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El nuevo fracaso de Disney: Blanca Nieves sabor woke

Por Manuel Gutiérrez

Los rayos y centellas caen desde el cielo de Walt Disney, cuya marca nada tiene que ver con sus dueños originales, pero que se han empeñado en hacer de sus películas emisarios de la conversión de la nueva era, con contenidos woke, que pretenden hacer inclusiva la entrada de personajes desvirtuados, aceptando la ideología de género, con una personalidad diferente, sin respetar las ideas originales, pobre de Andersen y de los Hermanos Grimm.

Uno de los grandes errores de Disney vino ahora con Blanca Nieves, la historia primera que levantó los cimientos del imperio animado. Rachel Zegler, actuó bien, pero sin amor por el personaje, bajo la influencia de ideas modernas, más que eso woke.

Catalogó al príncipe que despierta a Blanca Nieves, como un “acosador”. Luego dijo que “la historia era anticuada, para el empoderamiento de la mujer” incluso diversa al modelo creado por Disney, ya que Nieves triunfa por la bondad de su corazón, su belleza y hacer lo correcto. Ella en cambio reta: “Harán colas para ver mi película” aunque quiere expresar lo contrario.

Rachel hizo una actuación que desde el punto de vista purista deja mucho que desear en la versión “viva” de la historia, porque se apartó de ella, implícitamente es otra versión de BN.

Disney tocó el asunto con pinzas en cuanto a los enanos, no atreviéndose a llamarlos así, y los transmutó a figuras mágicas, incluso empleando medios de efectos especiales para crearlos. Actores reales de corta estatura, que para nada se hubieran ofendido en esa oportunidad, quedaron sin trabajo y molestos por la marginación, recordemos a Smaugh y su desolación que es una historia de enanos ricos.

El asunto financiero: La cinta costó 270 millones de dólares, pero la recaudación de 42 millones fue muy baja. Con 100 mdd más de publicidad mundial, Rachel se metió en más asuntos políticos de izquierda, con declaraciones en favor de Palestina. “Free Palestina” y eso la colocó de antagonista de Gal Gadot, judía sionista y más actora que Raquel. Parece que Gal cree en Trump.

Y Raquel, descalificó a los votantes estadounidenses que sufragaron por Trump.

El director Michel Platt, intentó despedirla, pero Disney ya había invertido mucho y todo estaba muy avanzado. “Sí, soy Blanca Nieves —dijo Rachel— pero no pienso blanquearme la piel”, declaración que luego borró. Un desaseo bárbaro al margen de la cinta.

Disney contrató asesores de redes sociales para el rebelde Rachel. Pero aun juntas, Gadot y Zegler ni siquiera se miran.

Se tomaron la foto, para luego sentarse separadas y Gadot declinó el estreno en reprobación de Rachel, quién dicen que es de ascendencia colombiana, pero al igual que en la cinta musical Emilia, la actriz Trans-género Karla Sofía, con sus declaraciones terminó por hundirla, y Zoe Zaldaña en forma confusa, se enfrentó con los reporteros mexicanos y otros hispanoparlantes, todo repercutió en el éxito, en la taquilla y no le salvó ni el Oscar y por decir que el narco mundo podía ser en Gaza, o en la India…siendo tan mexicano ese fenómeno del mal.

La cinta para flotar requiere ganar 500 millones: Si usted la va a ver, pese a los juegos de Disney por ser políticamente moderno, woke y quedar bien con todos, tendrá su valiosa opinión, pero el fracaso ronda con 86.1 millones recaudados por ahora en el mundo con 42 millones de dólares, en los Estados Unidos. Le quedan dos semanas para evitar el naufragio.

El despliegue de juguetes, accesorios, ropa, por tanto peligra para la Casa Disney, ante la incómoda película. Pero todo parte de la negación que hizo de su propia historia y sus contenidos incluso pidiendo perdón por haber reflejado ideas de otras épocas, correctas en su momento.

Esa actitud temerosa y confusa los ha llevado a perder más dinero y mercados internacionales como nunca en la vida de Walt. Los dueños de Disney actualmente son: Fondo Black Rock, State Street, Vanguard Fiduciary Trust, y Eaton VanceManagement. Morgan Stanley, Geo de Capital Management, es un conglomerado de organismos financieros.

Los principales propietarios en cuanto a personas físicas: Christine McCarthy, y Bob Inger, judío CEO de la compañía Disney, que suma los parques de Estados Unidos, el de París, y el de Tokio así como la casa en la India.

