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De la leyenda a la pantalla; ¿El Casino del Diablo o What the hell is Hermosillo?

Por Emilio Martínez

Hace unos meses en este espacio hice una entrevista a Oliver Rendón, cineasta detrás de “What the hell is Hermosillo?: El casino del diablo”, cortometraje que entonces era noticia por la adaptación fílmica de la leyenda popular de nuestra capital. El anuncio milagrosamente recorrió los oídos, ojos y pantallas de gran parte de la ciudad, poco a poco se generó un conocimiento general en el boca a boca de que, como nunca nos pasa aquí, una película estaría enfocada en una historia característica de la ciudad, que le rendiría homenaje y nos permitiría verla en pantalla atónitos. La leyenda urbana (especulación) sobre el metraje iba de lo oficial (lo que Rendón contó a la prensa) hasta lo más nebuloso y cliché posible. Finalmente, el cortometraje se estrenó este pasado domingo 12 de Junio por medio de Youtube, no sin antes generar quizá la expectativa más grande sobre el estreno de un cortometraje en la ciudad y el estado, con una glamurosa premier y un preestreno limitado a una función por día durante las Fiestas del Pitic, que desbordó toda expectativa.

Sobre el metraje en sí, los resultados de este tienen tela de dónde cortar; nos cautiva y asombra al tiempo que puede descolocar; atemoriza, conmueve o presiona en su mejor tiempo y en su contraparte nos hace sentir ajenos a los sucesos… al menos, esto último, cuando menos importan.

La historia del cortometraje transcurre en la actualidad, protagonizada por un investigador paranormal norteamericano llamado Jason Kammerath (John Law) el cual al encontrar una serie de videos sobre sucesos sobrenaturales en las ruinas del Casino del Diablo (Country Club) decide viajar hacia la ciudad para averiguar qué sucede en este lugar. Al llegar decide ayudarse de Carmen (Ofelia Medina), cronista de la ciudad, para que le auxilie con su investigación.

El gran atractivo de esta historia es en todo grado el espectáculo, hacer algo que se vea magnífico en pantalla, ver a los personajes de la leyenda interactuar y sus pasajes tomar forma, color y sonido, tal como imaginamos que se debería de ver en nuestro cine, tal y como nos gustaría que se hiciera un cine en Sonora… y se logra. Es difícil encontrarle un pero al apartado técnico de la cinta, pues se entiende impecable y pulcro (sin departamento aparte) en la intención de hacer una producción a la talla de lo imaginado. Desde esa fotografía, ultra nítida a la vez que vibrante, y su iluminación tan cuidada para llenar los cuadros como si fueran pinturas inspiradas en películas noir, hasta el departamento arte, vestuario y sonido que arrasaron las butacas y los ojos de la audiencia con las atmósferas que lograron capturar únicamente para esta película (sumen la recreación por computadora del casino previo al incendio, casi indistinguible de ser un gráfico). Es notable que un proyecto así se haya logrado en nuestras tierras y con talento primordialmente sonorense.

Lo anterior es muestra de una gran intención de decenas de personas por hacer algo grande y maravilloso, se nota en su esfuerzo; la misma película brilla en sus

mayores luces cuando este gran esfuerzo no se ve coartado por nada más. Mayor ejemplo los cinco minutos en pantalla que tiene la recreación del baile de la leyenda, donde Linda (María Pavlovich) se topa con un joven, elegante y vigoroso Diablo (Jorge Luis Moreno) con quien goza de una siniestra e inquietante al tiempo que seductora charla. Rendón le confiere a la escena brillo propio, una cadencia, su ir y venir propio, como el de una llama nutriéndose de un aire tenso, dejándonos a la expectativa de todos los detalles nuevos que podemos gozar de la historia mientras que esta acierta los golpes que ya sabemos llegarán a su objetivo. La misma sensibilidad que se tuvo con la representación de la escena, hace destacar los papeles de los dos actores principales de la escena, Pavlovich por su parte desliza la mirada inocente de una muchacha ilusionada y la transformación de su rostro va generando su interacción con el Diablo; Moreno explota a su personaje como si ya nadie tuviera la oportunidad de interpretarlo, lo habita y lo matiza siendo la sutileza de su semblante su mayor navaja suiza, desde lo galante y pícaro hasta lo lastimado e incluso queer, dotándole a su interpretación una apariencia inolvidable.

Una de las primeras cosas que pueden descolocar es que el filme es abiertamente bilingüe, como ya lo hacía la anterior entrega de “What the hell is Hermosillo?” (WTHH) esto es por el hecho de que está protagonizado por un extranjero (que ya entonces provocaba cierto distanciamiento entre la audiencia local y el filme), más en esta ocasión no se cuenta con acompañantes que lo obligan a hablar el español, si no que sus acompañantes se acomodan a su inglés por tanto la película está mayoritariamente en el idioma del norte. Esto anterior es uno de los indicadores de lo que nos puede alejar más de los personajes principales, el dinamismo de la cinta. Compuesto principalmente de diálogos donde se nos expone información (que siendo hermosillense ya sabemos) en su primera parte y de deambulaciones del Jason en la segunda que llevan a una ambigüedad entre sí fue necesario ver partes de la película del todo o no.

El resultado sin embargo es entretenido de ver, y los problemas que podría presentar se deben a la producción de la serie WTHH, creada para incentivar el turismo en la ciudad, se entiende que el público meta no necesariamente sea el interno. Más allá de eso presenta claramente un paso más de lo que hace décadas fue una escena y poco a poco se hace una industria en el estado, una tierra que se revuelve a sí misma para presentar un naranja más vivo; como viene siendo ya tendencia los realizadores hacen mejores piezas año con año, hay más espacios para la exhibición de nuestros talentos, el público reacciona mejor, y ¿el FAPS 2022? Nadie sabe.

Felicitaciones a todo el crew.