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El nepotismo nuestro… de cada día

Con las nuevas expresiones políticas de la alternancia, el nepotismo se vuelve a poner de moda y su práctica se ha vuelto mucho más visible

Por Bulmaro Pacheco

En la política y la administración pública: ¿Que es el nepotismo? ¿Una ofensa social; política de cinismo; irresponsabilidad ética y moral; degeneración del servicio público; apropiación privada del servicio público; abuso de quienes lo practican? ¿O es acaso una herramienta para detener y obstruir la movilidad social y profesional o un paso importante hacia el patrimonialismo de los asuntos públicos? ¿O ya de plano es una pifia de las autoridades políticas —de elección—, o administrativas, —de designación—, o una forma de fomentar la incredulidad pública?

Del it. nepote: sobrino, pariente y privado del Papa, o: “Desmedida preferencia que algunos dan a sus parientes para las concesiones o empleos públicos”, de acuerdo a la Real Academia Española. Esta es la definición más clara acerca del nepotismo, es decir, aquella que señala la predilección de algunos servidores públicos por fomentar la designación de familiares directos, amigos o parientes cercanos a los puestos públicos por encima del mérito y la capacidad para desempeñar los cargos.

También la exagerada, extendida y falsa creencia de pensar que solo los parientes pueden ocupar cargos públicos con la necesaria —a veces indispensable—, dosis de confianza que implica proteger y defender el interés general o —en su caso—, los intereses de grupo.

El nepotismo busca protección familiar porque: a) En mucho, son personas (yernos, cuñados, hermanos, primos) que no tienen éxito en la empresa privada y buscan experimentar en el servicio público, “al cabo que ahí no se requiere de preparación especial, ni se nota si se echa a perder”. Eso dicen. b) Porque hay generaciones nuevas que ven la política como un negocio, una lotería o una aventura, y requieren asegurar negocios derivados del tráfico de influencias entre parientes; “el cobro de comisiones por la compra y venta de bienes y servicios para enriquecer familias”, ¡Al cabo que a los familiares no se les aplica la Ley de Responsabilidades por carecer de nombramiento oficial, a pesar del daño que hacen! Y c) la creciente sensación no pocas veces clasista, de sentirse herederos del poder por razones de familia, clase, apellido o historial político, lo que en mucho les da la sensación de impunidad y al mismo tiempo, de que pueden hacer lo que quieran con el poder, ¡al cabo que se trata de algo transitorio!, y que “nada va a pasar”.

Eso, con el tiempo —y aún con las alternancias de partido en los gobiernos— ha provocado enormes deformaciones en el servicio público, con rebote directo en señalados casos, en la relación contractual hacia algunas organizaciones sindicales, que en cláusulas especiales obligan a empresas e instituciones a heredar las plazas de los trabajadores a los hijos, o a los parientes cercanos al momento del retiro o la jubilación, creando con ello fuertes resistencias, y una visión patrimonialista de los asuntos públicos, en instituciones financiadas por el pueblo.

Maximino Ávila Camacho (1893-1945) ya traía la intención de relevar a su hermano Manuel en la Presidencia de la República cuando fue nombrado secretario de Comunicaciones y Obras públicas, en el gabinete del presidente Ávila Camacho (1940-1946). Maximino había abrazado la carrera militar hasta llegar al grado de general de brigada en 1929 y de división en 1940. Como tal fue gobernador de su estado, Puebla, de 1937 a 1941. En diversas reuniones de jactaba de su ascendencia política sobre su hermano presidente y de la herencia “moral» recibida de Doña Eufrosina Camacho y Manuel Ávila como hermano mayor de la familia. Le llevaba 4 años al presidente y 11 a su otro hermano Rafael, oficial mayor de la secretaría de Economía en el gabinete de su hermano y posteriormente gobernador de Puebla, ya en el gobierno de Miguel Alemán (1951-1957). Maximino no pudo ver cristalizadas sus aspiraciones porque murió presuntamente envenenado después de un banquete en una comunidad cercana a Atlixco, Puebla, meses antes de la postulación de Miguel Alemán como candidato del PRI a la Presidencia de la República.

