente descarga a la mayoría de sus pasajeros, donde quizá bajen los estudiantes con sus mochilas grandes, o el joven que subió su bicicleta, la señora con sus bolsas llenas de mandado que ocupan el espacio de dos personas y las cuales llenas de frutas, les pega el sol al ras, expidiendo un olor que no saca a las moscas del vehículo. El camión para una vez más. En la conmoción el chofer baja, quizá para checar algo del autobús, aunque paró justo después de pasar un abarrotes, quienes dan cuenta de ello rezan porque no tarde demasiado y procuran ver si es mejor salir en ese preciso momento, pero lado a lado un mar de gente extraña y angustiada por el calor y el sudor le quita la valentía de escape a muchos. Uno solo de ellos baja, porque prefirió salir a vomitar afuera que encima de la gente y el mandado de la señora, pero al bajar repentinamente siente un frío, un fluir intenso de brisas que lo hacen ignorar el sol que lo irritaba, se traga el reflujo y comienza a caminar sacudiéndose la camisa dejando pasar el aire por dentro. Sin darse cuenta, al ir a la sombra, subirse al camión, bajarse del mismo y aprovechándose de su sudor para refrescarse con su camisa; va acondicionando su propio aire.
Esta semana, mayo ha llegado y con él ha traído las altas temperaturas a la capital del Estado, misma que en sus meses más cálidos rebasa los 39 grados centígrados. Sufriendo este calor a diario, al salir resulta difícil no ponerse en situaciones vividas como la anterior, a pensar en quienes caminan al raso del sol por las banquetas y calles urbanas, desplazándose en búsqueda de un pequeño oasis, debajo de la sombra de un árbol; más aún al asomarse al interior de la ventana de un pesero, el cual revienta en su interior de la hacinación de quienes hacen uso del transporte público urbano; camiones recubiertos de lámina, misma que en vez de mitigar el malestar ambiental lo intensifica.
Cuando hablamos del aire acondicionado en Hermosillo, hablamos de una necesidad básica, algo que esperamos nunca nos falte, algo que se sobre entiende debe de estar para tener ambiente común, agradable y placentero mientras no estamos en casa. Por las altas temperaturas de nuestro estado, esta necesidad llega hasta el punto de que la federación destine un subsidio de energía eléctrica para que el uso de estos aparatos no sea tan costoso para la mayoría de la población en el verano, época donde más se necesita.
El transporte público en la entidad no es un espacio el que deba ser la excepción, porque más allá de la comodidad existe un riesgo, siendo que estos vehículos llegan a acumular temperaturas en grados superiores dentro del camión que la que existe afuera, por los materiales con los que están construidos. Por ello y la acumulación del calor humano, que suele amontonarse, llega a ser toda una odisea viajar en un transporte sin el aire acondicionado prendido u operando en condiciones adecuadas. Con la llegada del mes de mayo, las altas temperaturas y el inicio del subsidio energético, se espera que la mayor parte de las unidades del transporte público lo posean.
En realidad, esto deber ser así por efecto de la Ley 149 TP de la Constitución del Estado, que estipula que desde el 1 mayo hasta 30 septiembre todas las unidades del transporte público en Sonora deben proveer de aire acondicionado sin excepciones. Y que es obligación para las instancias del Gobierno del Estado de Sonora vigilar su ejecución correcta.
Más allá de lo anterior, para esta crónica se buscó encontrarnos con el estado actual del transporte urbano, y durante algunos días viajando por la mayor cantidad de rutas de camión, encontramos muy pocas con aire acondicionado inoperante, expresamente la historia inicial sucedió en una línea 4 Periférico el pasado viernes y resalta por su unicidad, en lo general y corroborándolo con otros pasajeros la mayoría de las rutas operan en buenas condiciones de aire acondicionado. En el mismo tenor, nos contactamos con Ignacio Peinado, representante de la Federación de Uniones de Usuarios de Sonora, quien comentó que dentro de las instalaciones de la institución han hecho un censo diario, a todo quien asiste a presentar una queja, sobre la cuestión de si la unidad en la que venían tenía o no el aire acondicionado prendido. Sus resultados teniendo una media de 300 personas censadas por día, desde el 1 hasta el 11 de mayo, son que más del 85% de los usuarios reportan si
haber viajado en una unidad con el clima encendido. Pero más allá del panorama alentador, recomendó que en caso de abordar una ruta sin el acondicionamiento climático operando, se reportara el número de unidad y ruta al 6621502080.