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El círculo siniestro

Hace cinco meses, en Mazatlán, Sinaloa, tres asaltantes asesinaron a mi sobrino, Sebastián, de trece años de edad. Hay tres menores de edad en proceso, pero el MP nos advirtió que el acusado de enterrarle el cuchillo a Sebastián no pasará tiempo en ningún centro de internamiento, por ser demasiado joven

Por Hilario Peña

Nomás ocurre una balacera en los Estados Unidos y todos en México nos convertimos en expertos legisladores. Enseguida, los jueces de ocasión emitimos nuestro veredicto. Este dictamen siempre es el mismo y unánime: que los norteamericanos están bien mensos por tener derecho a comprar armas de fuego y que nosotros somos más listos por no poder hacerlo. Yo me pregunto, ¿será? ¿En realidad nuestro sistema judicial funciona tan bien que estamos listos para hacer sugerencias a otros países? No lo sé, lo que sí sé es que vivimos en un permanente estado de vulnerabilidad, donde el castigo al delincuente brilla por su ausencia.

El pasado lunes 13 de agosto el semanario Zeta publicó un reportaje de la periodista Inés García donde se menciona el caso de un joven llamado Ulises Abraham, de 16 años de edad, quien asesinó a un policía bajo contrato del crimen organizado y frente a testigos. El menor fue procesado por la procuraduría de Baja California, él mismo admitió su culpabilidad y el juez lo liberó, con la condición de que el muchacho se porte bien y obedezca a sus padres de ahora en adelante.

Hace cinco meses, en Mazatlán, Sinaloa, tres asaltantes asesinaron a mi sobrino, Sebastián, de trece años de edad, cuando este regresaba de un gimnasio donde practicaba boxeo. Lo hicieron con un cuchillo, no con una pistola importada de los Estados Unidos. (Aclaro esto para que no se empiece a culpar al malvado Tío Sam. Es decir, para no proveer de atenuantes a los responsables de nuestra seguridad). Actualmente hay tres menores de edad en proceso, pero el MP nos advirtió que el acusado de enterrarle el cuchillo a Sebastián no pasará tiempo en ningún centro de internamiento, por ser demasiado joven. Lo más seguro es que reciba algún tipo de terapia psicológica como castigo. Hay otra cosa que me preocupa y es el hecho de que Héctor Manuel Flores Salazar, abogado defensor de uno de los acusados, es hermano del vicefiscal de la zona sur, Cruz Alejandro Flores Salazar.

Es por todo esto que digo “¿por qué no vemos, primero que nada, lo que está mal en nuestro país?” ¿Por qué no exigimos que nuestras autoridades rindan cuentas en temas específicos? Para evaluarlos a partir de su desempeño. ¿De qué sirve que un testigo reúna el valor necesario para testificar en contra de un asesino si un juez lo dejará libre?

Con el tiempo, he dejado de sentir rencor en contra de los asesinos de Sebastián. Lo que siento es impotencia por un sistema incapaz de contener la barbarie. No me interesa acusar a sospechosos y declarar sentencias. Ese no es mi trabajo. Lo único que me interesa es que México parezca un poco menos una jungla y un poco más un país de leyes.

A como lo veo, todo el país le falló a Sebastián. Le falló la Secretaria de Seguridad Pública de Mazatlán, al no garantizarle un espacio público donde no peligrara su vida; le fallaron los transeúntes, quienes lo vieron tirado, desangrándose, en una avenida concurrida, pero no le brindaron ayuda en momentos críticos; le falló nuestra Secretaría de Salud porque el Hospital General donde fue internado fue incapaz de mantenerlo con vida. Ahora solo falta que le falle también la fiscalía de su estado, liberando a sus verdugos, para que este círculo siniestro se termine de cerrar.