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La cultura ‘woke’ de la cancelación

La izquierda argentina quiere cancelar a Agustín Laje y meterlo a la cárcel

 Por Dr. Jorge Ballesteros

Así es amigos, demandaron penalmente a nuestro amigo Agustín Laje, unas supuestas señoras dizque defensoras de los derechos humanos, para ser específico las mujeres o abuelas de la plaza de mayo, una organización comunista creada en 1977 que marchaban periódicamente para indagar el destino que tuvieron los guerrilleros comunistas conocidos como Montoneros que fue una de las organizaciones guerrilleras que surgieron y ganaron protagonismo entre las décadas de 1960 y de 1970 en Argentina, al calor de las revueltas e insurrecciones militares de esa época.

Pues bien, esa organización de mujeres comunistas todavía existe y ha sido captada por la ideología de género, que abarca a las orcos o feministas violentas, a hordas de homosexuales, trasvestis, indígenas, prostitutas, drogadictos y cualquier colectivo periférico que les sirva para crear problemas

Agustín Laje se atrevió a denunciar esta extraña conducta de las mujeres de la plaza de mayo, de que crean hijos comunistas que luego se enrolan a la guerrilla y se convierten en asesinos y 60 años después siguen agitando por sus hijos cuyo destino ellas fueron responsables. Pues esto bastó para querer “Cancelar” a Laje.

Y no contentos con esto lo demandaron penalmente y quieren meterlo a la cárcel y aparte la izquierda Woke le organizó una dizque marcha, que es un circo de feministas, homosexuales, trasvestis, comunistas y demás fauna de la izquierda. Veamos a detalle que es la cultura de la cancelación:

“La cultura de la cancelación es el refugio de quienes son incapaces de contrastar libre y pacíficamente con los que piensan distinto”.

Como afecta a los católicos que defienden la fe en la esfera pública y estrategias para enfrentar esta tendencia de forma caritativa pero firme.

Detrás de esta censura, ¿hay en verdad una expresión popular real, que digamos una mayoría que denigra vamos a decir por ejemplo un contenido pedófilo que decide no consumir una apología a la pedofilia? La gran mayoría le da la vuelta a ese tipo de discurso. Pero esto no es la cultura de la cancelación, la cultura de la cancelación no depende de las mayorías, sino depende de aquellos que tengan poder mediático.

El poder mediático la verdad es que lo tienen las minorías, esto es ruido muy bien establecido a partir de un lobby muy bien establecido minoritario multimediático que termina parodiando el efecto de una mayoría en el sentido de cancelar culturalmente contenidos que no agradan a esas minorías.

El caso de la banda mexicana Molotov, que en el año 2013 se presentó en Los Ángeles, California y tuvo un montón de peticiones de grupos minoritarios como el LGBT de que no tocaran su canción, una de las más famosas cuyo título es “Puto”; canción que no iría de la mano con la cultura LGTB de hoy en día.

Lo más curioso es que la gente que le pedía a Molotov que no cante esta canción, era gente que no seguía a la banda, los que, si seguían a la banda y que estaban dispuestos a pagar por un boleto para ver a la banda de rock, querían que cantara este tema, a tal punto que se lo pidieron en el concierto y Molotov decidió cantarlo como última pieza, ya para irse.

Porque en el fondo esta cultura de la cancelación es una cultura de terror, Molotov se autocensuró eliminó de su canción puto ya no uso el término “maricón” en otra de sus fans que querían escuchar la canción completa, esto nos muestra que la cancelación cultural no es poder popular, es poder minoritario de personas que tienen sin embargo, mucho impacto multimediático (apoyo de los medios de difusión).

La cultura de la cancelación se basa en una idea que se ha puesto muy de moda, es una idea de un filósofo llamado Karl Popper, que decía “No se puede ser tolerante con el intolerante”. La cultura de la cancelación es una cultura antidemocrática, en la medida en que cancela la posición de dialogo racional.

