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El silencio de La Pintada

Durante diez años el INAH ha trabajado en esta zona arqueológica, luego de que las pinturas rupestres fueron dañadas con “grafiti”; hoy se conserva restaurado, limpio, pero cerrado  

Por Gabriel Rigo Gutiérrez

El majestuoso cañón se abría paso en medio de la Sierra Libre. El azul intenso del cielo se recortaba con la piedra colorada del llamado “Cerro Prieto”. Ahí, en medio del desierto sonorense, a 60 kilómetros al sur de Hermosillo, y tras sortear caminos de terracería, vados y rancherías, está encapsulado el microsistema de “La Pintada”.

Para llegar al lugar se tiene que pasar seis kilómetros de terracería entre ranchos y vados.

El viento fresco soplaba alborotando el verdor de los árboles. Las aves, como despertando de la siesta, se revolvían en las alturas mientras saludaban con un firme graznido. Después, un silencio total.

Paso a paso, mientras el visitante sube escalones de concreto fijados al cerro —datan de más de veinte años—, el lugar va revelando sus secretos.

Al final del sendero, no queda más que escalar cuidadosamente entre piedras, evitando las espinosas hechitas (pequeños maguey), los pequeños cactus viejito, así como los ejemplares de palo verde y torote.

Una vez en la parte alta del cañón, salta a la vista la mítica pintura rupestre: una imponente ave con alas extendidas tallado con trazos rojizos en una piedra a más de 20 metros de altura del suelo. Un lugar donde pareciera imposible llegar.

Tras mantener la vista fija unos segundos en la referida pintura, se van descubriendo otras siluetas a lado. Figuras abstractas, otras de animales, trazos con un sentido geométrico.

El visitante comienza a conectarse con sus raíces más ancestrales.

Testimonio ancestral

Hay cientos de diseños de pinturas rupestres a lo largo de las paredes del cañón.

Son tres los elementos arqueólogos para el estudio en esta zona, según los investigadores: el primero se encuentra en la planicie, donde se establecían los campamentos —seris y pimas lo utilizaron como refugio de persecuciones, alrededor del Siglo XVIII—; el otro es la boca o la entrada del cañón, donde hay pequeñas oquedades en las rocas, para el procesamiento de semillas silvestres; el tercero es el cañón, donde se encuentran las manifestaciones rupestres.

Sobre este último aspecto, no se precisa cuándo y quiénes los gráficos, de acuerdo a estudios del investigador Miguel Messmacher —1961, tesis de maestría “Las Pinturas Rupestres de la Pintada, Sonora. Un enfoque Metodológico”—, se enlistan los siguientes hallazgos pictóricos:

Son 204 diseños de formas humanas, dentro de las cuales 146 son de manos en positivo; 54 figuras humanas, 9 de ellas sobre un animal; 72 formas animales destacando: 12 ciervos sin astas, 11 animales de carga, 10 animales en

Entre las cuevas se pueden observar diseños abstractos.

posición vertical, 9 montados por figuras humanas, 7 bóvidos, 4 liebres, 3 aves con alas extendidas, 2 vistas de perfil, 6 ciervos con astas y 1 perro o zorro. Entre las formas cuadrangulares existen 48 diseños, a saber: 72 son ovales, circulares o curvos, 60 son triangulares o angulares y 43 diseños están compuestos por líneas rectas o puntos.

Lo que Messmacher seguramente no logró anotar en su tesis para la Escuela Nacional de Antropología e Historia, es el asombro de quien atónito se coloca frente a estas pinturas, solo escuchando el silbido del viento.

Conservación y respeto

Al fondo del cañón se encuentran las tinajas, reservorios naturales de agua que en ese momento con bajo nivel, derivado de la falta de lluvia en la temporada.Pero aun así, en el estanque bien pueden abrevar la fauna del lugar como los coyotes, venado bura, liebres.

En esta imagen de archivo se observan daños con grafiti y pintura en la zona. Expertos trabajaron y hoy lucen restaurados.

Toda la zona conserva impecable limpieza e incluso desde que el Instituto Nacional de Antropología e Historia se hizo cargo a través del proyecto de rescate restringieron el acceso y se han trazado senderos empedrados.

En la entrada al sitio arqueológico apenas el año pasado se construyó un pequeña estación turística, equipada con sistema de energía solar, pues hasta ahí no llegan ni líneas de energía ni de agua. Estaba completamente cerrada.

El 2017 se cumplieron diez años desde que el INAH comenzó con el proyecto de rescate de “La Pintada”, motivados principalmente porque las pinturas rupestres habían sufrido daños con grafiti. Uno de los objetivos, en todos estos años ha sido retirar las capas de ese esmalte, lo cual poco a poco han logrado con ayuda de diversos grupos de voluntarios, guiados por expertos en la materia.

En México hay 189 zonas arqueológicas abiertas al público, según el catálogo del INAH, en Sonora solo considera a “Trincheras” como el único sitio.

La Pintada a pesar del tiempo y recursos inyectados, sigue siendo una joya bien resguardada en el corazón del desierto, callando su importancia histórica, en medio del burocratismo y falta de voluntad.

El año pasado se construyó esta estación turística, aunque no cuenta con servicios de energía ni agua.