DestacadaGeneral

Cierren la puerta, señores…

Por Feliciano J. Espriella/

Con todas las fallas de los actores que montan el andamiaje electoral, la única forma que tenemos de poder incidir en las decisiones que nos afectan a todos, es participando en las urnas

Yo mismo voy a soltar, entona Vicente Fernández en una muy conocida canción mexicana, al tiempo que alguien grita ¡HAGAN SUS APUESTAS!

Aunque oficialmente no inicia todavía la contienda política, de facto está no sólo iniciada sino en plena ebullición y como en los palenques las apuestas principiaron ya con mucha vehemencia. Partidarios de azules y rojos son quienes ya empiezan con aires triunfalistas a proclamar la superioridad de su gallo, o su gallina. En tanto el público en las tribunas empieza a encenderse y a tomar partido.

La carrera en la gubernatura está llegando al clímax. Una vez designados los candidatos que los representarán (no electos aunque nos quieran dar de nueva cuenta atole con el dedo con simulaciones de contiendas internas) por los dos únicos partidos con posibilidades de ganar, el fragor de la contienda seguramente irá creciendo en intensidad.

Y en ese fragor, como suele suceder también en los tugurios donde se corren apuestas, la mente se suele obnubilar. Nada más peligroso cuando lo que está en juego es verdaderamente importante como son las elecciones actuales. El futuro de Sonora (y no estoy usando clichés) dependerá en buena medida de la decisión que tomemos los sonorenses.

No se trata sólo de la gubernatura lo que estará en juego, lo cual de suyo ya sería de gran importancia, sino de todas las posiciones (con excepción de las senadurías) de elección popular. A partir del próximo mes de septiembre tendremos nuevos a 72 alcaldes, siete diputados federales, 21 diputados locales y naturalmente un(a) gobernador(a), además de un buena cantidad de diputados pluris tanto federales como locales. Aunque algunos llegarán por segunda o tercera ocasión al cargo.

Toda la vida institucional del estado sufrirá una transformación y eso no es poca cosa. El gran cuestionamiento es ¿Cómo será la participación de la población? ¿Como infantes que basta con una pequeña golosina para granjearse sus simpatías? ¿Como adultos responsables y conscientes de que su participación es un tema de extrema seriedad?

Ojala optemos por la segunda opción y quién no lo haga, no se queje después de lo mal que van las cosas. Empero, se tiene que reconocer la existencia de multitud de factores que infunden el desánimo y desalientan la participación de la gente. Mencionemos algunos cuantos:

La inseguridad que se ha enseñoreado en todo el territorio nacional ha puesto de manifiesto la incapacidad de la clase gobernante para dar respuesta a la primera de sus obligaciones que es la de proteger a sus gobernados.

La corrupción presente en todas y cada una de las dependencias de gobierno así como en todos los niveles. A diario surgen evidencias de que la voracidad para enriquecerse a costa del erario público es directamente proporcional a la envergadura de la posición, y de esto no se salva casi nadie.

La impunidad que asegura a quienes delinquen, no sólo en el fuero común, sino sobre todo en la administración pública, que no serán tocados ni con el pétalo de una rosa.

Hay un largo rosario de temas similares, pero considero que como muestra basta con estos tres botones. En este contexto es perfectamente explicable el desánimo generalizado del grueso de la población por acudir a las urnas el próximo siete de junio. Me parece que el abstencionismo a nivel nacional pudiera rebasar el 60 por ciento, y aquí en Sonora superar el 50 por ciento.

Sin embargo, aún con todas las fallas de los actores que montan el andamiaje electoral, la parcialidad de los árbitros y las marrullerías de los contendientes, la única forma que tenemos de poder tarde o temprano incidir en las decisiones que nos afectan a todos, es participando en las urnas. Y hacerlo de manera racional, que es tal vez lo más complicado del asunto.

Si estamos hartos y decepcionados (como al parecer lo está la inmensa mayoría de la población) de los partidos políticos, analicemos verdaderamente a fondo a los candidatos.

¿Quiénes son? ¿Cuál es su experiencia? ¿Ofrecen acciones viables? ¿Quiénes los acompañan? ¿Quiénes serán los mejores hombres y mujeres con los que gobernarán? Estas son sólo algunos aspectos importantes que debemos conocer antes de concederle nuestro voto a alguien.

Y si después del análisis llegamos a la conclusión de que ni partido ni candidato nos satisfacen, tenemos la opción de demostrárselos en las urnas mediante la anulación del voto. Lo peor que podemos hacer es abstenernos de votar. Algo más amable:

Un sujeto al que seguramente no le había ido muy bien en su vida de casado comentaba con melancólica resignación: “Con el matrimonio te sucede lo mismo que cuando vas a comer con amigos en el restaurant. Siempre te lamentas de no haber pedido lo que le trajeron al otro”.

Por hoy fue todo, gracias por su tolerancia y hasta la próxima.