Yo asigno por ejemplo a un contenido cultural una serie de patologías incluso, como puede ser por ejemplo la homofobia, incluso ha habido muchos actores de Hollywood que han perdido contratos, que han sido expulsado de series por algún tuit que se ha encontrado incluso hace años, ya que la cultura de la cancelación también es retroactiva, va a escarbar tu pasado, va a ver que dijiste hace 10 años, por eso genera un terror cultural, es terrorista.

Se justifica en palabras muy lindas como tolerancia, pluralismo, apertura mental, empatía, diversidad, pero bajo esa cascara hay un vacío de todo lo que no responda a lo que ellos determinen que es empático, diverso, plural, y abierto de mente, no hay que tolerarlo, por ejemplo, hoy se puede escribir en las calles “muerte al macho” como hacen las feministas y nadie se escandaliza, no hay cultura de la cancelación aquí, ahora es impensable que alguien vaya a poner “muerte a la hembra”

La cultura de la cancelación es una locura antidemocrática, no tiene base popular, es una presión autoritaria que se disfraza de una agenda inclusiva, es propio de una sociedad adolescente pero autoritaria al mismo tiempo.

¿Cómo protegernos de esa minoría que juega a la cancelación? ¿Cómo hace la mayoría para protegerse de esa minoría autoritaria y adoctrinada?

Hay un concepto que es el de “la mayoría silenciosa” y que es bastante preciso y el problema es que esa mayoría se vuelve nada en la medida en que no hablan; la opinión pública no es una cuestión de cantidades, es una cuestión de fuerzas relativas, de volumen de voz, es decir cuando uno escruta la opinión pública, no tiene la capacidad de escuchar todas las voces, pero si hay un grupo inmenso de la sociedad que ni siquiera tiene la intención de hacer escuchar su voz, entonces esa voz no va a ser parte de la opinión pública a pesar de que esa voz pública podría ser la mayoritaria en la sociedad.

Hay mucha comodidad de la mayoría silenciosa que ve como le están cancelando la cultura, la historia al modificar el relato que una sociedad tiene sobre su pasado, borrar ese pasado, hay está por ejemplo lo de la memoria histórica en España, de sacar de sus tumbas a Franco y a José Antonio, o tirar las estatuas de nuestros próceres como hacen los comunistas de la 4T en la Cd. De México, como si con esto pudieran cambiar el pasado.

Hay que informar a esa inmensa mayoría sobre los peligros de esta cultura de la cancelación, que el peligro de esta cancelación cultural es dejarte vacío de cultura, es reventar todos los contenidos culturales para hacerlos acorde a lo que esta minoría (ideología de género) quiere, que no representan tus valores.

Aquí habría que llamar primero la atención de los jóvenes sobre estos contenidos negativos de la cultura de la cancelación, esta cultura de la cancelación dice Agustín Laje que es una cultura del amariconamiento, de la fragilidad, en cambio el que enfrenta a este movimiento del establishment es una cultura de la virilidad, de la valentía, de la congruencia

Cinco claves para resistir como católico a la cultura de la cancelación:

La persecución a los cristianos en Occidente, la cancelación de la libertad religiosa o los riesgos de profesar la fe son realidades para enfrentar.

  1. Observa, piensa, actúa

Vivimos tiempos en los que el pasmo se convierte en rutina. Nos desayunamos con noticias que no hace mucho eran consideradas inverosímiles, política-ficción del peor gusto que habría arruinado la carrera del más reputado guionista. Profesores expedientados por enseñar que el sexo está determinado por un par de cromosomas, cuentas de Twitter suspendidas por afirmar que la hierba es verde, violadores convictos que dicen ser mujeres para ser trasladados a una prisión femenina donde violar a unas cuantas reclusas, estatuas de san Junípero Serra derribadas por «justicieros» descendientes de los puritanos que masacraron a los indígenas norteamericanos, mujeres deportistas que ven cómo su puesto en las Olimpiadas es ocupado por competidores con genitales masculinos, inocentes películas descalificadas como si fueran horrendas abominaciones (¡si hasta Dumbo es ahora políticamente incorrecto!), palabras de toda la vida que, de un día para otro, se convierten en términos prohibidos que pueden arruinar tu carrera o incluso tu vida…

Palabras canceladas. Estatuas canceladas. Libros cancelados… e incluso personas canceladas.

