Disciplina y trabajo, la fórmula de Rebeca Valenzuela
La lanzadora de bala sonorense, ganadora de la medalla de bronce en Juegos Paralímpicos de Río 2016, habla del entorno hostil y la falta de apoyos que padeció para llegar al podio; candidata al Premio Estatal de la Juventud, ha presentado una iniciativa al Congreso para mejorar las condiciones de los deportistas
Por Imanol Caneyada
A un mes de la gesta, están las risas y las anécdotas chuscas, como la del tamaño de la competidora Assunta Legnante, un armario de más de dos metros y 150 kilos; a su lado, la sonorense Rebeca Valenzuela, según la foto que nos muestra, se ve menudita y pequeña.
Era tan grande la lanzadora de bala italiana, que durante la ceremonia de premiación en el estadio olímpico de Río, Rebeca tuvo que desplazarse a su derecha en el podio para poder ver elevarse la bandera de México. La gente, recuerda, se reía.
A un mes de obtener la medalla de bronce en lanzamiento de bala categoría F11/12 en los Juegos Paralímpicos Río 2016, esta hermosillense de 24 años irradia felicidad, seguridad en sí misma y hierve en deseos de estar en Tokio 2020 para superar ese podio.

“Tu meta es estar en el podio, pero cuando subes, quieres más, el bronce ya no es suficiente”, dice con una sonrisa, porque siempre sonríe Rebeca, al menos, desde hace un mes que la sonrisa no se le cae del rostro.
Le pregunto qué se siente que de la medalla que cuelga en su cuello se cuelguen a su vez un montón de personas que no estuvieron ahí durante el proceso de preparación. Sí, todos se ponen la medalla, aunque te hayan dicho que no hay dinero para apoyos, te cierren las puertas… lo más chistoso es que ni con las medallas cambian.
El camino a Río de Janeiro para Rebeca Valenzuela fue duro, arduo, lleno de soledad e incomprensión. No sólo tuvo que enfrentar los obstáculos propios de cualquier deportista de élite: las lesiones, el cansancio, las horas interminables de entrenamiento, el sacrificio, la frustración, el dolor, las repeticiones para superar la marca.
Por ejemplo, en el mundial de Qatar 2015 compitió con una lesión en la muñeca tan dolorosa que por las noches lloraba y se quedaba dormida con el brazo bajo el chorro de agua, lo único que le calmaba el dolor.
A pesar de ello obtuvo medalla de bronce; terminando la competencia la llevaron derechita al hospital. La operación puso en riesgo su participación en Río, hasta enero de este año no pudo entrenar.
Pero todo ello viene con el paquete de ser atleta, es el estigma del deportista de élite. En México, específicamente en Sonora, además tienen que enfrentar la estulticia, la estupidez y la indiferencia de las autoridades deportivas y de las autoridades en general.
A diferencia de otros países, Rebeca, a pesar de sus dos medallas de oro en los Panamericanos de Toronto 2014 y la de bronce en el mundial de Qatar el año pasado, tuvo que asistir a los selectivos clasificatorios para los Juegos Paralímpicos. Sin ningún apoyo del Codeson, además de las ocho horas diarias de entrenamiento, estaba obligada a ir al Congreso del Estado a solicitar apoyos a los diputados.
“Se me cerraban diez puertas, pero yo insistía hasta que se me abría una”.

Organizó pollizas y hamburguesadas para juntar el dinero necesario que le permitía acudir a las competencias clasificatorias: “En mi casa, mil pesos supone mucho dinero”, dice.
El anterior dirigente de la Codeson, Vicente Sagrestano Alcaraz, le llegó a decir que por más medallas que le trajera, de todas formas no había un quinto para apoyarla.
Cuando su entrenador, el cubano Raidel Lázaro Mantilla, le pidió ayuda a Sagrestano para ir a la isla porque su madre había muerto, el ex dirigente del deporte sonorense le contestó que lo más que podía hacer por él era prestarle el teléfono para que hablara con su familia.
A pesar de la incomprensión de las autoridades deportivas y de una sociedad en general que nunca se acuerda de sus atletas hasta que ganan una medalla, Rebeca y Raidel trabajaron cada día durante ocho y diez horas.
La atleta paralímpica se detiene a homenajear a su entrenador. Confiesa que desde que se puso a sus órdenes, todo cambió para ella. Entendió verdaderamente lo que era entrenar para una competencia de élite, con un plan, una estrategia, y el trabajo incansable, sin desmayo.
Gracias a él comenzaron a llegar las medallas, primero en Toronto, luego en Qatar y ahora en Río.
Disciplina y trabajo, ésa es la fórmula; tesón, perseverancia, constancia, y no rendirse ante los numerosos obstáculos, que en Sonora no sólo son deportivos.

Rebeca cree que por todo ese trabajo y esos triunfos, es merecedora del Premio Estatal de la Juventud en la categoría Deportista con Trayectoria, así que presentó su candidatura con la esperanza de que le reconozcan su aporte a Sonora y a México; ha competido varias veces por el Premio Estatal del Deporte, nunca se lo han otorgado, demasiadas mafias, dice en voz baja.
El deportista de élite, reflexiona Rebeca, aquel que dedica diez o quince años de su vida a una disciplina de tiempo completo, carece de un salario, de seguro médico y cuando termina su carrera, a pesar de tener un título universitario, se queda sin un futuro, pues no tiene experiencia laboral ya que toda su niñez, adolescencia y juventud las invirtió en entrenar.
Le digo que en México hay muchos casos patéticos de medallistas olímpicos que han tenido que vender sus medallas para sobrevivir.
Así es, me dice; a causa de ello, acaba de presentar una iniciativa en el Congreso del estado para que se beque de manera vitalicia a aquellos deportistas cuyos logros lo ameriten, cuyos triunfos hayan llevado el nombre de Sonora a lo más alto.
Asegura que su iniciativa ha encontrado una buena recepción en el diputado y ex boxeador José Luis Castillo y tiene la esperanza de que prospere.
Ahora, Rebeca Valenzuela, que ya ha olvidado los sinsabores, la frustración y el coraje que comparte con su familia, la cual la ha apoyado siempre con enorme admiración (comenta su madre), piensa en Tokio 2020.
Quiere la de oro. Tiene que aumentar su masa corporal y subir de peso. Le esperan cuatro años de trabajo silencioso, ella y su entrenador, lejos de los reflectores y a la sombra de la incompetencia de los funcionarios deportivos de este país y de Sonora.
Si lo logra, ahí estaremos todos para la foto.