DestacadaPrincipales

Buscan rescatar a un ícono de la historia regional: Casa Uruchurtu

Por Redacción

Para conmemorar el 50 aniversario de fundación de la Sociedad Sonorense de Historia anunciaron una serie de actividades conmemorativas.

Se trata de presentaciones artísticas y culturales, video cápsulas de la historia de la SSH y sus personajes, simposios, un proyecto editorial y la develación de una placa conmemorativa.

Además impulsan el programa “Amigos de la Casa Uruchurtu” con el objetivo de restaurar y conservar este emblemático edificio de Hermosillo.

Con esto se busca recaudar al menos $500,000 pesos para atender problemas de humedad, daños por termitas y renovar espacios clave como el auditorio y el mezanine.

 

Al rescate de un ícono

El edificio que alberga a la Sociedad Sonorense de Historia está considerado como patrimonio histórico de la ciudad por el INAH.

Fue construido a finales del siglo XIX y en 1985 los hermanos Uruchurtu, el doctor Gustavo y el licenciado Ernesto —parientes de Manuel Uruchurtu, el famoso “Caballero del Titanic”—, cedieron la mencionada finca al Gobierno del Estado con la condición de que fuera utilizada para promover la cultura. El acto quedó asentado en una placa visible en las instalaciones.

En un artículo de divulgación del arquitecto Adolfo García Robles, explica algunas de las características de la fachada de la casa Uruchurtu:

El sol poniente de las tardes hermosillenses castiga despiadado la elegante y señorial fachada de estilo «Barroco Republicano» que ostenta la casa sede de la Sociedad Sonorense de Historia, antes residencia de la familia Uruchurtu.

Sus sillares simulados sirven de fondo a la sencilla entrada de su único portón con arco de medio punto flanqueado por dos pilastras decorativas, resaltando en el pretil un remate con roleos, cual cortinajes que contiene al centro una cartela con las letras «M.R. de U.», equivalente a las iniciales de «Mercedes Ramírez de Uruchurtu, una descendiente política», nos dice el Dr. Cano. Una acrótera campea en la parte más alta del remate.

La recia puerta, ahora restaurada, ostenta en el medio punto del tímpano, un encaje de herrería simulando los nervios de un abanico.

Las pilastras, que también se encuentran a cada extremo de la fachada, descansan en una basa moldurada, y al centro del fuste, las decora un perfecto círculo. Por capitel, lucen unas sencillas hojas de acanto que no soportan ningún entablamento, ya que inmediatamente arranca la sencilla cornisa corrida.

Las jambas del vano de la puerta, muy sobrias, sirven de apoyo a las dovelas del arco simulado en perfecto diseño esterotómico, teniendo la clave, la pequeña cartela trapezoidal para el número «oficial».

El pretil directamente descansa sobre la cornisa y aparentemente se apoya en unos dados, prolongación de las pilastras, teniendo como acabado un enjarre rústico igual al de los sillares simulados, pero decorado con unas elípses truncadas, dentro de las cuales se han incrustado dos pequeños círculos.

La distribución está perfectamente calculada, coincidiendo con los elementos principales de la composición de la fachada, y estos son:

-Las tres ventanas-balcones, elegantemente enmarcados con jambas y cerramientos lisos, sobre los cuales después de una doble moldura angular, campean sendos frontones quebrados de forma triangular, en los que la «rotura» casi está en el vértice sin llegar a tocarse.

-La platabanda del cerramiento luce unas ondulaciones en enjarre rústico en forma de etéreas alas y, cerrando los vanos, sencillas rejas, rematados sus barrotes por las inevitables puntas de lanza tan caras a los edificios de ésta época en Hermosillo.

-Las ventanas por ser tres no están simétricas con respecto a la puerta, dos aparecen en el lado norte y una en el sur, provocando con ello una asimetría no exenta de atractivo porque le da un carácter propio a la fachada.

-Las juntas simuladas de los sillares, los marcos y frontones de las ventanas, los filos de pilastras con sus bases y, la cornisa, remate de pretil, así como la cartela, roleos y acrótera; lucen más por estar pintadas de blanco, haciendo resaltar el gris de los sillares.

Una magnífica fachada que no puede dejar de llamar la atención de eruditos y neófitos, impacta a primera vista a pesar de competir con la mole de su vecino sur y la ambigüedad del que está al norte.

Luce dignamente por derecho propio, tal como debe de ser con las obras de arte en las que está plasmada el sello personal de su autor, o de su propietario.

En este caso no se sabe quién haría el proyecto, pero no cabe duda que es obra de un conocedor por la fineza del trabajo y las proporciones arquitectónicas, manifestadas en el gusto tan especial de utilizar los estilos clásicos en una interpretación muy libre pero buscando, paradójicamente al academismo, la riqueza ornamental, muy del gusto mexicano, y que para mediados del siglo XIX, había dado al traste con las ideas puristas del neoclásico de fines del XVIII y principios del siguiente.