
“La palabra mestizaje significa mezclar las lágrimas con la sangre que corre. ¿Qué puede esperarse de semejante brebaje?”
—Gabriel García Márquez
Por Daniel Padilla Ramos
Las posesiones españolas en toda América, llamadas también Indias o Nuevo Mundo, eran un territorio con una gran diversidad debido a las relaciones que inevitablemente existían entre los ibéricos y los nativos. El Imperio español creó un sistema de castas, una especie de orden abstruso basado en la desigualdad étnica, lo cual conllevó a gran cantidad de injusticias e ignominias.
Aunque esta discriminación se aplicó en todo el continente conquistado, en esta narración solo enfocaré mis opiniones en lo que concierne a la Nueva España, es decir, a nuestra tierra mexicana y lo que entonces la componía.
Los criollos eran en la época colonial aquellas personas descendientes de europeos nacidas y criadas en los territorios de la Nueva España. Ellos tenían el control sobre gran parte del comercio y de la propiedad agraria, ya que formaban un grupo con respetable músculo económico y una alta posición en el estrato social, sin embargo, no todo era vida y dulzura para ellos, ya que no podían ocupar cargos políticos al ser estos exclusivos para los llamados “peninsulares”, es decir, los nacidos en España.
Por ello, existía una disensión de marras entre los españoles peninsulares y los criollos, ya que, al tener estos últimos menos derechos, eran relegados a un segundo plano en la administración, lo que les provocaba una inexorable displicencia y un fuerte resentimiento hacia los ibéricos natos.
Los orígenes criollos en nuestro territorio se remontan a los siglos XVI y XVII, cuando cientos de miles de españoles emigraron temporalmente al continente americano, la mayoría de ellos campesinos, artesanos y comerciantes que buscaban una mejor vida de la que tenían en la península ibérica.
A pesar de sus intenciones de regresar a su patria, en la realidad eso no solía suceder, ya que muchos de los españoles que llegaron a la Nueva España se quedaron aquí para siempre, ya sea por trabajo, por amor o por obligación, por lo que a España jamás regresaron.
Con el paso de las décadas, sus descendientes eran cada vez más numerosos, aunque seguían siendo una irrisoria minoría, ya que, según censos del siglo XVII, los peninsulares y criollos representaban sólo un 10% de la población de nuestro territorio, mientras que el resto lo componían los nativos indígenas, mestizos y uno que otro extranjero colado como polizonte.
Mestizo era el término usado por el Imperio español a los descendientes de padre o madre de raza blanca y de un padre o madre de raza amerindia. En el sistema de castas colonial tenían un estatus social todavía más disminuido, ajenos totalmente a los derechos y libertades que poseían los peninsulares o los criollos.
En toda la América colonizada los españoles utilizaron diversos términos para definir a estas mezclas de razas según cada región, por ejemplo, Mestizo repito, era la mezcla de indígena y español, Mulato era la aleación de negro y español, Morisco era la unión entre mulato y español, y Coyote era la liga de mestizo e indígena.
En ese sistema de castas antes citado, es pertinente aclarar que ellos no eran los que estaban en lo más bajo de la jerarquía social, ese deplorable lugar lo ocupaban los “indios” y los “negros”, quienes tenían aún menos derechos, una antonomasia de degradación.
De la doble otredad de individuos y mundos tan distintos como los de Hernán Cortés y Moctezuma II nacería una nueva realidad, ya que, aunque en 1521 los mexicas fueron derrotados en fiera batalla, en 1528 nacería Leonor Cortés Moctezuma, hija de Hernán Cortés y de la hija del Emperador Moctezuma, con lo que queda demostrado que hasta los seres humanos más distintos pueden acabar teniendo puntos en común.
Podríamos decir que de la dupla Conquistador-Emperador su descendencia es en parte la misma, aunque la genealogía en la historia los fue separando porque ambos padres tuvieron otros hijos por su cuenta además de Leonor, la nietecita de Moctezuma e hija de Cortés, producto —según algunos cronistas— de una supuesta violación del extremeño en contra de la hija del Emperador.
Y es que está documentado que, una vez que Hernán Cortés consumó la conquista de la gran Tenochtitlán, procreó una hija con la descendiente del Emperador Moctezuma, a quien Cortés había rebautizado con el nombre de Isabel y por quien, según dicen, sentía profunda limerencia.
La jovencita Isabel, cuyo nombre náhuatl era Tecuixpo Ixtilxóchitl, había sido previamente esposa de los Emperadores Cuitláhuac y Cuauhtémoc, sucesores de su padre, pero cuando estos murieron, Hernán Cortés, tierno y compasivo la consoló y a los años terminó haciéndole una criatura, al parecer contra la voluntad de la princesa repito.
