DE PRIMERA MANO

De Primera Mano | Un lamento por Hermosillo

 Por Francisco Javier Ruiz Quirrín

ES CIERTO, fue un verano llovedor en la capital de Sonora. Sin embargo, la pregunta después de saberlo es: ¿Viviremos siempre con esa fatalidad de sufrir las consecuencias del agua del cielo, ante la súbita presencia de centenares de baches que arruinan nuestra existencia como ciudadanos residentes en Hermosillo?

Entre los años 2016 y 2018, no el Ayuntamiento, sino el Gobierno del Estado, invirtió más de 200 millones de pesos en rehabilitar las principales arterias de la ciudad. Efectivamente, la herencia de la administración panista encabezada por López Caballero de 2012 a 2015 fue fatal. El abandono del trabajo por este personaje nos dejó unas calles colapsadas.

Sin embargo, habrá qué decirlo, se reconstruyeron bien boulevares y calles. Las dejaron como “mesas de billar”.

Sin embargo, llovió y ante ello, regresaron los baches y la ciudad, de nuevo, está semidestruída. ¿Por qué?

Pensamos de inmediato en ciudades como Guadalajara o la ciudad de México, acostumbradas a la lluvia recurrente y el pavimento de sus calles y no viven el lamentable fenómeno que sufrimos los sonorenses en su capital, cada vez que llueve.

¿Quién tendrá la respuesta a esta duda?

¿Los nuevos sistemas de transparencia de los gobiernos estatales y locales abrirán sus puertas para informarnos acerca de los materiales usados para llevar a cabo esos trabajos o bien, ver la cara del funcionario que asegura que la supervisión de la obra licitada, se dignó en firmar el “buen trabajo realizado”, con los materiales y especificaciones técnicas” prestablecidas en las bases de la licitación?

¿O simple y sencillamente no habrá explicación ni aclaración alguna porque el contubernio incluye el silencio del contratista quien, para tener utilidad de la obra, se ve obligado a no cumplir con las especificaciones técnicas de los materiales y el grosor del pavimento, sabedor de que oficialmente se cumplirá ante los ojos de la gente?

¿Por qué hay avenidas en Hermosillo que durante años han soportado más que otras las inclemencias del tiempo y el peso de los vehículos?

¿Por qué la lluvia se llevó el pavimento recién reconstruído en boulevares y calles de nuestra ciudad capital?

Es por demás lamentable que a finales de la segunda década del siglo XXI, los habitantes de esta hermosa capital de Sonora vivamos con la fatalidad –entre otras- de sufrir la destrucción de nuestras rúas, tan sólo porque un verano se le ocurre ser muy llovedor.

Qué tristeza.

 

OTRA COSA lamentable es el sufrimiento de los miles y miles de aficionados al béisbol en Hermosillo.

En primer lugar, con nuestro dinero se construyen los estadios de béisbol para luego ser concesionados a particulares.

Y esos particulares, se dan el lujo de comportarse de una forma miserable con la afición. Nada mas y nada menos, la directiva del Club Naranjeros de Hermosillo puso en venta el boletaje para el juego inaugural, este domingo.

De manera por demás increíble, los boletos se agotaron en dos horas. Resulta más que evidente que el mismo Club naranjero se adjudicó los boletos para ofrecerlos en reventa, pero mucho más caros, ante lo atractivo del primero juego del equipo de casa.

Lo peor de las cosas es que ninguna autoridad puede hacer nada al respecto, ya que la reventa no está prohibida por la Ley.

Si a eso le añade usted que siempre los gobiernos van de la mano con los socios de los clubes de béisbol en Sonora, usted mismo puede sacar la conclusión lógica de que se le cargan todos los platos rotos al aficionado.

Y los socios del Club no pierden. La compañía cervecera, por la exclusividad, les garantiza un ingreso para los servicios y la nómina.

Esa es la factura por hacer del estadio Sonora la cantina más grande del noroeste de México.