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Cuando todo mundo habla de la corrupción nacional

A la memoria de Darío Maldonado Zambrano, Juez y Magistrado honesto.  

Por Héctor Rodríguez Espinoza

Corrupción, buen gobierno y medios. Bernardo Kliksberg (Buenos Aires, 25 de junio de 1940) es economista, sociólogo, contador público, profesor, escritor, consultor y asesor argentino, pensador reconocido sobre temas económicos, sociales y organizacionales. Autor de 63 libros difundidos internacionalmente.

En la época de mi investigación doctoral (2010) expresaba, como reclamo colectivo, que las consultas de opinión como el LatinBarómetro (2005) y el Informe sobre la Democracia del PNUD (2004) eran terminantes; que la ciudadanía latinoamericana ubicaba en los primeros lugares de sus demandas a la falta de trabajo, a las dificultades para acceder a salud y educación, a los males de la pobreza Y A LA CORRUPCIÓN. El repudio a ésta era un gran consenso y que había pasado a formar parte de lo que era “políticamente correcto”.

Cuando todo mundo habla de la corrupción nacional, tema “de moda”, suele olvidarse que uno de los casos de corrupción corporativa históricamente más grave sucedió en el coloso y goloso del norte: el emblemático Caso Enron.

Caso Enron

El economista Bernardo Kliksberg, advierte que se han abierto las puertas para debatir la corrupción.
El economista Bernardo Kliksberg, advierte que se han abierto las puertas para debatir la corrupción.

Kliksberg advierte que se han abierto las puertas, de par en par, PARA DEBATIR LA CORRUPCIÓN; que todas las áreas de la sociedad reclaman encontrar los medios para frenarla; que los Gobiernos sienten que, no encararla, trae costos políticos y electorales gravísimos; las empresas saben que después de Enron la ciudadanía es muy sensible a la corrupción corporativa; que las Universidades deben investigar y enseñar sobre el tema; que para los medios masivos de comunicación es uno de los temas sobre los que más quiere saber la ciudadanía y que los organismos internacionales, en otra época distantes, lo han incorporado en primera fila en sus agendas.

Explica que dicho reclamo tiene bases firmes: las prácticas corruptas sustraen recursos preciosos a sociedades asediadas por la pobreza, recargan los costos de la economía, repelen inversiones, generan ingobernabilidad y minan su cohesión, su confianza, y su calidad ética; genera desesperanza, escepticismo y nihilismo; su efecto corroe a los jóvenes que pierden confianza en su sociedad y se refugian en el individualismo y la apatía.

¿Qué sucedió con la economía más poderosa, la quiebra fraudulenta de Enron, la 7ª empresa de EE.UU. con ventas anuales de 100,000 millones de dólares que causó daños enormes?

Sucedió que las maniobras delictivas de sus directivos llevaron a que los inversionistas perdieran 60,000 millones de dólares, robaron a los 20,000 empleados sus fondos jubilatorios y crearon pánico en los mercados financieros; el Congreso sancionó, por unanimidad, una ley durísima de control Sarbanes-Oxley, creando una unidad de investigaciones y los 30 responsables fueron procesados y enjuiciados, se disolvió la empresa de auditoria Arthur Andersen, número 1 del mundo que firmó los balances falsos, y ante las demandas sociales, los principales Master en Business Administration de EE.UU. revisaron sus curriculums para reforzar la enseñanza de la ética.

Además, los jueces condenaron a su Presidente y al Gerente; sin embargo, el problema no se resuelve —dice—, debe haber un enfrentamiento con las prácticas corruptas en las grandes corporaciones que dañan a la sociedad. Refiere el editorial del Washington Post:

“Hay un riesgo en este veredicto: que algunos arguyan que el problema de la América corporativa es sólo producto de unas pocas manzanas podridas. Los escándalos empresariales de esta década no son sólo por algunas en mal estado y ponerlas en la cárcel no los va a cambiar”.

Más de 1,000 ejecutivos fueron enjuiciados en aquellos últimos 10 años y 250 empresas cotizantes en Bolsa rectificaron sus balances; la sociedad, a través de editoriales como los del Post y la campaña que los principales medios masivos hacían, se estaban defendiendo de la que podía ponerla en peligro.

Diversos países latinoamericanos figuraban en puestos altos en las tablas de corrupción de Transparencia Internacional TI y otras, vinculado a sus repetidos episodios en el campo público; atentaban contra el buen gobierno y la gobernabilidad democrática; debieron sumarse los de gran escala en empresas privadas; algunos causaron daños gigantescos a pequeños países como las quiebras fraudulentas de grandes bancos privados en República Dominicana y Uruguay; muchos de los más importantes provienen de redes entre intereses de ambos sectores; con frecuencia había un doble standard, la sensibilidad estaba puesta en el sector público: en países en desarrollo el sector privado, a diferencia del público, no opera a la vista pública. Se podía esconder más, y los posibles denunciantes tenían menor protección, y podían ser perseguidos y si era difícil comprobar la corrupción en el sector público, lo era (¿y es?) más en el privado.

Otra confusión venía de uniformar los tipos. Todos son condenables, pero tienen diversos impactos. No es similar la mordida para acelerar un expediente, que el vaciamiento de un gran banco; el soborno exigido por una infracción de tránsito, a privatizar una gran empresa pública otorgando condiciones, fuera de los standards, para beneficiar a determinados intereses. Es preciso distinguirlos, priorizarlos y diseñar estrategias de respuesta para cada uno.

Otra distinción es la corrupción individual de la institucional. La primera o de pequeñas mafias limita el ámbito a sus posibilidades de acción, pero la institucional significa la integración a la cultura de la organización de su legitimación, es de extrema gravedad porque sesgará toda la organización y parece haber predominado en el caso Enron, arquetipo para la historia, pues hay un EE.UU. preEnron, y otro postEnron.

La incidencia en la cultura corporativa se mostró en el juicio en California a uno de los responsables de haber producido bloqueos sistemáticos de energía eléctrica para hacer subir los precios a favor de Enron que la vendía. Los blackouts produjeron choques en las carreteras, paralizaron los hospitales, miles de personas encerradas en ascensores, interrumpieron la producción, llevaron a pérdidas de vidas y a otras cuantiosas. Ante las evidencias, el abogado defensor argumentó que “su cliente aceptaba su culpa, pero que tenía atenuante: ¡la compañía los entrenaba para eso, era su cultura!”.

La corrupción era (¿y es?) en la región, tanto pública como privada. Ambas afectaba el buen gobierno, la pública en forma directa. Sus prácticas más importantes eran (¿son?) las que se producen en las alturas del poder económico, causan daños más severos y el punto más riesgoso es cuando se transforman en cultura institucional.

Finalizaba Kliksberg: ¿Qué hay tras ella? ¿Cuáles son sus incentivos, las condiciones que la hacen más propicia? Estas aporías son claves para respuestas y soluciones legislativas y jurisdiccionales de mediano y largo plazo y examinar el papel de los medios masivos de comunicación en nuestro país.*

 

*Tomado de mi tesis doctoral (2010), “El combate a la corrupción por vía internacional. Análisis de la Convención de Naciones Unidas contra la corrupción (Convención de Mérida), de 9 de diciembre de 2003”.