En este año asumió la presidencia James Gorman, desde el mes de enero. Sus ingresos en 2024 fueron de 34 mil 150 millones de dólares, con pago de impuestos de 3.7 mil millones, sus acciones mejoraron un 35% en ganancias, y tienen 125 millones de abonados en su sistema de televisión, aunque va en retroceso entonces, Blanca Nieves es un pelo de gato.

Incluso son propietarios de ESPN, que les dio 15% más en Deportes, lograron 350 millones de dólares, y tuvieron éxito en Moana 2, logrando 536 millones de dólares. Sólo les duele el prestigio perdido, y la confusión que viven.

El imperio por tanto está intacto, pero sigue careciendo de la fuerza moral del fundador que lo hizo ser aceptado en todo el planeta, como un modelo tradicional y en ocasiones innovador, pero nunca enemigo de la familia y de valor civil que representaban sus personajes y animaciones que ahora promueven los valores LGBT y otras variables aunque parte de una alerta ante el racismo, aunque amplió su alcance para sumarse a movimientos de izquierda  y orientaciones sexuales de algunos grupos, en lo que se conoce como “cultura de la cancelación” todo con enfoque marxista y crítico.

Contrastes woke

La sirenita con una Ariel de color con Halle Bailey, digamos que sobrevivió por la lealtad de los fans de Disney pero la protagonista no intentó como Rachel, darle de palos a la piñata antes de la fiesta, creyendo que el mundo debe algo. Y la Sirenita no la metieron en honduras.

El problema de Disney es que no saben que llegó Trump con una vitrina del concepto tradicional de familia, que en su tiempo sustentó el éxito y la aceptación de Disney, cuya marca evitaba contenidos cuestionables, manteniéndose dentro del parámetro occidental, con los valores clásicos de lo que es la vida familiar lo que ahora provoca rechazo y los ven como corruptores.

La participación de actores gay nunca fue cuestionada por Disney, que solamente les pedía apegarse al libreto y al casting para representar un personaje, pero la modernidad llevó a los estudios Disney a considerar que el mundo se había convertido y que sus películas debían primero ser aprobadas por los fans de la ideología de género y que todos somos conversos el rechazo es a lo woke.

En forma absurda, los nuevos dueños de Disney no observaron los signos de los tiempos, y siguieron clavados con la obsesión de llevarnos al mundo inverso, como una meta deseable y comprometida.

Y en ese abuso radica su fracaso de taquilla, así como la pérdida de aceptación. Un duro golpe para una casa que no aprende. Disney fue modernizador, pero siempre mantuvo en su razón un respaldo histórico: Mary Popins, por ejemplo la llevó a la pantalla luchando contra la autora, Pamela Lyndon Travers, que aborrecía a Disneylandia, para ella era una caja registradora gigante pero el propio Disney la hizo aceptar la forma en que el estudio tocaría su obra, incluso que tuviera dibujos animados y terminó siendo una catarsis a Pamela.

Una madre feminista, un padre banquero incomunicado de su familia, el retrato del propio padre de la autora, con desapego sufrido, fueron tratados bajo los valores clásicos, con los perfiles convenientes de audacia, sin echar a perder la narración, el contar una buena historia en que Julie Andrews, y Dick Van Dike, alcanzó a llegar a la versión de Emily Blunt, con Lin Manuel, como estrella de la danza y canto, sin meterse en problemas, siguió siendo adorable.

El cine familiar se arriesga en sus enfoques, como lo hace Wonka, es woke.

La versión más reciente del 2023, porque la hay dos previas con Wilde, y Deep, pero esta es con Timoty Chalamet, y Hugh Grant, como solitario Umpalompa, como musical, pero la cinta permite que se agreguen personajes de color, sin alterar el origen de la  narración, sin ocultar rencor contra la Iglesia anglicana, pero que por simple analogía, sería inclusiva de la Católica, a la que le hace decir a Rowan Atkinson “Mr. Bean” el actor británico “En la Iglesia todos somos pecadores” en referencia a su doble moral y adicción al chocolate, pero básicamente la falta de integridad de sus ministros humanos inevitables, al margen de su comunidad, problema de toda institución.

La obra escrita fue creada por Roald Dahl, padre del personaje, como “Charlie y la fábrica de chocolate”. Wonkase filmó en San Pablo, iglesia principal del culto anglicano diferente por estar sometido al rey Carlos como pontífice, no al Obispo de Roma. Hay una oligarquía chocolatera para justificar la lucha de clases muy endulzada.

