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DARDOS

Cuando México quiso correr

Por Gabriel Rigo Gutiérrez E.

Imagine que México es un vochito en una competencia internacional. En la pista está rodeado de automóviles de otras naciones: un pickup Ford es Estados Unidos; un Rolls-Royce, Inglaterra; un Mercedes-Benz, Alemania; Japón, un Nissan; y así varios autos. En el rally de seis vueltas, todos siguen tres objetivos: primero, ir a la cabeza; dos, mantener el ritmo; y tres, no salir de la pista. Como siempre, nuestro país le entró, tenía fortalezas qué mostrar.

Antes de seguir, hubo cambio de conductor. La gente aplaudió. Era muy popular. El chofer de inmediato comenzó a dar instrucciones: anunció al equipo que, como el auto necesitaría combustible, debían construir una estación de gasolina. Además, por austeridad, no cambiaría las llantas. También pidió repartir cerveza y comida entre el público, para que cuando pasara frente a ellos le siguieran aplaudiendo.

Y así dio tres vueltas. Era todo un espectáculo. La gente feliz, feliz, feliz. Apostaban que cumpliría con los tres únicos objetivos de la carrera. Pero hubo más cambios en la estrategia.

Consideró que la pista no era adecuada para él, así que mandó construir una nueva que atravesara un gran bosque. No importa si talaban árboles.

Para la cuarta vuelta, el auto guerrero ya necesitaba cargar combustible, pero todavía no terminaban de construir la gasolinera, por lo tanto redujo la velocidad para no quemar tanto gas.

A través del radio, desde los pits, un ingeniero alertó al conductor del sistema de frenos, que era necesario porque si no tenían el mantenimiento adecuado se iba a estrellar. La respuesta del conductor fue contundente: no haría caso de esa indicación porque no había necesidad de frenar. Por otra frecuencia de radio, dio la orden de retirar de los pits a ese incómodo mecánico que le acaba de hablar y dejó a su hijo a cargo.

Era la quinta vuelta cuando tronó una llanta. Sin embargo, un tanto destartalado ¡el vochito avanzaba! Como vio que la gente dudaba del aplauso, habló con los patrocinadores y les pidió prestado para repartir más comida y cerveza al público. Los empresarios arquearon la ceja y en garantía del pago le decomisaron el alerón al auto de competencia.

Entrando a la sexta vuelta, los organizadores de la carrera amonestaron al vochito porque avanzaba muy lento. Un tanto molesto el chofer habló con su equipo y les dijo que fueran preparando un nuevo conductor. Muchos levantaron la mano. Comenzaron a imaginar nuevas estrategias para seguir en la pista. Finalmente se enfiló a los pits, se estacionó y con su dedazo señaló a la nueva conductora. Sin soltar el volante, el chofer le indicó que ocupara el asiento del copiloto. Con su mano izquierda ajustó el espejo retrovisor y de un tirón lo desmontó, aseguró que ya no lo necesitaría… El auto se dirigió a la nueva pista inconclusa…

DARDO FINAL ACLARATORIO: Ningún vochito fue lastimado en la realización de este texto de ficción.