Fernando Casas Alemán, —primo del presidente— Miguel Alemán (1946-1952), lo había seguido en toda su carrera; lo separaban 5 años de diferencia en edades. Casas había sido con don Miguel secretario de Gobierno de Veracruz, cuando aquel era gobernador, lo sustituyó al irse Alemán a coordinar la campaña de Ávila Camacho; subsecretario de Gobernación cuando Alemán fue titular, coordinador de la campaña presidencial de éste mismo y jefe del departamento del Distrito Federal, de 1946 a 1952. Alemán pensó en él para sucederlo en la presidencia y la política se calentó a grado tal de que una fuerte corriente Cardenista activa en esos tiempos se opuso a dicha designación. El presidente Alemán la pensó bien, y al final optó por su secretario de gobernación —también veracruzano— Adolfo Ruiz Cortines.

En esos niveles, el nepotismo fue disminuyendo sin desaparecer del todo. Algunos casos: Salim Nasta, yerno de Gustavo Díaz Ordaz, ocupó durante el sexenio de su suegro la dirección de Guanos y Fertilizantes de México.

Eduardo y Rodolfo Echeverría Álvarez, hermanos del presidente Luis Echeverría, ocuparon sendas posiciones administrativas: Subsecretario de Salubridad y Asistencia el primero y director del Banco Cinematográfico, el segundo. Margarita y Alicia hermanas, José Ramón, hijo y Guillermo López Portillo, primo, fueron los parientes cercanos al ex presidente José López Portillo que ocuparon cargos relevantes en su sexenio: Subsecretaria de Gobernación, secretaria privada, subsecretario de Programación y Presupuesto y Director del Instituto Nacional del Deporte respectivamente. La historia lo registra puntualmente.

Con Miguel De la Madrid y su programa de renovación moral de la sociedad con un nuevo andamiaje jurídico y una nueva ley de responsabilidades de los funcionarios públicos se moderó la práctica. De la Madrid por ejemplo, nunca quiso en su mandato influir para que su primo Carlos fuera candidato al gobierno de Colima y no se le conocieron parientes cercanos con influencia en su gobierno.

En el gobierno del presidente Salinas, influyeron notablemente su padre (Raúl Salinas Lozano) y hermano (Raúl Salinas de Gortari)

El presidente Zedillo nunca dejó que se acercaran siquiera sus familiares al gobierno federal. Ni como integrantes ni como cabilderos.

Influencias importantes en la transición fueron Martha Sahagún y su familia con el presidente Vicente Fox. Y con Felipe Calderón, su hermana Cocoa (Luisa María) y su esposa Margarita. En Sonora, el gobierno de Guillermo Padrés del PAN  rompió todas las marcas por la desmedida injerencia de sus cuñados y hermanos en los asuntos de gobierno, tanto en los nombramientos de funcionarios como en la multitud de negocios derivados del ejercicio del poder. Así les fue.

En las izquierdas el fenómeno se acentuó con el reparto de posiciones de representación proporcional en las Cámaras. Salía el esposo y entraba la esposa o el pariente cercano. No se midieron.

Los casos más sonados recientemente han sido los de los hermanos Moreira en Coahuila, el de la familia Yunes en Veracruz y el de Rafael Moreno Valle y su esposa en Puebla. Tampoco se midieron, aunque se amparen en la elección popular… O en que “el pueblo decidió” (sic).

Ahora y con las nuevas expresiones políticas de la alternancia, el nepotismo se vuelve a poner de moda y su práctica se ha vuelto mucho más visible. Al igual que ayer, se le denuncia, reprueba y señala como una práctica negativa y un grave problema de ética y moral pública. Una traba más para nuestro proceso de democratización, una carga más para la sociedad, y seguramente un gran desencanto para quienes creyeron que quienes llegaban al poder a nombre de novedades o de un verdadero cambio (tanto en lo federal, estatal y municipal) y combatiendo los vicios y deformaciones que tanto denunciaban y le criticaban a sus adversarios, realmente lo iban a cumplir. Ingenuos de nosotros.

 

bulmarop@gmail.com