Ébola: los ‘infalibles’ se ven mal de nuevo
Por Martín F. Mendoza/
De darse un brote epidémico en Estados Unidos, este muy probablemente ocasionaría daños económicos catastróficos por el nivel de miedo
Estamos de nuevo en Octubre, mes que nos trae cada año la Serie Mundial. Por ello abrimos el tema de hoy en forma de una metáfora beisbolera: el gobierno americano, como ya se está haciendo costumbre, “dejó caer la bola” en este asunto del ébola. El país es bombardeado con mucha bravata científica, detrás de la cual, ciertamente hay bastante sustancia para soportarla. Mas por desgracia, de nuevo nos asalta la sensación de que en el plano administrativo-organizacional, y sobre todo de cultura política, no hay ya en el gobierno estadounidense plataformas sólidas y confiables que expriman al máximo esa todavía impresionante capacidad científica y tecnológica nacional. De liderazgos efectivos mejor ni hablamos, ya que el presidente Barack Obama insiste en ese estilo lejano que a veces parece más bien el de un mandatario que actúa “por no dejar” en lugar de uno que busca tener bien agarradas las riendas de la última súper potencia en este mundo.
El contagio imperdonable de dos enfermeras en el hospital de Dallas en donde atendían al fallecido paciente con ébola de nacionalidad Liberiana (adquirió la enfermedad en su país antes de viajar a Estados Unidos), es imperdonable y debiera ser también inaceptable en distintos niveles de autoridad y responsabilidad.
La cadena de descuidos y negligencias que no solo ponen en peligro la vida de —al menos— dos trabajadoras de la salud, sino que arriesgan el echar a andar un brote epidémico de ébola en Estados Unidos es francamente absurda y bastante desmoralizante. Lo son aún más, por cierto, las explicaciones y renovaciones de compromisos “de que ahora sí, ya lo van a hacer como debe ser” por parte de las máximas autoridades sanitarias en la nación.
El Dr. Thomas Frieden, Director del “todopoderoso”, “infalible” y siempre arrogante Centro de Control de Enfermedades, institución guía y referente en estos temas no solo a nivel nacional sino también internacional, simplemente no ha mostrado la habilidad ni en forma ni en fondo para tranquilizar de una vez por todas a la población, y la prensa, por supuesto, se “está dando vuelo”. Sus múltiples apariciones en televisión mueven ya más a risa y enfado que a una inquietud por ver qué tiene que decir. Políticamente se acabó en dos semanas.
¿Y cómo no? ¿Quién se puede quedar tranquilo cuando los genios a su cargo en Atlanta (Sede del CDC) en la forma más increíble autorizan a una de las enfermeras contagiadas a viajar en avión aún después de reportar fiebre ligera? No podemos menos que preguntarnos, ¿De qué se trata todo esto? Si el tema no fuera de tal gravedad nos sonaría como una de esas comedias de cine de bajo presupuesto.
Desde el nivel del hospital en sí mismo, donde comenzaron las fallas con el seguimiento del protocolo hasta el del Centro del Control de Enfermedades, que por lo visto no tenía un protocolo adecuado de entrada (!) tendría que haber habido renuncias —aceptadas o exigidas—, mas lo único que el público estadounidense obtuvo son explicaciones bastante mal acabadas por cierto y promesas que cada vez son de menor valía.
Por todo ello, es imposible dejar de reparar en que también en Estados Unidos, los tiempos en que tanto en organizaciones privadas así como en el gobierno, los grandes errores e irresponsabilidades eran pagados con el cese inmediato, ya pasaron hace mucho. Actualmente, los responsables de los grandes asuntos nacionales si acaso llegan a describir lo que pasó y cómo pasó, pero no por qué pasó, muchísimo menos a aceptar responsabilidad alguna. Eso es lo que está ocurriendo en el caso de este ya bastante preocupante tema del ébola en Estados Unidos.
El problema está en que de darse un brote epidémico, y aun cuando fuera controlado con un costo humano “razonable”, este muy probablemente ocasionaría daños económicos catastróficos por el nivel de miedo, pánico más bien, que sembraría, dislocando como resultado las cadenas productivas del país.
La gente no quiere que se le repita qué pasó, sino por qué pasó y qué se hará para que no vuelva a pasar, y también ayuda bastante el conocer de alguna u otra sanción administrativa para los responsables. Cuántas y cuáles cabezas rodarán, pues.
Desafortunadamente nos está tocando vivir en todo el mundo una época de enorme relajamiento cultural y político. En Estados Unidos es bastante común actualmente la idea de que en realidad, si tomamos a anteriores generaciones como referencia, tendríamos que admitir que estamos en una era de muy poca vergüenza en los liderazgos nacionales. El concepto de “responsabilidades” es uno que puede ser diluido, negociado, incluso olvidado. Es una desgracia que haya que hacerle frente así a enemigos tan formidables como el ébola, el cual no se detendrá con frases efectistas como aquella del Dr. Frieden de hace algunas semanas, “pararemos al ébola en seco”, solo para que el mundo se entere días después que son precisamente las enfermeras encargadas del paciente extranjero las que podrían poner en riesgo a toda la nación. Pero en fin, en realidad no podría haber sido de otra manera. Si “por la víspera se saca el día”, entonces no nos queda otra que gritar “sálvese quien pueda”.
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