
Y le dieron más poder al poder…
Por Gabriel Rigo Gutiérrez E.
A finales de los 90’s una canción de la banda Molotv se popularizó por su irreverente crítica al poder político que en ese momento ostentaba el PRI. Un partido todopoderoso. Era 1997 y en las radios tenían prohibido reproducir ese tema tan controversial.
Sin embargo, polémica crítica ahí ha estado siempre recordándonos un concepto que de nueva cuenta se puede poner sobre la mesa: los contrapesos al poder.
Tras los resultados de la elección del 2 de junio, quedó claro que la “voluntad popular” decidió darle más poder al poder. El partido de López Obrador y sus aliados ahora tendrán mayoría en la Cámara de Diputados y en el Senado de la República. Ante ese escenario, muchos analistas han encendido luces de alerta, porque un poder sin freno puede resultar muy peligroso para la vida democrática. Todavía más, cuando durante la campaña escuchamos decir a la candidata Sheinbaum que el verdadero propósito del “Plan C” era mandar al archivo la Constitución Política y establecer una nueva.
El autoritarismo es una verdadera tentación que no debemos dejar pasar desapercibida. Y claro que es posible que pase, porque sencillamente eso mismo ha ocurrido en otros países.
Jorge Zepeda Patterson en un artículo que escribió esta semana para el periódico El País, sostiene que “El riesgo existe. Se trata de lógicas del poder y, en última instancia, de la condición humana. Justo por eso es que existen los contrapesos institucionales, para que las decisiones más trascendentes no dependan exclusivamente de la buena o mala voluntad del soberano”.
El periódico El Financiero realizó una encuesta de salida que retomó relevancia porque también mostró el perfil del votante. El 56% de los entrevistados al salir de las urnas manifestó ser beneficiario de programas sociales y de ellos, el 69% votó por Claudia, mientras que solo el 23% lo hizo por Xóchitl. Un dato más el 49% de los que no son beneficiarios votaron a favor de Claudia, mientras que en este grupo solo el 37% a favor de Xóchitl. Y la aprobación del Presidente López Obrador fue de 71%.
En este sentido, podemos deducir que la imagen de López Obrador, sumada a los programas subsidiarios del Gobierno Federal, le sirvió de paraguas no solo a su “corcholata”, sino a quien se presentara con cachucha guinda. Siempre estuvo la mano del Estado.
Finalmente, es necesario recordar que en el libro “Las Doce C de las Campañas” del periodista Rafael Cano Franco, en el capítulo Contexto, el autor abunda sobre la necesidad en estos tiempos de otorgar poder al ciudadano, pero con la condición irrenunciable de que el mismo pueblo impida que alguien obtenga poder ilimitado. “Las democracias pierden poder y eso abre la puerta al populismo”.
Los análisis sobre esta campaña seguirán escribiéndose. Nuestra democracia debe madurar y quizá eso tardará décadas. Mientras México acumula pendientes y enormes retos… “Porque fuimos potencia mundial… Somos pobres, nos manejan mal”.