
Muy cerca de Ures, esta pequeña comunidad sobrevive al paso de los años. Sus orgullosos pobladores, de raíces ópata, desempolvan recuerdos
Por Rodrigo Gutiérrez Mendívil
A escasos 2 kilómetros antes de llegar a la Heroica Ures, en la entrada poniente existe una bajada al lado izquierdo, allí hace años estaba un letrero hecho a mano con la leyenda de “HUAHUI”, dicho ‘señalamiento’ fue derribado por los vándalos. No pasó mucho tiempo para que un grupo de niños, nietos de doña Barbarita Espinoza se dieran cuenta del letrero, “se les rompió el corazón” al ver por los suelos el nombre de su querido terruño, de inmediato se dieron a la tarea de levantarlo, hoy este letrero se localiza recargado en un cerco, ahora sí, se puede apreciar el nombre de esta comunidad.
Al entrar a este barrio nuestra mente se traslada a un lugar soñado donde se respira tranquilidad, nostalgia, historia. Más adentro, al caminar por la única calle, desde donde se aprecia el principio y el fin territorial de este pequeño e histórico rincón de la antigua Atenas, podemos ver a sus habitantes (cerca de 10 familias) sentados, platicando en los porches de sus casas, también vemos a los inquietos niños correr por su calle.
En nuestro caminar por esta calle entramos a casa de doña Barbarita Espinoza quien amablemente nos platica tener 40 años viviendo en este lugar, ella es nativa de Ures orgullosa de sus hijos, y nietos, verlos crecer en este agradable ambiente desde donde van a estudiar a Ures o a las escuelas del Sauz incluso ir hasta Hermosillo a estudiar en la Universidad de Sonora de donde —orgullosa comenta— se le graduó una hija en la licenciatura de Comunicación.
Esta comunidad que data de finales del siglo antepasado fue fundada por personas provenientes de diversas partes de Sonora, especialmente de la tribu Yaquis, Pimas y Ópatas, de donde proviene su nombre que quiere decir “cuchillo filoso”.
Se asentaron en esta parte de nuestro estado que originalmente era de un particular y con territorio más extenso, con el tiempo se ha ido reduciendo, actualmente calculan sus residentes serán 6 hectáreas el área donde viven los ‘huaheños’.
Platican sus habitantes que aun y cuando están incluidos en el último censo de población, no existen en el mapa sonorense, posiblemente se deba a que es tan pequeña la comunidad que solo la relacionan con la cabecera municipal.
Las anécdotas e historias como en todos los pueblos siempre están presentes, por ejemplo hablan de que por muchos años —114 para ser más preciso—, circuló por estos lares “La Tomasita” como cariñosamente le llamaban; andaba por las veredas hasta el Sauz a donde iba y venía todos días hasta el momento de su partida.
Incluso la figura de Tomasita aparece en un libro de texto de cuarto año de primaria cuando se refieren a la tribu ópata. El esposo de Tomasita, Isidro Tánori,también vivió 120 años.
En este lugar también habitó el señor Félix Valdés quien fue militar por muchos años y en su andar por la milicia en algún punto de México, una ocasión cuando andaba en campaña Lázaro Cárdenas en una reunión que sostenía le ofrecieron agua envenenada, Félix se percató de esa situación y al momento de empinar el vaso el candidato, este joven se le fue encima tirándole el agua mortal.
Al momento los guardias del candidato sometieron al joven avezado, quien les explicó el motivo de su “osadía”, afortunadamente salieron bien librados candidato y salvador.
Con el paso de los años, Cárdenas resultó ser presidente de la República y le tocó en suerte visitar la antigua Atenas, grande fue la sorpresa del presidente al encontrar aquí a “su hermano” como le dijo al saludar al señor que años atrás le había salvado la vida.
Para asombro de los presentes, al mirarlo el presidente se le acercó y lo levantó de los hombros, sin dudarlo Cárdenas llamó su asistente y le dijo que apoyaran en lo que quisiera a esa persona con la que se sentía comprometido; por supuesto Félix Valdés al final terminó con la donación de algunas hectáreas, bueyes, yuntas, semillas y apoyo económico para seguir trabajando.
Los residentes platican que en la comunidad también se han destacado por ser músicos. Actualmente dos personas son integrantes del mariachi “Los Gavilanes” que se fundó hace 30 años, además existía otro conjunto musical que comandaba Manuel Lucas Valenzuela.
En relación a este tema, Julio Santacruz, vecino del Sauz de Ures recordó que cuando vienen los familiares que trabajan en el “otro lado” contratan a estos grupos para tocarles hasta entrada la madrugada, situación que agradaba a los vecinos, al escuchar música bonita, clásica de los pueblos.
Como mudo testigo de que hace varias décadas en este lugar existió civilización, aún permanecen ruinas de una casa, donde habitó la familia Yocupicio Duarte, y se observa parte de la construcción de grueso adobe.
Dialogamos también con el señor Isidro Yocupicio Tánori, hijo de José Juan Yocupicio Pérez, nativo de Pilares y su mamá María Tánori Manzanares de origen ópata.
En este mágico lugar, pequeño, pero de gran historia en sus buenos tiempos sembraron hortaliza, había huertas, aún permanecen restos de pozos que hoy están “arrastrados” —es decir, que no tienen agua—, esta carencia afecta en todos los sentidos, especialmente en el económico ocasionando que la gente migre a otros lugares donde sí fluye el vital líquido.
Sin embargo para otros vecinos no afectó esta situación y se quedaron en este lugar, trabajando ya sea en Guadalupe de Ures o en el Sauz, sobre todo en la actividad comercial o empleándose en los alrededores, haciendo cortinas de carrizo o dedicándose a construir palapas, el amor por su terruño pareciera aferrarse al dicho popular “de hambre no se mueren”.