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El fatídico 20 de enero del 2017

Para Washington el TLCAN es un simple acuerdo sin demasiadas condiciones vinculantes: el próximo presidente podrá incumplirlo de manera discrecional

Por Héctor Rodríguez Espinoza

Como encontrar una aguja en un pajar, resulta hallar una buena noticia para el país en su conjunto; en particular para el 80% de la población que padece, en mayor o menor medida, el calificativo de pobreza.

Pobreza

La pobreza en México se mide en parámetros como la nutrición, el agua potable, vivienda, educación, atención de la salud, la seguridad social, la calidad y los servicios básicos en el hogar, los ingresos y la cohesión social, según la definición de desarrollo social, las leyes del país.

Son cinco categorías: moderada, absoluta, relativa, Coneval y extrema. Últimamente se han suscitado acalorados debates sobre la metodología que aplica el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL).

Mientras que menos del 50% de la población de México vive por debajo del umbral internacional de pobreza fijado por el Banco Mundial, a partir de 2015 el gobierno de México estima que el 38% de su población vive en la pobreza moderada y el 0.1 % vive en la extrema, lo que lleva a un 42 % de la población total que vive bajo la línea de pobreza nacional. La gran diferencia podría explicarse por el Gobierno adopta el método multidimensional como una forma de medirla, por lo que, una persona que pueda tener un ingreso más alto que el «línea internacional de la pobreza» o «bienestar line ingresos» establecido por el gobierno de México podrían caer en la categoría de «pobreza moderada», si tiene una o más deficiencias en materia de derechos sociales, como la educación (no completado estudios), nutrición (ya sea normas de desnutrición o la obesidad) o de estar (que va desde los elementales tales como agua o electricidad a los activos internos secundarios, tales como lavavajillas, etc).

La extrema se define por el gobierno mexicano como personas que tienen deficiencias en ambas áreas: derechos sociales y un ingreso menor que el «bienestar de la línea de ingresos». Las cifras adicionales de Secretaría de Desarrollo Social (México) estima que el 0.1 % (100 mil personas) viven en la pobreza extrema y sufren de inseguridad alimentaria.

Sus consecuencias se reflejan principalmente en el área psicológica, ya que al no contar con un empleo o los recursos suficientes para sobrevivir, las personas experimentan ansiedad, depresión, inseguridad y baja autoestima, ya que se sienten incapaces de competir por una plaza laboral, y objeto del rechazo constante y al tener una peor salud mental merma la salud en general ya que se puede asociar con enfermedades como diabetes, hipertensión y problemas cardiovasculares.

Debido a la pobreza de algunas familias, ha aumentado el número de jóvenes que se ven obligados a dejar sus estudios y ponerse a trabajar para ayudar en casa, siendo una situación aprovechada ya que la mano de obra infantil es más barata, por ser ilegal, teniendo como consecuencias lesiones visuales y óseas, deformaciones, numerosos accidentes, o muerte temprana.

Una repercusión en la sociedad se da en la equidad de género. De manera general, no podemos hablar ciertamente que los hombres y mujeres de México vivan bajo los mismos parámetros de pobreza, sino que, uno de los géneros puede vivir todavía con más pobreza que el otro. Solo por mencionar el parámetro de seguridad social; en 2012 por cada diez hombres ocupados que contaban con los beneficios propios de la seguridad social, solo cinco mujeres ocupadas se encontraban en la misma situación. Esto es debido a que en México los elementos básicos del acceso a la seguridad social se derivan del vínculo laboral.

Este deprimente catálogo de nuestros males es tan decepcionante como interminable. Se resumiría diciendo que es la proverbial corrupción y su impunidad.

Debilidad

Esto nos convierte en un estado en extremo débil. Da por resultado la derrotabilidad de sus poderes y órdenes de gobierno, para ofrecernos soluciones a corto y mediano plazos.

La responsabilidad también corresponde a los grupos que detentan el poder político desde hace tres décadas y que uncieron, a México, a una relación supeditada a EE.UU., cuyas consecuencias desastrosas apenas empiezan a verse.

En lo exterior, los amagos del presidente electo de EE.UU., Donald Trump.

En primer lugar, como lo denunció en su oportunidad nuestro maestro de derecho internacional, Dr. Carlos Arellano García, para Washington el TLCAN es un simple acuerdo sin demasiadas condiciones vinculantes: el próximo presidente podrá incumplirlo de manera discrecional; en cambio, en el marco legal mexicano, es un tratado internacional de observancia obligatoria y sancionable, de conformidad con el art. 133 constitucional, la jurisprudencia relativa y la vasta experiencia diplomática.

¡Qué paradójico!, pero algunas esperanzas de al menos un freno a la anunciada y devastadora guerra comercial con EE.UU., podrían estar cifradas en los poderes federales y locales y en la energía demócrata y democrática de las comunidades sensibles del vecino.

Son pocas las armas que podemos velar ante este fatídico viernes 20 de enero DE HOY, para detener los hechos del ilógico, irracional e injustificado discurso del odio y de la ira.

En lo doméstico, nos queda el arma del sufragio efectivo, en el próximo 2018.