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Candidaturas 2024: lo que viene 

¿Quién puede asegurar y garantizar que en la elección de 2024 no va a pasar nada que altere el proceso político? Nadie

Por Bulmaro Pacheco
A unos cuantos días de resolverse las coordinaciones de proyectos tanto de Morena como del Frente Amplio, que representarán aquellos quienes obtengan la mayor parte de los apoyos —en las encuestas unos y otros en la participación directa de la sociedad—, la atención se orientará en lo que sigue para quienes resulten seleccionadas tanto en la coalición Morena, PT y Verde como en el Frente Amplio PAN, PRI y PRD. 
Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Adán Augusto López y Ricardo Monreal por la alianza Morena, PT y Verde Ecologista. Beatriz Paredes, Xóchitl Gálvez, Enrique de la Madrid y Santiago Creel por el Frente Amplio.
Entre esos ocho participantes está seguramente quien habrá de encabezar el Poder Ejecutivo federal entre 2024 y 2030. 
Estamos a menos de diez meses de la elección del próximo 2 de junio y a 21 días de que se instale —a nivel nacional— el proceso electoral el próximo 4 de septiembre, como lo establece la ley respectiva. 
Los plazos fatales son el 3 de septiembre para el Frente Amplio, y tres días después (el día 6) para Morena y sus aliados. Para dar a conocer a los triunfadores del proceso interno. 
Se conocerá quiénes quedarán como responsables de la estrategia política y electoral de seis de los siete partidos políticos nacionales que darán la batalla en el 2024. ¿Y Movimiento Ciudadano, el séptimo partido? Nadie sabe hasta ahora ni quién ni cuándo pudieran definir su candidatura presidencial, aunque ya se manejan algunos nombres. 

Los precandidatos presidenciales del Frente Amplio por México, Enrique de la Madrid, Beatriz Paredes, Xóchitl Gálvez y Santiago Creel, posan durante la entrega de constancias a la segunda ronda del proceso para definir al candidato presidencial hoy, en la Ciudad de México (México). EFE/Mario Guzmán


