Entre mitos e historias: El grito de Independencia

Por Pedro A. Moroyoqui
La ceremonia del grito, que año tras año se celebra en México para conmemorar un aniversario más de la independencia de México y honrar a los héroes que nos dieron patria y libertad, presenta varias inconsistencias históricas.
En primer lugar hay que distinguir entre lo que es el inicio o principio de algo y su conclusión o término, en una competencia deportiva por ejemplo, resultaría ridículo e incluso injusto reconocer a todos los que la inician, no solo tienen que llegar hasta el final de la misma, sino sobresalir entre todos los demás, ya sea en tiempo, velocidad, resistencia etc. dependiendo de la naturaleza de la justa que se trate, pero a diferencia de los torneos deportivos, en las gestas históricas mexicanas celebramos el inicio o el principio, todos los vivas y los reconocimientos en las celebraciones patrias se los lleva Hidalgo y el grupo de insurgentes que fueron los precursores del movimiento de independencia, pero no lo llevaron a un feliz término, como se afirma en la ceremonia.
El llamado grito de Dolores, no confundirlo con el grito de independencia, ya que Hidalgo no la consumó, se dio la madrugada del 16 de septiembre de 1910 en el pueblo de Dolores, hoy llamado Dolores Hidalgo, municipio de Guanajuato, no obstante, la ceremonia del grito se celebra el quince de septiembre porque en 1910, la tradición oral nos dice que Porfirio Díaz, en ese entonces presidente de México, hizo coincidir la celebración del grito de Dolores con el día de su cumpleaños que caía el día 15 de septiembre, a partir de allí se hizo costumbre celebrarla ese día, tal vez don Porfirio la reafirmó, porque ya se venía celebrando ese día desde tiempo atrás.
Al ser derrocado don Porfirio, los gobiernos revolucionarios intentaron sacar de la memoria colectiva su nombre, para ello lo borraron de calles, escuelas y obras públicas y derribaron monumentos y estatuas del héroe del dos de abril, el único detalle que se les olvidó fue que la ceremonia del grito se siguió celebrando el día 15 y no el 16 de septiembre que fue cuando Hidalgo convocó a los americanos a levantarse en armas, seguramente don Porfirio desde su sepultura debe de estarse burlando de los gobiernos revolucionarios ya que no lograron su empeño de borrar del todo su memoria, pues en cada ceremonia se recuerda su cumpleaños y no un aniversario más del grito de Dolores que ocurrió el 16 de septiembre como ya lo mencionamos.
Otra de las grande falacias es que la guerra de independencia la hicieron los indígenas, es decir las clases oprimidas, pero los hechos no concuerdan con esa versión, todos los líderes que participaron en el movimiento de independencia fueron españoles criollos, empezando por Hidalgo, Allende, Abasolo, Aldama, Matamoros, Iturbide, Quintana Roo, Nicolás Bravo, Hermenegildo Galeana, el insurgente Pedro Moreno, Guadalupe Victoria, Ignacio López Rayón, incluyendo a las heroínas Leona Vicario y Josefa Ortiz de Domínguez, las únicas excepciones fueron Francisco Javier Mina, español peninsular, Morelos que era un mestizo y Vicente Guerrero, mulato.
En México se celebran las buenas intenciones, los deseos o los anhelos, no los resultados concretos, quizá la intención de Hidalgo de independizarse de España fue buena, pero con ese ejército desordenado y sin disciplina, robando y asesinando gachupines, no iba a llegar muy lejos, muchos españoles simpatizantes con la idea de la independencia, la rechazaron horrorizados al ver el tremendo desorden que provocó, por otra parte, para lanzarse a una revolución se necesita un plan y un proyecto de nación muy bien definido, no se debe actuar con improvisación, lo único que se le ocurrió a Hidalgo cuando fue descubierta la conspiración de Querétaro fue salir a la calle a matar gachupines, en un momento en que se requería unificar y conciliar a todos los bandos y castas para encauzarlos hacia un objetivo común.
Quizá la independencia se hubiera logrado en menos tiempo y con un mínimo de sangre derramada, pero Hidalgo asumió o mejor dicho le arrebató el mando a Ignacio Allende, que era el que lideraba el movimiento independentista. Hidalgo toleró y prohijó el saqueo el despojo y la rapiña, eso le permitió crear en muy poco tiempo un ejército de ochenta mil hombres, pero sin disciplina, Hidalgo no ejercía ningún control sobre ellos, asaltaron poblaciones inermes y desguarnecidas que poca o ninguna resistencia ofrecieron, una de ellas fue la toma de la ciudad de Guanajuato.
Aquí se creó otro de los grandes mitos, la leyenda del Pípila, según la historia repetida en la enseñanza primaria, este se cubrió con una loza de piedra las espaldas para protegerse de la lluvia de balas disparadas por los españoles refugiados en la alhóndiga de granaditas, a rastras logró llegar a las puertas del granero e incendiarlas, eliminado ese obstáculo, los insurgentes la tomaron, en este hecho tan trascendente ni siquiera el nombre de este personaje se ha podido saber.
Una vez tomado este bastión, el siguiente acto de Hidalgo fue pasar a cuchillo a los trescientos españoles, algunos de ellos viejos conocidos suyos, ya que Hidalgo viajaba de cuando desde su curato en Dolores hasta la ciudad de Guanajuato, donde se hospedaba en casa de alguno de ellos y comía con las familias más notables de esta ciudad.