Todo debe ajustarse a los moldes de la corrección política.

  1. Valentía ante el caldo ‘woke’

Necesitamos pues valientes que quiebren el consenso de mentiras sobre el que se asienta la cultura woke, que con sus gestos den pie a una dinámica de verdad liberadora. Para ello, no mentir. Asumir que no se pueden aceptar sin más los preceptos que rompen con toda una tradición vertebrada en el sentido común, saber que es necesario arrojarse a los debates con el que piensa diferente con argumentos y una perspectiva dialógica, son pautas clave para ir desmigando la cultura de la cancelación.

Darle la vuelta al relato, el trabajo de las ideologías que deconstruyen la realidad

  1. Recuperar la vida virtuosa

Decía Chesterton en Ortodoxia que “el mundo moderno está lleno de viejas virtudes cristianas que se volvieron locas”. Siguiendo las tesis girardianas, se insta a cambiar “un enloquecido culto a quienes designamos en la categoría de `víctima´”, cuando ni su contexto ni circunstancias, salvo las quimeras que lleva por dentro y que eleva al máximo exponente, le dan tal estatus en una sociedad que ha llevado a la discriminación positiva en su protección.

Para esto, ante los tildados como “ofendiditos”, es necesario responder con coherencia, posicionar al sujeto en su entorno, hacerle ver que no se puede sacar, por mucho que le alaben, la particularidad para elevar un juicio universal de conmigo o contra mí.

La vida virtuosa, el ejercicio de la prudencia y la templanza; junto a la fortaleza y la justicia, son bases sólidas desde las que responder a la cancelación desde una actitud caritativa.

  1. No al reduccionismo

A los postulados relativistas, reduccionistas, nihilistas o de mercadeo de valores según conveniencia, hay que responder desde ámbitos que denoten control de la materia, saber estar, aplomo y pocas dosis de visceralidad; discutir sin elevar el tono para hacerse ver o imponer el propio criterio.

Los artificios trileros para seguir en el trincherismo ideológico, en la batalla cultural con sacos de ideas desde las que parapetarse, funciona si la artillería empleada es capaz de ver al Otro en el otro. Si esa mecánica no funciona, ¿cuál es la reivindicación y resultado que se extrae sino la de posicionamientos enconados llamados al despellejamiento mutuo? ¿Dónde está el amor al prójimo y el reconocimiento de la paternidad de un Dios que vela igual por los que están con Él o contra Él?

  1. Ojo con las pseudo religiones

Para comprender y resistir a la cultura de la cancelación es la de los riesgos a los que nos someten los nuevos diosecillos camuflados entre los distintos bloques y esquemas ideológicos y económicos imperantes. “La ideología woke toma pues la forma de una pseudorreligión política que contempla la aridez de, por ejemplo, la abstrusa teoría de la deconstrucción (con sus falsas ínfulas científicas), con el fervor sectario del iluminado”.

Lo woke, al contrario del cristianismo, “desconoce el perdón”. Por ello, ¿qué mejor vía de acción que el ejercicio con aquel que, objetivamente, se muestra errado?

¿Librar la batalla cultural?

Estamos, abogando por el uso de unas armas pacíficas, propias de cualquier batalla cultural que tenga como horizonte el bien común. Batalla cultural no es propaganda política, ni tiene solo, ni principalmente, que ver con las cuitas políticas del horizonte estrecho que conforman los partidos y sus programas electorales. La batalla cultural tiene que ver con la sana confrontación de ideas que ha de darse en el espacio público y también, por supuesto, con la degradación de ese espacio por quienes no reparan en medios para conseguir sus fines, a la hora de que su relato predomine en ese cotizado espacio.+