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El ajuste económico: amarga realidad

Por Feliciano J. Espriella/

Si el secretario de Hacienda, Luis Videgaray Caso, tenía la esperanza de suceder en el trono a Enrique Peña Nieto, me parece que las probabilidades ya le quedan a años luz de distancia

En varias ocasiones en este mismo espacio, los últimos meses me referí a la necesidad apremiante de que el gobierno federal se ajustara el cinturón y realizara una drástica reducción del gasto público so pena de correr el riesgo de una virulenta crisis económica.

No faltó quien me calificara de catastrofista o agorero del desastre, haciendo eco seguramente a aquellos que a pesar de las evidencias afirmaban, una y otra vez, que todo iba muy bien, que la paridad no importaba, y presuntamente satisfechos repetían: No importa que tanto caiga el precio del Barril de la Mezcla Mexicana de Petróleo, tenemos coberturas.

Pues bien, la semana pasada, el gobernador del Banco de México y el secretario de Hacienda anunciaron la tan largamente demorada amarga medicina para enfrentar la realidad, a la cual se le puede eludir durante algún tiempo, pero invariablemente tarde o temprano llega y presenta la factura de habérsele ignorado.

Poco y tarde

Lo anunciado por los altos funcionarios es, al igual que en una multitud de ocasiones del pasado ante fenómenos similares, es sólo un ramillete de buenos deseos e ilusiones.

La medida tiene más elementos orientados a querer cubrir un rosario de malas decisiones y sus efectos negativos en el crecimiento económico, que autocrítica y reconocimiento de la falta de experiencia y capacidad, para enfrentar y lidiar con una situación compleja en la economía mundial y peor aún, para entender las causas de nuestras limitaciones estructurales frente a los efectos negativos de aquélla.

Lo que evidenciaron los presuntamente conductores de la economía y finanzas nacionales es que no tienen ni idea de cómo enfrentar el fenómeno. Ambos, que ayer se ufanaban de que todo era una cuestión externa, que México era único y nuestros fundamentales sólidos y presumían que los inversionistas, inteligentes como pocos, nos preferían para tomar riesgos porque decían, soberbios, que somos el mejor destino del mundo para invertir.

Me parece que empezarán a pagar sus excesos y errores, que no son pocos. Lamentablemente tienen el timón del mismo barco en el que vamos el resto de mexicanos, y como pésimos hombres de mar que han demostrado ser, hoy el país es una nave que navega a la deriva. Sin destino y sin futuro.

Si Luis Videgaray Caso tenía la esperanza de suceder en el trono a Enrique Peña Nieto o Agustín Carstens ser reelecto un nuevo período como gobernador del Banco de México, me parece que las probabilidades ya les quedaron a años luz de distancia.

El recorte anunciado es muy corto para la gravedad del déficit que Pemex y el gobierno federal tendrán este año, y llega bastante tarde, cuando el peso ha sido fuertemente vapuleado y se encuentra muy debilitado.

A ver si no sale más caro el caldo que las albóndigas

Aunque la medida de elevar las tasas de interés hecha posteriormente al anuncio del recorte le dio un respiro a nuestro peso y registró una apreciación, es probable que sea momentánea y en las próximas semanas continúe su ascenso. La barrera de los 20 pesos por dólar podría ser rebasada antes de terminar el primer semestre de este año.

Sin embargo, independientemente de que detenga la caída de nuestra moneda frente al dólar o no, es una medida inusual, de mucho riesgo y que encarecerá los productos financieros a todos los usuarios de crédito del país. Ello generará más presiones inflacionarias, las cuales, aunadas a las que ya ejerce la devaluación del peso, podrían resquebrajar la estabilidad económica, tan cacareada por los últimos presidentes de la república y que viene a ser el único logro importante en materia económica alcanzado en el presente siglo.

Si se rompe la vajilla, ¿Quién pagará los platos rotos?

Los errores, tanto en la economía como en la vida, deben pagarse y lo debe hacer el particular que los comete pero en el sector público, cuando los errores de los funcionarios se traducen en políticas públicas equivocadas, los que pagan los platos rotos son la economía y su crecimiento, el poder adquisitivo del salario y la caída de la demanda. En pocas palabras, la población.

Sin embargo, los funcionarios públicos, llenos de soberbia se niegan a reconocer su incapacidad y corregir los daños que sus evidentemente torpes decisiones causaron. La mayoría de las veces no pagan precio alguno, en no pocas ocasiones son ascendidos y más aún, algunos se las ingenian para ser candidatos de su partido a algún puesto de elección popular.

Las medidas anunciadas, son sólo una aspirina para un difunto que ya apesta. Pero los políticos y sus jilgueros dicen que se fortalecerá el mercado interno, se protegerá la economía familiar y, nos llevarán también a recuperar la senda del crecimiento.

¡Sí Chuy!

¿Y lo de la libre importación de gasolina a partir de marzo anunciada esta semana por el presidente? Una vacilada más. En una próxima edición abordaremos el tema.

Por hoy fue todo, gracias por su tolerancia y hasta la próxima.