«La alternancia o el juego del Gatopardo»

Editorial:
México como pueblo ha tenido grandes saltos históricos que pueden definirse como alternancias políticas que han provocado crisis, rupturas y cambios. Está demás decir que el primer cambio fue la conquista española. Luego pasaron siglos de Colonia para súbitamente terminar en la ruptura de la Independencia, dando un giro político. Vivimos épocas de caos hasta la llegada del porfiriato, que concluye con la brusca alternancia de la Revolución. Seguiría después más de 70 años del sistema impuesto por el PRI, que por años logró la hegemonía total del poder hasta que se agotó el modelo político, y comenzó a desgranarse poco a poco hasta la caída en el año 2000, que llega el PAN a través de Vicente Fox, a Los Pinos. Tendríamos un corto presidencialismo panista para perder de nuevo ante el PRI, que a su vez pactó con Morena para dejar la presidencia, y con ello sellar su muerte política, porque no pensó que en un sexenio se establecería una nueva hegemonía política.
Poco se han estudiado estas etapas del manejo del poder. Vemos como alternancia solo lo que pasó hace 25 años, en el 2000, cuando Ernesto Zedillo pacta para entregar el poder al PAN representando por un candidato populista que supo seducir a grandes sectores del país, como fue el caso de Vicente Fox. Que no entendió las reglas del juego y con gran pesar dejó la presidencia en manos de otro panista, pero no uno afín a su escudería, como pasó con Felipe Calderón, quien no pudo mantener al panismo en la silla presidencial.
Hoy hay quien considera que el año 2000 fue un punto de quiebre histórico por haber vencido al anquilosado PRI y lo pone como parteaguas de la historia política del país. Sin embargo, en realidad fue seguir el juego del Gatopardo, porque todo fue igual. Este juego es tomado de la novela escrita en 1957 por Giuseppe Tomasi di Lapendusa, y en uno de sus pasajes, el sobrino del príncipe de Salina, Tancredi Falconeri le dice a su tío Fabrizio Corbera, “si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”. Y lo que parece que es una paradoja política, en realidad es el pragmatismo puro en el manejo del poder, por eso vemos como hay personajes que pueden durar al mando mucho tiempo fingiendo transformaciones que en la realidad no existen, maquillan cambios y mantienen todo igual.
En el año 2000 se presumió que México vivía una alternancia política, pero en realidad solo era un cambio de vestuario y nuevo maquillaje. Con Vicente Fox todo se mantuvo igual. La clase política siguió con sus mismos privilegios, solo hubo cambio de nombres, un poco de la estructura superficial, pero no hubo transformaciones de fondo. Por eso, en dos sexenios el PRI volvió a tomar el poder y luego lo cedió en un juego de máscaras con el nuevo partido en ascenso creado a imagen y semejanza del viejo partido oficial. No hay pues que pueda celebrarse de que nuestro país haya tenido cambios significativos con los que creyeron se daría con el cambio de partido en Los Pinos. Al final, si se hace un serio recuento se verá que todo permaneció igual. El presidencialismo siguió siendo el eje rector del gobierno y la política. La gran burguesía siguió gozando de sus mismos privilegios y en algunos casos aumentaron gracias a jugosos contratos y oscuras complicidades. La clase política no perdió espacios, solo quedaron repartidos con nuevos jugadores en la mesa.
El sistema no se propuso hacer cambios de fondo, sino solo cosméticos. Tan no se preocuparon que nunca vieron como crecía la oposición a través de un liderazgo mesiánico que estaba atrapando y convenciendo a grandes sectores de la población. Mientras esto sucedía, de forma por demás estúpida PRI y PAN se confrontaron y se anularon. Nunca creyeron en los números que mostraban las encuestas y como iban cayendo sin tener un salvavidas que los sacara a flote. Nunca se pusieron a meditar como el caso del Príncipe de Salina, sobre la frase que le dijo su sobrino, hasta que en su cerebro de monárquico y conservador llegó la luz del entendimiento y comprendió que era inevitable que se daría un cambio social y político.
Y por lo mismo, una nueva clase vendría a gobernar y a dominar. Y la única manera de sobrevivir era fusionándose a esto para que todo se mantenga igual. Esto no hicieron los viejos partidos, sino que trataron de frenar un cambio inevitable.
Sin embargo, en la vieja clase política hay muchos “Gatopardos”, que si entendieron el cambio inminente y lo que representaba realmente la alternancia política en México, que no se trataba como antes solo de nombres, sino un cambio completo de sistema. De ahí que muchos que captaron que venía una nueva era saltaron al nuevo tren de la revolución. La desbandada de militantes hacia Morena es abrumadora, al grado de que son tantos que se puede decir lo que advirtió un viejo priista, que en realidad no era una traición a sus partidos, sino una colonización al partido nuevo en el poder.
¿Qué está pasando ahora? ¿Vivimos una nueva alternancia después de lo que pasó en el año 2000 con Vicente Fox? Todo pareciera indicarlo, pero en realidad es un simple gatopardismo para poder garantizar el control total del poder. Al grito de promover la democracia, la justicia y la honestidad, se acaban los contrapesos políticos y volvemos al viejo esquema del porfiriato o del priismo de los 70. Un solo mando presidencial, que no necesariamente tiene que ser quien gobierno en palacio nacional. Un partido hegemónico. La exclusividad en la moral política para determinar que es bueno o que es malo. Control de la Justicia, para determinar que es legal y legítimo.
Como se puede ver por todo el manejo que observamos, en realidad no hay una transformación de fondo para un desarrollo progresista, sino simplemente un acto de gatopardismo, en el que se finge que hay cambios para que todo siga igual que antes. Quieren sobrevivir al nuevo sistema, cambien el traje y la forma, pero mantengan el fondo. En México el verdadero poder lo tendrá el presidente en turno, quien en ocasiones fingirá que hace cambios para que todo siga igual. Como vemos, la corrupción sigue igual, la inseguridad y economía sigue incierta. Nada cambia, solo se transforma.