Lo que aún sigue sin explicación es porque cuando estuvo en las goteras de la ciudad de México, no la tomó, algunos dicen que fue por falta de apoyo en parque y provisiones, si en un arranque de audacia hubiera entrado a la ciudad, habría abreviado años de lucha fratricida a solo unos meses, algunos de sus simpatizantes sostienen que fue para salvar a sus habitantes de una masacre, pero esto es una teoría que no cuadra, es cosa conocida que el ejército de Hidalgo se dedicaba a saquear y robar impunemente los pueblos y ciudades por las donde pasaba y asesinar a la población, Hidalgo permitió asesinatos en Guanajuato, en Guadalajara y en muchos lugares por donde pasó su ejército, así que los asesinatos y las degollinas no lo espantaban.
Esa indecisión le costó su primera derrota a manos del general realista Félix María Calleja al mando de un ejército profesional y disciplinado de siete mil hombres despedazó y puso en fuga al ejército de ochenta mil hombres de Hidalgo, a partir de entonces su estrella empezó a eclipsar, Hidalgo se refugió en Guadalajara, pero hasta allí llegó el ejército de Calleja y derrotó una y otra vez a Hidalgo y Allende.
Derrotados y desmoralizados los insurgentes emprendieron la huida hacia el norte, con la intención de refugiarse en Estados Unidos y regresar cuando la ocasión fuera más propicia, en un lugar llamado Acatita del Baján, en el actual estado de Coahuila fueron interceptados y tomados prisioneros por el ejército realista el 21 de marzo de 1811, los militares fueron juzgados y pasados por las armas, Hidalgo recibió otro tipo de trato, como sacerdote primero tenía que ser juzgado por la Iglesia, fue conducido hasta la ciudad de Chihuahua donde se le degradó de su investidura sacerdotal, en un rito donde se le rasparon las palmas y los dedos de las manos y se le cortó el pelo, acusado de sedición herejía y cisma, una ceremonia inútil de parte de la Iglesia, pues el sacramento del sacerdocio es indeleble, no lo quita nadie, esto más bien era para meter miedo a los que tomaran el partido de la insurgencia.
Pese a que muchos historiadores quieran hacer pasar a Hidalgo como un liberal, él nunca dejó de ser un sacerdote al que le aterrorizaba la idea de irse al infierno, se confesó y se arrepintió de sus culpas, tanto el alcalde como los guardias de la prisión respetaron su investidura sacerdotal y lo trataron con deferencia a pesar de ser un reo degradado por la inquisición.
Algunos historiadores narran que Hidalgo era algo goloso, un día antes de morir uno de los guardias adquirió algunos dulces en el mercado y los obsequió a Hidalgo, comió algunos y guardó el resto, como buen español acostumbraba a media tarde tomar un refrigerio es decir una merienda que consistía en un jarro de chocolate acompañado con algunos panecillos, al percatarse que no había suficiente leche, Hidalgo reclamó a los guardias que no porque iba a ser fusilado al día siguiente era motivo para reducir la cantidad de leche para preparar el chocolate.
Unos días antes, escribió en las paredes de su celda unos versos dedicados al alcalde de la prisión y a sus guardias, en ellos se despide y agradece las atenciones brindadas a su persona, uno se apellidó Ortega, otro se llamó Melchor y el nombre del último el tiempo lo borró, esto es lo que se ha conservado:
Ortega tu crianza fina
tu índole y estilo amable
siempre te harán apreciable
aún con gente peregrina.
Tiene protección divina
la piedad que has ejercido
con un pobre desvalido
que mañana va a morir
y no puede retribuir
ningún favor recibido
Melchor, tu buen corazón
ha adunado con pericia
lo que pide a la justicia
y le exige compasión
La primera parte de este verso se borró
Das consuelo al desvalido
en cuanto te es permitido
partes el postre con él
y agradecido Miguel
te da las gracias rendido.
Al día siguiente por la madrugada Hidalgo fue conducido al paredón, en el camino repartió los dulces sobrantes a los soldados y pidió al pelotón que apuntaran al corazón, la idea era terminar rápido, pero el pelotón de fusilamiento estaba en shock, era un sacerdote al que iban a acribillar, el nerviosismo hizo que erraran el tiro y toda la descarga impactó en su estómago, muchos años después un soldado describió la terrible escena: Hidalgo volteó a ver a sus verdugos con sus hermosos ojos verdes llenos de lágrimas, su dolor y su agonía se prolongaron por más de una hora, era el 30 de julio de 1811 cuando expiró.
Las autoridades españolas le arrancaron la cabeza y la colocaron junto con las de otros insurgentes en cada una de las esquinas de la alhóndiga de granaditas.
La independencia de México no se consumó el 15 ni el 16 de septiembre de 1810, como se ve por la explicación anterior, este territorio que hoy todos los mexicanos llamamos México, pero que oficialmente se llama Estados Unidos Mexicanos, no se separó de España.
A diferencia de otros pueblos del mundo que celebran la cosecha, en México celebramos la siembra, tuvieron que pasar once años y once días de una guerra continúa para que el 27 de septiembre de 1821, Agustín de Iturbide, uno de los tres grandes villanos de la historia oficial, cuyo nombre fue borrado de la lista de próceres, consumara la independencia y además sin derramar una gota de sangre y sin disparar un solo tiro.