Cuando Isabel se encontraba a cuatro meses de dar a luz, Hernán Cortés la obligó a casarse con su subordinado Pedro Gallego con la intención de evadir la responsabilidad del embarazo, sin embargo, inexplicablemente el conquistador aceptó darle su apellido y le heredó a su pequeñita un inmenso peculio calculado en 10,000 ducados.
Esta bebecita mestiza, Leonor Cortés Moctezuma, ya siendo una mujer a sus 22 años en 1550 se casó con Juan de Tolosa, un respetado personaje español que descubrió las ricas minas de plata de Zacatecas, las más opimas de nuestro país hasta la fecha.
Leonor y Juan procrearon a su vez dos hijas: Leonor de Tolosa Cortés-Moctezuma, quien se matrimonió con Cristóbal de Zaldívar Mendoza en 1580, mientras que Isabel casose en 1588 con Juan de Oñate, explorador y fundador de Nuevo México, la primera colonia estable de la Nueva España en lo que hoy son los Estados Unidos.
Las nietas de Cortés (bisnietas de Moctezuma) y sus potentados maridos tuvieron una amplia descendencia que hasta la fecha circula no sólo por nuestro país, sino también por la unión americana y hasta por la madre patria, en un legado sanguíneo de 16 generaciones que se originó con la conquista de México hasta nuestros días, raza mestiza que hoy perdura.
Isabel Cortés-Moctezuma se matrimonió seis veces, tres con mexicas y tres con españoles, por ello, el Emperador Moctezuma tiene su descendencia plenamente identificada e intacta hasta nuestros días, y entre ellas se cuenta a la señora Blanca Barragán Moctezuma, conocida residente de la CDMX.
Esto es tan real como que durante cuatro siglos el gobierno de México efectuó un pago a los descendientes directos del huey Tlatoani, subvención conocida como “la pensión de Moctezuma”, la cual se canceló hasta el año de 1933 por instrucciones del entonces Presidente sonorense Abelardo L. Rodríguez.
Isabel Moctezuma —la hija del Emperador— se casó primero con Pedro Gallego y después se divorció, y luego se casó con Juan Cano de Saavedra, con quien tuvo cinco herederos.
Uno de estos hijos se matrimonió con María de Castañeda, de quienes descienden varias familias mexicanas de apellidos muy “de casa”, como los Fernández de Lima y los Moctezuma Barragán.
Se estima que en la actualidad existen 200 familias que provienen directamente del Emperador Moctezuma II, todas ellas esparcidas entre México, España y la unión americana.
La señora Blanca Barragán Moctezuma es nieta de Doña Esperanza Carrillo de Albornoz Cano Moctezuma, quien viene siendo descendiente directa del mismísimo Moctezuma Xocoyotzin.
Para demostrar sus orígenes aztecas, Doña Blanca posee ciertos tesoros genuinos de su ascendencia, tales como artículos y secretos indígenas que heredó y que son de gran valor para su familia, pero sobre todo para la historia de México y la humanidad misma.
Entre la descendencia del huey Tlatoani, pertenecientes a la doceava y treceava generación, se cuentan a personajes importantes de la historia de nuestro país como lo son los ex-Presidentes Miguel Barragán (1835-1836) y Pedro María Anaya (1847-1848).
Cito también al General Juan Barragán Rodríguez, quien fungiera como secretario particular del Presidente Venustiano Carranza y Gobernador de San Luis Potosí, además de fundador y Presidente del desaparecido PARM (Partido Auténtico de la Revolución Mexicana).
Pertenece igualmente a esa dinastía el Lic. Esteban Moctezuma Barragán, Secretario de Gobernación en el sexenio de Ernesto Zedillo y Embajador en Estados Unidos durante la administración de Andrés Manuel López Obrador; Esteban pertenece ya a la quinceava generación.
El 08 de noviembre de 2019, justo cuando se conmemoraron los 500 años del primer encuentro entre el conquistador Hernán Cortés y el Emperador Moctezuma II, dos descendientes de ambos aceptaron juntarse en el sitio exacto en el que ellos se saludaron por primera vez hace cinco siglos, esto en la esquina de República del Salvador y Pino Suárez, en el Centro Histórico de la capital de la República.
Ellos fueron Ascanio Pignatelli (generación décimo sexta de Cortés) y Federico Acosta (generación décimo cuarta de Moctezuma). El primero sugirió que dicho encuentro fuera una celebración, sin embargo, el segundo, se limitó a manifestar que solamente quería un acto conmemorativo. Quizás todavía sienta cierto agravio.
Pignatelli señaló que desde siempre ha estado consciente de la familia a la que pertenece, y hasta presumió que en su casa tienen un enorme cuadro de Hernán Cortés con un uniforme militar de la época.
Acosta por su parte, asegura que nadie de su familia olvida su linaje y que hasta cierto punto les ha resultado fácil saber quiénes son los que forman parte de la dinastía Azteca, ya que cuentan con un nutrido árbol genealógico y una credencial del Registro Nacional de Pensiones, donde el causante es el mismísimo Moctezuma II.