Las apuestas actuales se enfocan en la hipótesis sobre la posibilidad de rupturas en los procesos internos de los partidos, por la insatisfacción de alguno de los contendientes al no estar de acuerdo con los resultados obtenidos. En el Frente Amplio ya se manifestó la primera inconformidad proveniente de los perredistas Silvano Aureoles y Miguel Mancera, quienes se quejan de no haber sido seleccionados para pasar a la segunda etapa del proceso interno a pesar de haber conseguido las firmas necesarias. 
Se les aclaró que aun cuando había logrado las firmas no lo hicieron en los 17 estados que señala la convocatoria como requisito, y también existen dudas sobre la legitimidad de las firmas. El PRD anuncia una pausa en su participación dentro del Frente Amplio. 
En Morena siguen los enfrentamientos ente los punteros: Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard, ante la negativa de la primera a debatir sobre los temas de la agenda nacional. Ebrard insiste, pero ella le juega pegada a la barda. No se vaya a inquietar el «manager» y los descalifique a ambos, porque calentando el brazo se encuentra Adán Augusto. 
Los allegados a las llamadas «corcholatas» afirman que el jefe máximo no les autorizó el debate y que sigue siendo el método de las encuestas el que al final va a decidir. Por no dejar, agregaron a dos aspirantes más, conscientes de que les espera una buena negociación vía el reacomodo político transexenal y para que no se sientan como partidos chicos. 
Por eso las giras de las llamadas «corcholatas» se han concretado a contactos con —casi siempre— acarreados y a saludos insustanciales a la gente, sin mayores propuestas que solo prometer que la llamada 4T continuará en el poder para ampliar los programas sociales; la carta más fuerte del gobierno como propuesta hasta ahora. Nada más. 
Lo que sigue será un conjunto de tensiones políticas y señalamientos de parte del Ejecutivo a todo lo que huela a oposición. 
El presidente impuso récord atacando a Xóchitl Gálvez porque le alteró el programa sucesorio —el titular del Ejecutivo apostaba que la oposición sería derrotada el próximo año—. Un día sí y otro también ataca en las mañaneras a la senadora por Hidalgo y con toda seguridad va a seguir buscando elementos que puedan afectarle en su imagen, sobre todo en su gestión como responsable de la delegación Miguel Hidalgo de la Ciudad de México, para tratar de desbancarla de la carrera presidencial. 
Ya atacó también a Santiago Creel por su panismo y por su desempeño político. También le va a seguir buscando al pensar que algo habrá de encontrarle —o crearle— en sus responsabilidades públicas. 
Ya señaló a Enrique De la Madrid diciendo que hizo algunas cosas malas y seguramente le buscarán en Turismo o en la desaparecida Financiera Rural, donde De la Madrid se desempeñó el sexenio pasado. 
De Beatriz Paredes no ha dicho nada hasta ahora, pero no se descarta que también la ataque en próximas mañaneras. 
Tampoco deja de mencionar a Claudio X. González, a quien acusa de ser el orquestador de la estrategia opositora. Quizá si González tuviera algo que le exhibieran en cuanto a su desempeño público y privado, ya hubieran tratado de destruirlo no solo en las mañaneras sino también en la amplia red de promotores en medios de la llamada 4T. 
Por eso a partir del próximo 17 de agosto, cuando ya se sepa quiénes serán los tres finalistas del Frente Amplio, deberán contar también con una estrategia de defensa del proyecto que incluya el seguimiento de la postura presidencial, que no parará ni cederá a pesar de que los organismos electorales a cada rato le estén llamado la atención o exhortándolo al orden; al cabo que ya dijo que no le salgan con que «La ley es la ley», y con eso se justifica. 
La elección presidencial en México es el evento político más importante desde que en 1920 se restableciera el relevo del Ejecutivo vía la elección popular. También desde que en 1928 el período presidencial pasara de cuatro a seis años de duración.
Es el evento que concentra la verdadera lucha por el Poder y donde se desatan las fuerzas políticas del sistema que buscan ser tomadas en cuenta, por eso hay tensiones y en ocasiones violencia, como la elección de 1940 cuando el sector militar, con Almazán a la cabeza, se enfrentó al candidato de Lázaro Cárdenas. O la de 1952, cuando un sector de revolucionarios enfrentó al candidato de Miguel Alemán Adolfo Ruiz Cortines— con violencia y todo. O las agitaciones sociales de 1958, que influyeron en el relevo del presidente Adolfo Ruiz Cortines. O los eventos previos a la sucesión de 1970, con las tensiones y violencia política generadas por el movimiento estudiantil de 1968. 
O bien, por los enfrentamientos del sector empresarial con los presidentes Luis Echeverría (por la expropiación agraria) y José López Portillo (por la expropiación de los bancos) que afectaron las sucesiones de 1976 y 1982. 
O por la ruptura en el PRI de 1988. O el asesinato de Luis Donaldo Colosio en 1994 y las tensiones de la elección del 2006, por lo reducido de la ventaja de Felipe Calderón sobre López Obrador en su primer intento. 
¿Quién puede asegurar y garantizar que en la elección de 2024 no va a pasar nada que altere el proceso político? Nadie. ¿Quién garantiza que todo va a salir bien cuando desde el poder se atiza constantemente la división y la polarización política? ¿Por qué se ataca a diario a los adversarios de la 4T, y a las corcholatas, a pesar de excesos, acarreos y publicidad ilegal no se les toca ni con el pétalo de una rosa? ¿Qué peso tendrán Las autoridades electorales y la Suprema Corte de Justicia que son atacadas un día sí y otro también? 
Nada para nadie por ahora. Ojalá que impere la serenidad, el diálogo y que los procesos internos de las dos fuerzas políticas en juego se resuelvan sin fracturas ni enfrentamientos. Ojalá.
 
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