Bridgerton, la serie inglesa narrada por una columnista clandestina y traidora de su clase privilegiada nos pone una reina Victoria de color.

Eso la falsifica: Cada tiempo tiene sus valores, instituciones y reglas, y pretender que eran woke y que incluían entre la nobleza a los descendientes de África, resulta una referencia que mucha gente sin información termina creyendo y es totalmente falsa, como real era la esclavitud.

Lo importante de la historia es contarla como nace, no endulzarla, no adulterarla.

Es como la serie de Netflix, La Emperatriz, con la alemana Devrim Lingnau, en plan de actora estelar, en el museo de Viena, nos advirtieron que los discursos de la protagonista, de feminismo del siglo XXI, resultarían inaplicables a Sissyy son falsos, los vieneses estaban muy contrariados por la forma y voz con que manipularon a la esposa de Francisco José, emperatriz del Imperio Austro-Húngaro y lo demostraron en el Museo.

El asunto feminista en cambio brilla en Lidia Poet, otra miniserie, que nadie critica, así pueden hacerla símbolo moderno del siglo XXI en el XX… todo se puede, así recrean una feminista abogada, una ficción, pero existió realmente. Nació en Perrero, Italia en 1855 murió en 1949 solo los historiadores italianos determinarán que tan fiel ha sido la serie, logró ingresar como abogada en Turín a los 65 años de edad porque no admitían mujeres.

Sin duda feminista, pero muy madura y pensante adelantada pero bien situada en tierra, claro la serie la añade aventuras detectivescas y ficción.

Si Hollywood ha abusado en sus cuentos de la historia es un hecho, pero siempre mantenía una parte de verdad. Con la pantalla como lienzo era un fresco en que cada cual asumía un papel histórico, y cada quién eligiera a sus favoritos sus dramas y sus contradicciones y lo que asumió para bien o para mal. El bien ya no gana ni en las películas.

Esto se ha perdido, como la forma de contar cuentos. Si es Ali Baba, obviamente la princesa Jazmín viene con ojos morunos y un color moreno apropiado, Ali Baba en live, si es un éxito rotundo, pero no jugó a alterar el origen, conajustes woke.

Lo woke intenta absurdamente compensar el pasado histórico con sus propias representaciones: Tendríamos que partir de la humillación y marginación del hombre blanco, aceptarla con vergüenza y remendar el daño en forma absurda, colocando una inaceptable Jazmín rubia de ojos azules, para remediar el daño. Es igual de absurdo quedar bien con Trump.

Las historias, la literatura, los hechos son parte de un tiempo. Herman Melville con su Moby Dick, por ejemplo resultará inaceptable dentro del concepto woke. El motor es el odio, matar ballenas, parte de una realidad de una época, en que su grasa y aceite eran vitales para una revolución industrial.

Pero un Capitán Ajab, sin fuerza, sin el motor del rencor en su cacería postrera simplemente hecha a perder la obra literaria original, con una representación que es válida, en cuanto sea experimental, pero no fiel, y puede ser truculenta y débil.

Fiel es la palabra que desconocen en Disney de hoy. Fieles a la realidad, a la historia, al libro, cada cosa en su tiempo y lugar.

Porque entonces todo carece de sentido. Y sin ello, sus productos naufragan. El camino es narrar como se debe, simplemente imagine el Señor de los Anillos, de Tolkien, convertido en Star Wars: Ciertamente la aldea de la tierra media y su Frodo, tendrían que tener una base de despegue de naves o ser una colonia visitada por los exógenos del espacio, Saurón, un Darth Vader.

Cabe, pero no es lo ideal, el Señor de los Anillos tiene que partir de lo que plantearon, de los personajes creados y bien definidos de Tolkien como algo mítico-medieval.

Puede resultar, pero no será como la trilogía que encuadró la concepción del relato, porque se sentirá diferente. Cada historia en su tiempo.

Disney Vs Disney

Disney se acomplejó, se volvió contra sí misma y lo reflejó en su fracaso total en Blanca Nieves, igual le paso en serie de tv The Acolyte, de Stars Wars, feminista y woke.

El pantano woke con temas de familias desunidas o de un mismo género, son reflejo de hoy, te pueden gustar o repudiar, pero son parte de una realidad. Los resultados les gritaron que no las aprueban las grandes mayorías y menos endosarlas a otras historias.