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El mr. Bean ucraniano o el saltimbanqui Volodimir Zelenski

Los miles de muertos y la destrucción de las ciudades ucranianas, se le deben de cargar no solo a Rusia sino también a este comediante que sirve mejor a los globalistas que al interés de los ucranianos.

Por Dr. Jorge Ballesteros

El diputado suizo y ex jefe de redacción del diario La Tribune de Genève, Guy ‎Mettan, retrata a Volodimir Zelenski muy bien, como al payaso que hoy hace el papel de presidente en Ucrania.

Desde hace más de 3 meses, el jefe del Estado ucraniano aparece diariamente en las primeras planas de ‎periódicos y revistas, ataviado con una camiseta verde, barba de una semana y palabras ‎graves para alentar a sus tropas ante la embestida del infame oso ruso.

‎Al principio de los noticieros de televisión, inaugura por videoconferencia el ‎Festival de Cannes, arenga a los parlamentos, felicita o amonesta a jefes de Estado y/o de ‎gobiernos diez veces más poderosos que su país, con un éxito y un sentido táctico que ningún actor de ‎cine o dirigente político había mostrado nunca antes que él.

‎Sin embargo en este caso las payasadas resultaron nada graciosas sino trágicas, ya que embarcar a su país en una guerra contra su poderoso vecino, la segunda potencia militar y nuclear más fuerte del planeta, no solo es un suicidio, sino una gran torpeza, al pensar que Rusia se iba a quedar de brazos cruzados al romper su neutralidad Ucrania y solicitar su ingreso a la OTAN.

Lo cual sin duda fue una gran provocación, ya que Rusia le advirtió reiteradamente que no lo hiciera ya que afectaba la propia seguridad de este país al acercar las tropas, armas pesadas y los misiles de la OTAN a las fronteras mismas de Rusia.  Otra provocación más fue el continuar con el bombardeo a las regiones separatistas ruso parlantes del este de Ucrania, a pesar de las advertencias de Putin de que cesara  esta agresión militar.

Los miles de muertos y la destrucción de las ciudades ucranianas, se le deben de cargar no solo a Rusia sino también a este comediante que sirve mejor a los globalistas que al interés de los ucranianos.
El principal patrocinador de Zelenski, es el oligarca judío Ihor Kolomoiski, residente en Ginebra donde ‎posee lujosas oficinas con vista al lago, está lejos de ser el menos importante de los personajes ‎que se benefician con la corrupción reinante en Ucrania.

Pero casualmente el buen Ihor es el ‎principal accionista de la empresa petrolera Burisma… que daba empleo a Hunter Biden, hijo del ‎hoy presidente de Estados Unidos, Joe Biden. Hunter Biden cobraba en Burisma la “módica” suma ‎de 50 000 dólares mensuales y hoy está sometido a investigación por el fiscal del Estado ‎estadounidense de Delaware.

Este mismo Kolomoiski, individuo decididamente inevitable en esta Ucrania que marcha hacia ‎‎”el progreso”, es quien financió toda la carrera de Zelenski como actor y además está implicado ‎en el escándalo de los Pandora Papers, revelado en la prensa en 2021.

En los Pandora Papers ‎nos enteramos de que desde 2012 la televisora ucraniana 1+1, propiedad del sulfuroso oligarca ‎Kolomoiski, entregó a su vedette Zelenski no menos de 40 millones de dólares y de que –poco ‎antes de ser electo presidente y con ayuda de sus más cercanos colaboradores, los dos hermanos ‎Shefir, uno de los cuales es el autor de los guiones de Zelenski mientras que el otro es el jefe de la ‎inteligencia ucraniana (SBU), y del productor y propietario de Kvartal 95, la empresa de ‎producción de esos personajes– Zelenski transfirió prudentemente sumas considerables a varias ‎cuentas offshore abiertas a nombre de su esposa mientras adquiría 3 apartamentos ‎no declarados en Londres que le costaron 7,5 millones de dólares. ‎

De lo que sí no hay duda es del rumbo cada vez más autoritario, incluso criminal, del régimen ‎ucraniano. Tanto que sus adoradores tendrían que pensarlo dos veces antes de proponer a su ‎ídolo para el premio Nobel de la Paz

El ministerio ucraniano de Cultura y Política de la Información ordenó al Instituto del Libro de Ucrania ‎proceder a la destrucción de todos los libros publicados en Rusia, publicados en lengua rusa o ‎traducidos del ruso. ‎

Esta campaña oficial de destrucción de libros iniciada en Ucrania se aplica a todos los clásicos de ‎la literatura rusa, desde Alexander Pushkin hasta León Tolstoi y pasando por las obras de ‎Dostoievski.

