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Ejecutor 14, los traumas de la guerra a escena

Bajo una imaginativa y precisa dirección de Marcos González, el actor Nicolás Rivera hace gala de una fuerza interpretativa y un compromiso pocas veces visto en los escenarios sonorenses

Por Imanol Caneyada

Decía Goethe que ojalá el escenario fuera una cuerda floja para que los torpes no pudieran subir a él.

Este deseo ha palpitado durante siglos en los hacedores de teatro, un arte que fácilmente es usurpado por improvisados y seguidores del aplauso fácil.

Teóricos como Stanislavski, Antonin Artaud, Lee Strarbeg, Elia Kazan, Peter Brook, Grotowsky o Eugenio Barba, por mencionar a algunos, dedicaron buena parte de su vida a dignificar una profesión, una disciplina artística, que muchas veces está dejada al azar, a la complacencia y al facilismo.

El pasado 16 de febrero fui testigo en Hermosillo de un hecho teatral que conmociona, sacude, estruja, convulsiona, tanto por el tema planteado en el  escenario como por su ejecución técnica.

Ejecutor 14 es un monólogo del dramaturgo egipcio-francés Adel Hakim. La puesta en escena de la versión que se ofrece en Hermosillo la dirige Marcos González, la actuación corre por cuenta del actor sonorense Nicolás Rivera.

Primero quisiera referirme a un texto de una belleza brutal, un testimonio estremecedor de un joven envuelto en una guerra fratricida en algún lugar del Medio Oriente.

En él comprobamos horrorizados cómo la destrucción de todo lo que ama, la ciudad, su novia, sus amigos, lo convierte paulatinamente en una máquina de matar, en un ejecutor, en un individuo cuya única razón de ser es el odio a un grupo étnico diferente cuya abstracción le impide ponerle un rostro.

Los otros, siempre los otros, ellos, le han arrebatado todo rasgo humano y un líder carismático, antiguo compañero de escuela, inspirado en una especie de dios monoteísta y vengativo, canaliza esta animalidad para proclamar una especie de guerra santa.

Hay que contextualizar un poco la vida del autor de este hermoso aunque desgarrador monólogo. Adel Hakim es de origen egipcio, vivió en los ochentas el conflicto en el Líbano y posteriormente se refugió en Francia, país en el que murió a causa de una Esclerosis Lateral el 30 de agosto de 2017.

La enfermedad degenerativa que lo fue poco a poco postrando en una cama hasta la inmovilización total, llevó a Hakim a escribir una carta pública en la que exigía el derecho a morir dignamente mediante el suicidio asistido, algo que en Francia está prohibido.

No logró irse de este mundo con esa dignidad que reclamaba en un texto memorable, la enfermedad terminó con él antes de conseguirlo.

La puesta en escena que realiza La Choya Organización Escénica es también memorable porque  no es común presenciar en Hermosillo apuestas tan arriesgadas, comprometidas y bien logradas como esta de Ejecutor 14.

Marcos González, el director, echa mano de una creativa pero muy austera escenificación, en la que una serie de bloques de cemento le sirven al actor para construir y destruir frente al público la ciudad, la casa del personaje, una ventana, los retenes militares o las posteriores trincheras en donde la deshumanización del personaje se consuma.

Pero más allá del ingenioso recurso escenográfico, la propuesta de Ejecutor 14 se concentra en el ejecutante, en sus capacidades físicas, mentales y emocionales; ahí está el actor, solo en el escenario, que Nicolás Rivera convierte en ese espacio sagrado al que hace referencia Grotowsky en Hacia un teatro pobre.

Y aquí es donde entra la sorprendente actuación de Rivera bajo la rigurosa dirección de González.

Los desafíos físicos y el compromiso emocional y mental que plantean la propuesta del director, el actor los resuelve con una eficacia que no es habitual en los escenarios de la localidad.

Vemos a un ejecutante cuyo instrumento (cuerpo, mente y alma) está afinado al límite para interpretar una sinfonía que nos lleva por todos los registros de un individuo inmerso en el proceso traumático de la aniquilación total.

Son muy necesarias puestas en escena como la que nos ofrece La Choya, y no sólo por su propuesta estética, inusual, insisto, en estos lares, sino por el contenido de la misma.

Poco importa que esta guerra esté ubicada en un hipotético Medio Oriente; en México llevamos más de 20 mil muertos por la guerra contra el narco, y casi un par de millones de muertos fabricaron la Revolución y la Guerra Cristera, como señala Marcos González a propósito de este trabajo.

En ningún momento en estos cien años nos hemos dado la oportunidad ni el espacio para reflexionar sobre las heridas y los traumas que todo conflicto bélico produce en una sociedad, y más si es entre hermanos.

En el discurso oficial, la guerra ha sido ese pequeño mal necesario para edificar un país moderno y progresista.

Poco más.

Ejecutor 14 terminó una minitemporada el pasado 18 de febrero, pero les recomiendo que estén atentos porque próximamente regresará a alguna sala de la ciudad; si pueden, vayan, la experiencia es fuerte pero auténtica.

Esta producción de la Choya Organización Escénica cuenta con el apoyo de la Universidad de Sonora.