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Así es como el sufrimiento se vuelve invisible: «Los desaparecidos no votan»

Cada desaparición es una tragedia que nos involucra a todos y debemos recordar que, hasta que eso no ocurra, no será una prioridad para el gobierno

 

Por Mónica Calles Miramontes

¿Cuántos hijos caben en 89 bolsas? Es la frase con la que, el pasado ocho de octubre, el Colectivo Manos Buscadoras iniciaba su publicación dando a conocer que, hasta ese momento, habían desenterrado 89 bolsas con restos humanos en Zapopan.

“Ándale, ya, ya te encontramos, ya nos vamos pa’ casa”, decía una madre en aquel campo cuyas raíces bajo tierra eran los restos de sus hijos, familias y de sus propias vidas, que en un solo instante les arrebataron. 

En otro horizonte, el gobierno y sus seguidores despertaban embriagados por un Zócalo lleno de ovejas que durante una noche bailaron al son de la indiferencia, bailaron sobre la condena del futuro de un México que normaliza la tragedia y alienta la impunidad.

Ese Zócalo lleno nos recuerda cómo se ve la ausencia. Cuando la arenga acaba y todos se marchan, entonces, se llena de 133 mil ausencias que el gobierno se niega a nombrar.

Las desapariciones en México son un problema espeluznante. Sabemos que miles de números son ocultados, pero considerando la cifra reconocida por el gobierno, en un registro que inició desde 1950, el 56% de las desapariciones ocurrieron entre 2018 y 2025. ¡Ya no pueden seguir culpando al pasado!

Claudia Sheinbaum presume como un logro de su primer año de gobierno la supuesta reducción de homicidios; pero al mismo tiempo oculta que este año el incremento de desapariciones va del 14% al 16%, rebasando por mucho el desastre que dejó Andrés Manuel. 

Para ellos, si no hay cuerpo, no hay homicidio; pero se equivocan, porque hay desaparecidos, y hoy han crecido de una manera jamás vista. ¡Ese es el costo de nuestra indiferencia! 

Fenómenos así se replican en otros países (Venezuela, Colombia, Ecuador y otros) que, como México, están desbordados en el terror, inseguridad y una crisis de violencia ocasionada por la colusión de la política con el crimen.  

A pesar de todo, debemos reconocer que esto no es solo un asunto del gobierno; la sociedad también ha sido cómplice, porque nuestra pasividad le permite al gobierno flotar en un mar de indiferencia, desprecio y revictimización, sin asumir reproches sociales ni políticos. 

Si esa actitud pasiva persiste, las consecuencias serán aún más terroríficas, considerando que hoy tenemos a un Poder Judicial secuestrado por el oficialismo, con lo que tenemos asegurada la impunidad de funcionarios de un partido manchado por su complicidad con la delincuencia.  

Sin embargo, como sociedad nos queda la exigencia, la unión y acompañar en esta causa a los colectivos de búsqueda. Es necesario enviar al gobierno el mensaje de que sí habrá costo político de su incapacidad e indolencia ante las desapariciones. 

¡No debemos normalizar más esto, ni aprender a convivir con la tragedia! Es necesario tomar consciencia e indignarnos por lo que está pasando en México. 

Cada desaparición es una tragedia que nos involucra a todos y debemos recordar que, hasta que eso no ocurra, no será una prioridad para el gobierno; porque, lamentablemente, en este país, el dolor y el sufrimiento se ignora si no hace ruido en las urnas. 

¡Exijamos justicia! ¡Exijamos verdad! Solo de esta manera volveremos este tema una prioridad para el gobierno.

No dejemos solas a las madres buscadoras, sus desaparecidos son nuestros desaparecidos. Después de todo, ¿qué cosecha un país cuando siembra cuerpos?

* Abogada y consultora en materia electoral y constitucional