‎El parlamento ucraniano se dispone a adoptar una ley, ya discutida y aprobada en comisión, que ‎prohíbe a todas las estaciones de radio y de televisión de Ucrania la difusión de música rusa.‎ La censura se aplicará a todos los autores clásicos rusos, como Rajmaninov, Stravinski, ‎Chaikovski, etc.‎

Pero la represión no se detiene ahí. También está golpeando a los medios críticos –todos han sido ‎cerrados– y los partidos de oposición –todos han sido disueltos. ‎

En febrero de 2021, Zelenski cerró 3 televisoras de oposición (NewsOne, Zik y Ucrania 112) ‎etiquetadas como pro-rusas y supuestamente pertenecientes al oligarca Viktor Medvedchuk. Pero ‎el Departamento de Estado saludó esa violación de la libertad de prensa declarando que ‎Estados Unidos apoya los esfuerzos ucranianos por contrarrestar la influencia maligna de Rusia… ‎

En enero de 2022, un mes antes de la guerra, le llegó el turno al canal Nash, que fue cerrado. ‎

Y desde el inicio de la guerra, el régimen de Kiev ha emprendido una cacería de periodistas, ‎blogueros y comentaristas de izquierda. A principios de abril, 2 televisoras de derecha –‎Channel 5 y Pryamiy– también fueron afectadas.

Un decreto presidencial obliga ahora todos los ‎medios audiovisuales a transmitir una sola opinión, por supuesto pro-gubernamental… ‎Recientemente, la cacería de brujas alcanzó al bloguero crítico más popular de Ucrania, Anatoliy ‎Shariy, considerado el Navalni ucraniano, quien fue arrestado por las autoridades españolas el 4 ‎de marzo a pedido de la policía política ucraniana. Son ataques contra la prensa, pero de los que nunca hemos oído hablar en los medios ‎occidentales. ‎

La purga ha sido todavía más severa para los partidos políticos y ha diezmado a los principales ‎opositores de Zelenski. En la primavera de 2021, fue saqueado el domicilio de Medvedchuk, el ‎más importante de esos opositores y señalado como cercano a Putin, y el propio Medvedchuk ‎fue puesto bajo prisión domiciliaria.

En meses anteriores pasado, el ex presidente Petro Porochenko –quien estaba subiendo en los sondeos ‎de opinión– también ‎fue acusado de traición. El 20 de diciembre, a las 15 horas y 7 minutos, podía leerse ‎en el sitio web oficial del SBU que Porochenko era sospechoso de haber cometido crímenes de ‎traición y apoyo a actividades terroristas. A pesar de ser un reconocido antirruso, el ‎ex presidente Porochenko se veía acusado de “haber hecho a Ucrania energéticamente dependiente de Rusia y de los líderes de las seudo repúblicas bajo control ruso”. ‎

El 3 de marzo pasado les tocó a los activistas de la Izquierda Lizvizia ser objeto de una intervención ‎del SBU y decenas de ellos quedaron detenidos. ‎

Actualmente, 11 partidos ucranianos de izquierda ya han sido prohibidos por decreto: el Partido ‎por la Vida, Oposición de Izquierda, el Partido Socialista Progresista de Ucrania, el Partido ‎Socialista de Ucrania, la Unión de Fuerzas de Izquierda, el partido Socialistas, el Partido Sharyi, la ‎formación Los Nuestros, el Bloque de Oposición y el Bloque Volodimir Saldo. ‎

Otros activistas, blogueros y defensores de los derechos humanos están siendo arrestados y ‎torturados en Ucrania. Entre ellos están el periodista Yan Taksyur, la activista Elena Brezhnaya, el ‎luchador de MMA Maxim Ryndovskiy y la abogada Elena Viacheslavova, cuyo padre murió ‎incinerado en el pogromo del 2 de mayo de 2014, perpetrado en la Casa de los Sindicatos de ‎Odesa. ‎

Para completar la lista hay que mencionar todavía a los hombres y mujeres que los nacionalistas ‎han desnudado y flagelado públicamente en las calle de Kiev, a los prisioneros rusos golpeados, a los que los nacionalistas les daban un balazo en una pierna antes de ejecutarlos, el soldado ‎al que le perforaron un ojo antes de matarlo.

Habría que mencionar también a los miembros de ‎la Legión Georgiana que ejecutaron a prisioneros rusos en una localidad cerca de Kiev mientras ‎que su jefe se jactaba de que nunca hacía prisioneros. ‎

En el canal de televisión Ucrania 24, fue nada más y nada menos que el jefe médico del ejército ‎ucraniano quien dijo haber dado la orden “de castrar a todos los rusos porque son subhumanos ‎peores que las cucarachas”. ‎

Para terminar, Ucrania está recurriendo masivamente a la tecnología de reconocimiento facial de ‎la firma Clearview para identificar a los muertos rusos y divulgar sus fotos en las redes sociales ‎rusas ridiculizándolos. ‎

El problema de Ucrania es que su presidente, le guste o no, ha cedido su poder a los extremistas ‎en el plano interno y a los militares de la OTAN en el plano externo para abandonarse él al placer ‎de verse adulado por las multitudes del mundo entero. ¿No fue él mismo quien declaró a un ‎periodista francés, el 5 de marzo, sólo 10 días después de la invasión rusa:‎

“Hoy mi vida es bella. Creo que soy deseado. Yo siento que es ese el sentido más ‎importante de mi vida: ser deseado. Sentir que uno no está trivialmente respirando, ‎caminando y comiendo algo. ¡Uno está vivo!”.‎

Ya se ha dicho. Zelenski es un gran actor. Como su predecesor en la interpretación del Dr. Jeckyll ‎y Mr. Hyde, en 1932 Zelenski se merece el Oscar al Mejor Papel Masculino de la década. ‎

Pero cuando tenga que enfrentar la tarea de reconstruir su país, devastado por una guerra que ‎él pudo haber evitado en 2019, el regreso a la realidad será seguramente difícil. ‎