
La crisis política actual del PAN en Sonora tiene salida en el mediano plazo; pero la crisis moral los va acompañar todavía por algunos años
Por Bulmaro Pacheco
No tiene precedente la crisis política, moral y cultural que enfrenta el Partido Acción Nacional en Sonora. Nunca había existido en la historia de ese partido en la entidad, un momento político más complicado y desgastante como el que actualmente enfrenta.
No resintió el PAN de Sonora la crisis de 1975, cuando por enfrentamientos de los grupos que disputaban el rumbo del partido, la dirigencia nacional no postuló candidato presidencial. Tampoco la desunión de 1973 cuando el PAN no postuló candidato al gobierno de Sonora, contra Carlos Armando Biébrich.
Tampoco les impactó de gravedad la crisis nacional de 1992, cuando se vivió la separación de importantes panistas como Bernardo Bátiz, Pablo Emilio Madero y Jesús González Schmall, que integraron el llamado Partido Foro Democrático, derivado después hacia el PRD (1992-2008).
Sí se resintió la crisis de 1997, cuando los enviados nacionales del PAN sacrificaron a Adalberto Rosas para negarle la candidatura al gobierno estatal, y también aquella migración de panistas que siguieron a Rosas —cuando salió del PAN— al partido Alianza Social (PAS), derivado del Partido Demócrata Mexicano (PDM), de efímera existencia (1998-2003).
La crisis que hoy arrastra el PAN en Sonora implica una carambola de varias bandas (política, social, moral y cultural), relativa al hundimiento reciente y del que parece no puede salir.
Crisis política, porque sus niveles de representación se encuentran desangelados, apáticos, adormilados y lucen con muy poca actividad.
El PAN en Sonora cuenta actualmente con 181 regidores, gobierna 23 Ayuntamientos, y de los 13 diputados al Congreso local con los que inició en 2015 actualmente solo conserva 11, ante la defección de Carolina Lara y Manuel Villegas. Tiene además 5 diputados federales y dos senadores. Para colmo, su coordinación en el Congreso se dividió en dos.
El padrón estatal de militantes en el estado —ya sin el poder público— les bajó sensiblemente a menos de 25 mil registrados, y los poderes y personajes que antaño financiaban —y se beneficiaban— de los trabajos de los comités municipales, por propia conveniencia se fueron alejando gradualmente del activismo político.
Los liderazgos que hace apenas unos años a estas alturas ya se promovían para candidaturas, permanecen agazapados y sin dar la cara. Lo peor para el partido es que carecen de un liderazgo político y moral que pudiera unificar los restos desperdigados de un partido sin rumbo, en plena confusión y con muy pocas reservas culturales, políticas y morales para reponerse de los males pasados.
Ni en Javier Gándara ni en Héctor Larios ni en Damián Zepeda, se ve la alternativa de un liderazgo político sólido que pudiera unificar o reorientar al panismo de Sonora. Les falta mucho para adquirir el músculo, la dimensión moral y política que alguna vez mostraron Jorge Valdez Muñoz, Gilberto Suárez Arvizu o Adalberto Rosas López, por mencionar algunos. En ellos había mística, congruencia, valor y convicciones políticas y sociales. Ahora, eso no se ve. Gándara redujo a casi cero sus apariciones en política por conveniencia propia; ¿Dónde quedó la acendrada vocación de servicio que tanto presumía?, Larios pretende ser alcalde de Hermosillo y ni siquiera utiliza en su propaganda anticipada el color azul.

Zepeda se concentró en las actividades políticas de la secretaría general del CEN panista opinando a distancia sobre la marcha del PAN en la entidad y nada más. Así no se puede.
¿Qué les pasó? Les ganó la desconfianza, el individualismo y se esfumó la unidad que tanto cacaraqueaban en sus años de gloria.
Hubo mucha improvisación y aventurerismo en quienes vieron al PAN y al gobierno como una tabla de salvación para las crisis financieras y laborales de familias enteras. Promovieron el transfuguismo y la compra de liderazgos en los municipios, creyendo que reciclaban lealtades para el largo plazo, y no fue así. En cuanto perdieron el poder hubo muchos que se hicieron a un lado, y ahora buscan regresar a sus partidos de origen.
La excesiva corrupción detectada en el gobierno que se fue, sorprendió a más de cuatro que pintaron su raya con el panismo triunfalista, que afirmaba se quedarían —siguiendo los ejemplos de Baja California y Guanajuato— cuando menos tres sexenios más en Sonora.
Por eso el gobierno anterior perdió el apoyo del panismo histórico y tradicional que, asqueado, renunció a seguir apoyando a una generación política que nunca batalló ni luchó como ellos. Aquellos (los viejos) llevaron siempre la carga política, participando en elecciones que —casi nunca— ganaban, pero le abrían paso a su partido. En cambio, los nuevos de la generación 2009 solo cobraron los fletes. ¡Y en qué forma!
