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El Profesor Keith

En sus más de sesenta años de trabajo ininterrumpido en el magisterio, fue un formador y un transformador de hombres y mujeres de provecho y útiles a la sociedad

 

Por Pedro Moroyoqui Durán

Hoy por la mañana leí con tristeza el comunicado de una de las múltiples asociaciones de egresados donde se informó el lamentable fallecimiento del profesor Francisco Roberto Keith Manzo.

Me tocó en suerte ser uno de sus seguramente cientos de alumnos del profesor, y si bien es cierto disto mucho de ser el más distinguido de sus estudiantes, el maestro Keith sí fue uno de mis maestros más distinguidos. Por ello escribo esta pequeña semblanza de su fructífera y productiva vida, apelando únicamente a los recuerdos que archivo en la memoria, con datos extraídos en las innumerables charlas y conversaciones que tuvimos en la escuela donde después fuimos colegas, por lo que de antemano pido disculpas si hay algún dato equivocado.

Como lo indica el comunicado, el profesor Keith nació en la ciudad de Hermosillo el 21 de septiembre de 1941 y falleció el 29 de noviembre de 2021, es decir tenía ochenta años cumplidos.

Quizá uno de los hechos que marcó su vida y templó su carácter desde niño, fue haber perdido a su padre a una edad muy temprana, dejando en la orfandad, además del profesor, a seis chiquillos sin ningún sostén económico, por lo cual tuvo que luchar codo con codo junto a su madre para sacar adelante a su familia, practicando los más diversos oficios desde niño y adolescente, como ser boletero en el antiguo teatro Noriega, entre muchos otros.

La necesidad y las penurias económicas lo hicieron entrar rápidamente en contacto con el magisterio, siendo aún adolescente, pues en aquellos años no se exigía la normal superior para ocupar la plaza de maestro. Egresado de la secundaria inició la carrera magisterial como maestro de primaria y posteriormente, ya casado y con familia, tuvo que tomar varios cursos de verano para terminar la normal en el vecino estado de Nayarit y cumplir con el requisito que exigía la Secretaría de Educación Pública.

Un poco más adelante recibió la invitación del legendario profesor Rubén Gutiérrez Carranza, maestro de secundaria del profesor Keith, para que colaborara con él en la antigua secundaria de la Universidad de Sonora, que más adelante pasó al sistema federal y se llamó Escuela Secundaria Federal Cuatro, hoy escuela Profesor Rubén Gutiérrez Carranza, donde impartió clases por más de treinta años, llegando a escalar varios puestos directivos en la misma.

A finales de los años setenta, en 1977 para ser precisos, el profesor Keith, en compañía de otros distinguidos maestros entre los que destacan el propio profesor Gutiérrez (+), don Manuel López Noriega (+), el maestro Bartolo León, el maestro Jesús Gálvez y otros que escapan a mi memoria, fundaron el Instituto de Ciencias y Educación Superior, una institución de estudios superiores que arrancó sus operaciones con una escuela preparatoria, y en la cual el maestro Keith impartió clases desde el año de su fundación en 1977 hasta el mes de junio de 2017, es decir cuarenta años ininterrumpidos.

En los años que trabajamos juntos, pude constatar de cerca la enorme calidad humana del profesor Keith. Baste mencionar que algunos alumnos de preparatoria, con la desfachatez propia que caracteriza a esa edad, le pedían en préstamo algunas monedas —que por supuesto nunca pagaban—, para adquirir un refresco o algún otro producto de la cooperativa escolar, y el profesor jamás se negó a ello.

Excelente y ameno conversador, como decano del instituto era muy susceptible a bromas acerca de su edad, como cuando recibió de regalo en un intercambio un fósil petrificado, pues era gran aficionado a la astronomía y a la arqueología, inmediatamente le recordé al profesor que era más antiguo que la piedra, y nada más soltó una carcajada y reafirmó lo dicho.

El profesor Keith casó con la maestra Alicia Gálvez López, con quien formó su familia y fue su compañera de toda la vida, ella partió de este mundo poco antes que él.

A lo largo de sus más de sesenta años de trabajo ininterrumpido en el magisterio, al profesor Keith nada logró apartarlo de lo que más le apasionaba en la vida, ni la jubilación, ni la edad, ni la diabetes que padecía desde hacía muchos años, ni las enfermedades y achaques propios de la vejez, día tras día acudía muy temprano a impartir sus cátedras. Más que impartir conocimientos, fue más allá de lo que marca el deber, una rara avis, es decir un formador y un transformador de hombres y mujeres de provecho y útiles a la sociedad.

En su larga permanencia en el magisterio, más de tres generaciones de estudiantes recibimos clases del profesor Keith, abuelos, hijos y nietos. Mi sobrino, uno de sus estudiantes más jóvenes, lo describe perfectamente: El maestro Keith fue un hombre que consagró su vida entera a la enseñanza.

Muchas gracias por todo, hasta siempre maestro Keith, realmente lo vamos a extrañar.