De Primera Mano | Demasiada violencia enferma…

Por Francisco Javier Ruiz Quirrín
LA LÍNEA divisoria entre el libre ejercicio de la libertad de expresión y la violencia contra hombres y mujeres que actúan en la política es muy delgada.
Desde hace unos cuantos años a la fecha, el periodismo que era analizado, estudiado y seleccionado como el más útil a la sociedad, ya ha sido ampliamente rebasado por los usuarios de las redes sociales.
Es un arma de dos filos. Por un lado, el servicio que brindan las redes sociales para encontrar el bien y hacer que las cosas sucedan para ayudar al más vulnerable está presente. Sin embargo, abunda la violencia verbal.
Muchos utilizan esas redes como resumidero de frustraciones, de ataques y hasta las palabras las convierten en dardos envenenados que enferman el corazón y las mentes de muchos que son movidos en sus temperamentos sensibles y no tan sensibles.
Lo que antes hacía Juan Pueblo en las calles al manifestar sus inconformidades, lo han trasladado a los teléfonos inteligentes con videos francamente perturbadores y material surgido de mentes expertas que distorsionan la realidad.
La mujer que actúa en política es uno de los blancos más vulnerables, pero a los hombres no los dejan atrás.
Aquí se ha hecho realidad aquello de que quien anda en política es como aquel que se anima a salir de noche: Aparecen los fantasmas.
Y trasladamos a las redes sociales aquello de “en política los amigos son de mentiritas, pero los enemigos son de a deveras”.
Creo que las mujeres que luchan por defenderse de la violencia en razón a su condición de género, apenas hacen bien.
Y los hombres que buscan una posición política, sobre todo cuando se convierten en candidatos, son como piñatas en la plaza del pueblo. Todo mundo agarra un palo y les pega hasta que se cansa.
Esa es la política y quien se adentra en ella asume los riesgos que implica el ejercer la crítica y tal como da, también se recibe.
Y es como todo. Si alguna candidata o candidato utiliza palabras altisonantes, no debe esperar a cambio un ramo de rosas. Recibirá la misma moneda.
Y quien se maneje con respeto siguiendo la regla de tratar como quiera ser tratado, también se ganará el respeto.
Sin embargo, las redes sociales asemejan a una arena de box y lucha. A un estadio de béisbol con un monstruo de mil cabezas incontrolable.
Quien se atrevió o aún se atreve a acudir a esos espectáculos, se arriesga a recibir un abucheo como nunca antes lo había recibido.
¿Se atreverá la ofendida o el ofendido a acudir al ministerio público para denunciar a miles o cientos de personas por ejercer violencia política por condición de género?
Con eso habrá qué vivir. Sin embargo, existe la educación, el respeto y las buenas formas. Estas nunca deberán perderse.
A la fatalidad de las redes sociales habrá qué añadir como gasolina a la hoguera, los temperamentos intolerantes. Los “mechas cortas” y los amigos oficiosos que se atreven a dañar al crítico de su amigo, sin pensar siquiera que cometerá una estupidez.
Porque hay también defensores de su condición de género que se consideran intocables a la crítica, aunque ellos sí la pueden ejercer y de la manera más intolerante y violenta posible.
Con todo eso, habrá qué vivir. Llega uno a preguntarse si toda esta cultura de odio y violencia en las redes sociales no ha alcanzado un propósito inconsciente.
¿Estaremos ya enfermos como integrantes de la sociedad de esta segunda década del siglo XXI?
COMO QUE SE le movió un poco el corazón al desalmado presidente de los Estados Unidos y ayer por la mañana firmó una orden ejecutiva para evitar la separación de los niños de sus padres en la frontera sur con México… Quien aseguró que la reclusión de pequeños en jaulas en varias ciudades de la Unión Americana hacía recordar el holocausto judío, tenía razón… Independientemente de ello, estoy de acuerdo también con quien opina que de manera personal el Presidente Peña Nieto debió haber salido a los medios a condenar esa política migratoria de Donald Trump y haber separado temporalmente a su embajador en Washington… La hubiera ganado… Pero otra vez… La comunicación política no es amiga de Peña.