Noticias_Recientes

Alerta Unison sobre exposición a plaguicidas

Es evidente que el potencial de exposición a plaguicidas de los habitantes de localidades cercanas a los campos agrícolas tiende a ser mayor que en las personas que habitan lejos de esas zonas, además se requiere mejorar la infraestructura habitacional, agua y otros servicios para disminuir los riesgos de exposición a esos productos, indicó María Isabel Silveira Gramont.

Al desarrollar el tema «Riesgos de Contaminación por Plaguicidas Agrícolas en el Distrito de Desarrollo Rural de Hermosillo», la investigadora del Departamento de Investigación y Posgrado en Alimentos (DIPA) de la Universidad de Sonora añadió que es necesario que se construyan barreras ecológicas alrededor de los poblados para aminorar el riesgo de exposición de los plaguicidas y prohibir o poner restricciones más severas a la fumigación aérea.

«Es un hecho que aun respetando todos los reglamentos en vigor, se siguen aplicando enormes cantidades de plaguicidas en el agro», señaló.

Silveira Gramont recordó que la investigación sobre plaguicidas inició en 1996 en la Universidad de Sonora, en el CIAD y en el Instituto Tecnológico de Sonora (Itson), principalmente, y que en esos estudios han sido piezas claves Lourdes Aldana Madrid, del DIPA; Ana Isabel Valenzuela Quintanar, del CIAD, y Mercedes Meza Montenegro, del Itson, a quienes calificó como pioneras en investigación sobre plaguicidas en Sonora.

Igualmente, se refirió a su proyecto «Diseño e implementación de modelos integrales de riesgo de exposición a plaguicidas en Sonora», que desarrolló con apoyo del estudiante Julián Piri Santana, de donde tomó datos para informar sobre algunos de los aspectos perjudiciales del uso de plaguicidas en las zonas agrícolas del estado de Sonora.

Mencionó que la agricultura en Sonora tuvo un gran impulso con la construcción de grandes presas, lo que permitió que se desarrollaran explotaciones agrícolas que crecieron a medida que se instalaba una infraestructura moderna en la producción de cultivos como trigo, maíz, algodón, y otros de menor superficie.

«En las cercanías de estos campos se instalaron asentamientos de trabajadores agrícolas con sus familias para poder acceder fácilmente a sus lugares de trabajo –apuntó–, y así surgió una gran cantidad de poblados, a los que se le fueron añadiendo diversas etnias de Sonora –yaquis, mayos y guarijíos, principalmente– y del sur del país que venían buscando trabajos mejor remunerados en estas regiones».

Añadió que estas localidades no siempre fueron cuidadas por las autoridades ni por los propios productores, y tuvieron un desarrollo bajo. «Cuando, en el 2005, hicimos el trabajo de investigación de contaminación por los tres insecticidas más utilizados, esas localidades estaban bastante abandonadas. En la actualidad, el gobierno cobró conciencia de esa problemática y ha cambiado un poco la situación», destacó.

Dijo que esas localidades son las que están más expuestas a la contaminación por plaguicidas, porque los campos están prácticamente a 650 metros, en promedio, de los campos agrícolas, y con los vientos normales de ocho kilómetros por hora –sin contar los de febrero, que son más fuertes y peligrosos, indicó–, el plaguicida llega a las comunidades fácil y permanentemente.

Aunque no se sabe a ciencia cierta cuáles pudieran ser los riesgos en la salud de los habitantes de dichas comunidades, puntualizó, sí sabemos que la contaminación por plaguicidas en sangre, orina y líquido seminal ocurre en un porcentaje mayor al 50% en los que trabajan y habitan en comunidades aledañas a los campos agrícolas, y que existe también cierto grado de exposición incidental en personas que habitan en esos poblados.

De todos los estudios que realizamos, agregó, pudimos determinar los factores principales que inciden en esa contaminación: los años de trabajo en la agricultura, frecuencia de exposición a los plaguicidas, la cercanía de la vivienda a campos agrícolas, la falta de uso de equipo y ropa de protección cuando se está en contacto con plaguicidas, y desconocimiento de la acción y el peligro de los plaguicidas, lo que acarrea un manejo inadecuado o falta de cuidado en su almacenamiento tanto a nivel agrícola como en el hogar.

PLAGUICIDAS EN TRIGO

María Isabel Silveira Gramont dio a conocer datos de su proyecto de investigación –que se delimitó Distrito de Desarrollo Rural de Hermosillo–, y mencionó que de los principales cultivos de la región, «en el caso particular del trigo, encontramos que se utilizan 1,228 productos comerciales de plaguicidas. De éstos, 206 son fungicidas, 484 son herbicidas y 538 son insecticidas», detalló.

Además, dijo, se encontró que los principios activos de los productos aplicados con mayor frecuencia a ese cultivo fueron: los fungicidas Clorotalonil y Mancozeb; los herbicidas 2-4D, Glifosato y Paraquat, y los insecticidas Dimetoato, Malatión y Paratión metílico. «Cabe aclarar –puntualizó– que muchos de éstos están prohibidos en Canadá, Estados Unidos y en la Unión Europea».

Aunque existen estudios para reducir los pesticidas y sustituirlos por manejo integrado de plagas y crear las condiciones de «campos limpios», en los campos agrícolas de nuestra región hay una sobreutilización de productos contaminantes, señaló la investigadora.

Para concluir, dijo que se requiere una educación activa de los habitantes sobre los riesgos de los pesticidas, y cultivar los hábitos de protección e higiene en el trabajo y en el hogar. «Esta educación debe ser continua, de forma que las personas tomen conciencia del riesgo que enfrentan para puedan actuar por su cuenta para protegerse».