La crisis del PAN también es moral, derivada del recurrente ánimo social contrario a ese partido por el cúmulo de malos manejos detectados en las cuentas del gobierno panista, y por el alto número de funcionarios del gobierno procesados por la inescrupulosa y corrupta utilización en beneficio privado del erario público.
También, —y es sabido por todos—, los panistas que permanecen firmes no han encontrado la vía para atender —y enfrentar con eficacia— el problema mayor, que los ha desarmado como organización política ante la opinión pública: El encarcelamiento del exgobernador Guillermo Padrés, el primero de Sonora en pisar una cárcel en un siglo.
Padrés ha sido en la historia política de México el segundo gobernador del PAN encarcelado por acusaciones de corrupción, y su caso ha sido uno de los más escandalosos y perdurables, porque el mundo se le empezó a venir encima en los dos últimos años de su gobierno.
Cuando no eran los abundantes y costosos caballos pura sangre, era el no menos costoso represo del rancho de Arizpe. Cuando no eran las dudosas licitaciones de uniformes y los zapatos escolares, era la compra descarada de propiedades urbanas y rurales de sus funcionarios, que fueron del dominio público cada vez con mayor intensidad porque la mayoría se hicieron ¡en efectivo!

Cuando no eran las licitaciones de obra pública con el respectivo moche de comisión, eran los descuentos de la seguridad social a los trabajadores de instancias estatales que nunca se entregaban. Las irregularidades no han tardado en brotar a borbotones y tienen todavía a algunas instituciones en un predicamento, porque hasta ahora no hay dinero que les alcance para cubrir, por un lado sus obligaciones financieras de gasto corriente y, por el otro el pago de sus obligaciones de largo plazo, derivadas de las deudas heredadas de dinero que se descontó a los trabajadores y jamás se entregó a sus destinatarias.
Y, por último, es una crisis social y cultural la del panismo, porque no han generado ninguna idea novedosa en sus estilos de gobierno donde se han asentado. Ese partido, que alguna vez presumió pureza política y solidez de principios, acabó poblándose de personajes de diversos orígenes, que lo único que buscaban era enriquecerse y saciar a través del partido sus apetitos de poder y dinero. ¿Qué aportaron, además de la copiada idea del sector privado de los miércoles ciudadanos? Nada.
Unos lo lograron y se salvaron. Otros no han alcanzado a disfrutar de los robado y andan huyendo o están procesados. Abusaron socialmente del poder y no han tardado en pagar sus excesos.
Los panistas nunca han tenido un proyecto cultural, porque ha sido parte de su ADN el ser refractarios a la difusión de la cultura. ¿Por qué? Por sus orígenes conservadores y poco dados a la diversidad de ideas.
En sus experiencias de gobierno en aquellas regiones donde detentan el poder, no han mostrado ninguna diferencia con quienes los antecedieron y nunca han transformado sus recurrentes críticas en nuevos estilos de gestión o en una nueva oferta política. La corrupción también los ha atrapado.
Más allá del activismo de su liderazgo estatal, de la obra municipal de sus representantes y de la participación de sus legisladores, no se ve cómo pudiera recobrarse el partido con su principal activo político encarcelado y con tanta sombra de corrupción que todavía los tiene invadidos.
El PAN reviviría y volvería a tomar algo de fuerza en la medida que el PRI tomara malas decisiones respecto a las candidaturas, o que no hubiera aprendido las lecciones del pasado reciente en municipios con alta volatilidad del voto como Guaymas, Empalme, Puerto Peñasco, Hermosillo, Navojoa, Nogales y Agua Prieta. O que se dividiera, motivo las disputas internas por candidaturas en Cajeme y San Luis Río Colorado.
Sin embargo, ahí aparecerían también otras fuerzas que por ahora le están disputando al PAN la segunda fuerza política en el estado: Morena y Movimiento Ciudadano. Porque el PRD se encuentra peor que el PAN, casi muerto y fraccionado. Morena ha anunciado que postulará candidatos en los 72 municipios. Movimiento Ciudadano también. ¿De dónde? ¿Quizá del PRI o del resto del panismo desencantado e incrédulo?
Hay otros ingredientes: Hasta el momento, ninguno de las más fuertes aspirantes a la candidatura presidencial han logrado emocionar a los panistas de Sonora; ni Margarita ni Anaya ni Moreno Valle. Mucho menos el resto de desangelados aspirantes que acompañan a los punteros. No se ven promociones, concentraciones o expresiones de apoyo a favor de ninguno de ellos, tampoco la pasión política de antes.
La propaganda de Zavala, la de Moreno Valle y la de Anaya, luce incolora, intrascendente y no logra emocionar a nadie.
La crisis política actual del PAN en Sonora tiene salida en el mediano plazo; pero la crisis moral los va acompañar todavía por algunos años. Y en lo social y cultural, por ahora no se ve cómo.
Triste espectáculo para un partido cuyos dirigentes y gobernantes afirmaban hasta hace muy poco que se quedarían un buen rato con el gobierno de Sonora. La realidad los despertó del sueño… Y siguen ahí.
bulmarop@gmail.com