DestacadaPrincipales

Entrevista imposible con el Chavo del 8

Un ejercicio literario para comprender el alma de un niño que vivía en un barril

 

Por Alberto Moreno

 

AM:
Hola, Chavo. Antes de hablar de tu historia… ¿cuántos años tienes?

CHAVO DEL 8:
¡Uy! Es que eso depende… a veces siento que tengo como ocho, otras como cuarenta. Pero digamos que tengo ocho… porque ese número me gusta.

AM:
¿Y cómo te llamas?

CHAVO:
Nadie me lo dijo. En el orfanato me decían “chamaco”, luego “ese niño”… y ya en la vecindad, “El Chavo del 8”. Pero a veces imagino que me llamo igual que un superhéroe. ¿Te imaginas llamarte “Armando Justicia” o algo así?

AM:
¿Sabes cuándo naciste? ¿Cuándo celebras tu cumpleaños?

CHAVO:
No sé mi fecha exacta. Pero cada que como una torta de jamón… siento que es mi cumpleaños. Aunque una vez la Chilindrina me cantó “Las Mañanitas” y me dijo que era el Día del Niño. Desde entonces ese día es especial para mí.

AM:
Vamos un poco atrás… ¿viste a alguien como un papá?

CHAVO:
Sí… Don Ramón. No me lo decía, pero me enseñaba cosas. A veces me daba consejos, otras me regañaba. Pero nunca me dejó sin respuesta. Me hacía sentir importante, aunque no tuviera nada.

AM:
¿Y qué opinas del señor Barriga? ¿Te ayudó alguna vez?

CHAVO:
Sí. Aunque lo recibía con una patada sin querer queriendo, nunca me regañó feo. Una vez me llevó una caja con juguetes. Otra vez me dio un cuaderno. Y cuando me sonreía, yo sentía que alguien creía en mí.

AM:
En uno de los episodios vimos que te enamoraste de una niña muy bonita, ¿te acuerdas de ella?

CHAVO:
¡Claro! Tenía una coleta y los ojos grandes… como dos lunas. Me quedé mirándola tanto que se me cayó la torta. Me latía el corazón bien fuerte. Pero luego se fue y ya no volvió.

AM:
¿Y la Chilindrina? ¿Te gustaba?

CHAVO:
La Chilindrina es mi amiga… y a veces mi enemiga. Pero no sé… a veces cuando me sonreía, yo también sonreía sin saber por qué. A lo mejor sí me gustaba. Pero no se lo digas.

AM:
¿Y la Popis?

CHAVO:
Mmm… era rara. Hablaba raro. Pero olía bonito. Una vez me prestó un lápiz. Y me sonrojé. Pero luego me quitó el lápiz porque decía que lo babié.

AM:
Sabes, a pesar de todo lo que viviste cuando eras bebé, te veías sonriente, alegre. ¿Cómo hiciste para seguir adelante?

CHAVO:
Porque llorar no sirve si no hay nadie que te escuche. En cambio reír… reír sí contagia. A veces me dolía el estómago de hambre, pero si alguien se reía conmigo… ya no me dolía tanto. La risa me salvaba.

AM:
¿Eras travieso?

CHAVO:
¡Pues no tanto! Bueno, sí un poquito… Pero era porque tenía ideas. Quería jugar, experimentar. Una vez puse un huevo en una maceta para ver si nacía un pollo. Me decían loco, pero yo decía que era científico.

AM:
Tu emprendimiento de aguas frescas fue épico. ¿Te acuerdas?

CHAVO:
¡Sí! Aguas frescas del Chavo… de tamarindo, que parecen de limón pero saben a jamaica. No vendí muchas, pero me sentí importante. Como si por fin tuviera un trabajo de verdad.

AM:
¿Y qué querías ser de grande?

CHAVO:
Maestro. Para explicar las cosas que nadie me explicó. O tal vez piloto… para volar lejos. O tal vez… papá. Para tener a alguien que nunca se sienta solo.

AM:
¿Qué mensaje les darías a los mexicanos que no dejaban de verte en la tele?

CHAVO:
Gracias por mirarme… y no solo por reírse. Por verme. Ojalá cada risa que les saqué sirviera para que trataran mejor a un niño. A uno de esos que no tienen papá, ni mamá, ni zapatos. Que viven en las calles o en los rincones tristes.

Y si alguna vez encuentran a un niño como yo… invítenlo a una torta. Escúchenlo. Y denle un abrazo. No saben cuánto vale eso.

El Chavo del 8 nunca necesitó superpoderes. Su fuerza venía del alma. De caerse y levantarse. De aguantar hambre con una sonrisa. De no perder la fe en la bondad, ni siquiera cuando el mundo se olvidó de él.

Su historia no es solo ficción: es un espejo. De los millones de niños que existen sin ser vistos, que se esconden en “barriles” emocionales, que esperan que alguien los adopte con el corazón.

Tal vez por eso nunca supimos su nombre. Porque podía ser el nombre de cualquiera.

 

Nota del autor:
Esta es una conversación imaginaria con el Chavo del 8, basada en el libro El diario del Chavo del 8 de Roberto Gómez Bolaños. No busca parodiar, sino darle voz a uno de los personajes más entrañables de América Latina, revelando el trasfondo de su historia, sus emociones, sus sueños… y todo lo que no pudimos ver en la pantalla.