Por Francisco Javier Ruiz Quirrín
Lunes, 04 de Enero de 2016
2016, el año del optimismo… O de la decepción
DICEN los que saben que nunca antes un presidente de México había sido tan mal calificado como lo es ahora Enrique Peña Nieto.
Sus razones existen y hasta justificadas. En la balanza de los puntos negativos y positivos, lamentablemente, pesan mucho más los primeros para el primer mandatario de la nación.
El escándalo de la casa blanca aparentemente de su esposa, la primera dama, los desvaríos mentales en sus discursos, la batalla mediática hasta hoy perdida del caso Ayotzinapa, la fuga del Chapo Guzmán, la economía popular a la alza, son argumentos con el peso suficiente para hundir la imagen del Presidente.
Sin embargo, el nuevo año 2016 comenzó bien en términos de promesas cumplidas. Ya se registraron disminuciones en los precios de la gasolina y de la luz. Graduales, es cierto, pero teníamos muchos años en México que no presumíamos una baja en los precios y, sobre todo, de servicios tan costosos como esos insumos indispensables para la vida de las personas.
Hay otro elemento que habría qué poner sobre la mesa: Se está viviendo la segunda mitad del sexenio. Cuando fue gobernador del Estado de México, Peña Nieto restringió mucho la economía de esa entidad y limitó las inversiones en obra pública en la primera mitad. Durante la segunda parte, se convirtió prácticamente en un Santoclós y cerró a tambor batiente, lo que se confirmó en los resultados electorales favorables al PRI, para después convertirse en el candidato presidencial.
No hay vuelta de hoja. El año que ha iniciado deberá ser el año de la recomposición social desprendida de las acciones del gobierno de Peña Nieto, o de lo contrario, se estarán fincando los cimientos para la llegada de un nuevo presidente en el 2018, surgido de las ideas de algún personaje sin partido –un nuevo caudillo en pleno siglo XXI- o lo que sería peor, que la tercera sea la vencida para Andrés Manuel López Obrador y nos guíe un loco convertido en neo Mesías milenario.
Quizá Manlio Beltrones, el presidente del comité ejecutivo nacional del PRI, tenga razón y las consecuencias de las reformas de Estado promovidas en la primera mitad del gobierno de EPN, ya se reflejen en el bolsillo de la gente a partir del año naciente. Algo así, haría renacer esperanzas en que el PRI repitiera en Los Pinos.
Las primeras pruebas están a la vuelta de la esquina. Son trece gubernaturas en juego y la primera de ellas se decidirá este 17 de enero en Colima.
Tenemos dos caminos. El optimismo y la decepción. Cuando menos aspiramos a que la primera se convierta en realidad.
EN SONORA, se respira la expectativa optimista de que con el nuevo gobierno que encabeza Claudia Pavlovich Arellano, se logre vivir un mejor tiempo. Más digno, más decoroso, más exitoso para miles y miles de familias que aspiran a vivir mejor.
Durante los primeros cien días de gobierno, Claudia hizo lo suficiente para establecer en los hechos un antes y un después del pasado 13 de septiembre. Fue como pasar de una noche –con pesadillas- a un amanecer luminoso.
Hasta este momento, Claudia se observa como una gobernante querida por su gente, porque evidencia una sensibilidad que permea hacia sus principales colaboradores y es una escuela que deberá uniformar a todos los servidores públicos de su administración, para bien del ciudadano, sobre todo aquel más vulnerable.
Sin embargo, ese optimismo, sin duda, también está a prueba. Claudia ha comenzado a escribir su propia historia y ella, solo ella será la responsable de sus resultados.
Por una parte, se advierte una gran capacidad de gestión para conseguir recursos extraordinarios que caminen a la reconstrucción de aquel Sonora grande que presumimos durante muchos años.
Y también, se pueden percibir elementos para que su mano sea firme en el castigo a quienes desfalcaron el Estado. Si no se hace justicia, el tamaño de la decepción será enorme.
De ahí la extraordinaria responsabilidad que traen bajo sus hombros el procurador Rodolfo Montes de Oca, el fiscal anticorrupción, Odracir Espinoza y el contralor, Miguel Angel Murillo. En ellos recae el peso de la eficacia de las instituciones del Estado y del gobierno de Claudia Pavlovich.
Si ella no tiene resultados de estos funcionarios, no le deberá temblar la mano para el relevo, buscando la eficacia.
Esta es la gran prueba. Y Juan Pueblo lo que desea es que empiecen a hablar los hechos, no los buenos deseos.
¡Feliz año nuevo 2016 para todos!