Elecciones empañadas por violencia en México
Las elecciones locales son a menudo las más letales en México. Y eso no ha cambiado este año.
Cuando faltan pocos días para las votaciones del domingo en 14 estados, al menos ocho políticos o familiares suyos han sido asesinados. Y otros han sido secuestrados o blancos de atentados, según informes.
Las causas de la mayoría de los ataques no han sido determinadas, aunque hay quienes creen que los narcotraficantes están tratando de afianzar su poder. De lo que no hay duda es que hay personas que están siendo atacadas por postularse a cargos públicos en legislaturas estatales o municipalidades de localidades donde manda el crimen organizado.
El presidente Enrique Peña Nieto habla de un país donde la violencia disminuye y la economía mejora. Pero las matanzas revelan que muchos de los antiguos problemas persisten.
«Me parece que la violencia aumentó un poco este año, aunque no tenemos estadísticas confiables», comentó Jeffrey Weldon, profesor de ciencias políticas en el Instituto Autónomo de Tecnología de México. «La violencia afecta la democracia, le hace daño, si nadie puede postularse por su partido sin correr riesgos».
Los episodios de violencia parecen haber escalado la semana pasada y dirigentes de todo el espectro político han sido blanco de ataques en los días previos a los comicios para elegir 931 alcaldes, 441 diputados estatales y un gobernador.
Ricardo Reyes Zamudio, candidato a alcalde del Movimiento Ciudadano, de izquierda, en la pequeña localidad rural de San Dimas, en el estado central de Durango, fue asesinado a tiros el lunes por la tarde.
Carlos Triana García, del Partido Acción Nacional, conservador, se despertó a las cuatro de la mañana el lunes al sonido de disparos en su casa de Tlalixcoyan, en Veracruz, donde es candidato a alcalde. Nadie resultó herido, pero en el lugar se encontraron 11 cartuchos de bala.
El líder nacional del PAN Gustavo Madero dijo que un candidato a concejal en Boca del Río, Veracruz, Alberto Valenzuela, fue secuestrado por varias horas el martes. La policía reportó que lo encontró en su casa y no confirmó el secuestro.
El sábado, Rosalia Palma López, candidata a la legislatura por una coalición liderada por el Partido Revolucionario Institucional de Peña Nieto, fue blanco de una emboscada cuando viajaba con varios colaboradores en una camioneta en el estado de Oaxaca. Los atacantes dispararon desde otro vehículo y mataron al esposo de Palma, Efraín Cruz Bruno, y a su asistente y sobrina Thalia Cruz. Palma sufrió varias heridas de bala, según los fiscales, y sigue hospitalizada.
El ataque se produjo dos días después de que Nicolás Estrada Merino, líder estatal del Partido Revolucionario Democrático, de izquierda, fuese encontrado muerto en unos campos de caña de azúcar en Tuxtepec, con tres tiros en la cabeza. Había desaparecido hacía dos semanas.
Las autoridades de ese estado del sudoeste dijeron que las dos acciones parecen haber sido vendettas personales, no políticas, aunque es común que se mencionen otros motivos para no ahuyentar a los votantes.
El sábado pasado, por otro lado, apareció el cadáver de Antonio Loaiza Zamora, de 19 años, en una calle de tierra de Culiacán, estado de Sinaloa. Loaiza, quien estaba esposado y había sido baleado, era el hijo de Antonio Loaiza, coordinador en San Ignacio de la campaña de la coalición que incluye al partido de gobierno, conocido por sus siglas PRI, y sobrino del candidato a alcalde.
Varios candidatos del PRD se retiraron por temor en Durango, según el presidente del partido a nivel nacional Jesús Zambrano. Otros se retiraron en Sinaloa la semana pasada, luego de que Eleazar Armenta, de 26 años y quien se postulaba a concejal alternativo en Sinaloa de Leyva, apareciese muerto.
La mayoría de los asesinatos se produjeron en zonas rurales muy golpeadas por la violencia del narcotráfico. Es sabido que los carteles interfieren a menudo con las campañas para tratar de que resulten elegidas figuras afines. Oaxaca, donde se produjeron dos de los ataques, es el estado con más municipios y de gran diversidad étnica, lingüística y religiosa, y con grandes contrastes económicos, lo que durante décadas ha provocado disputas étnicas y por tierras, que a menudo se dirimen con violencia.
En décadas pasadas, la violencia política era atribuida más que nada al PRI, que apeló a tácticas duras para mantenerse en el poder por 71 años. Tanto Zambrano como Madero, del PAN, acusaron al PRI por los episodios de violencia recientes.
El PRI, sin embargo, perdió la presidencia en el 2000 y, si bien recuperó el poder el año pasado, sus candidatos también están siendo atacados.
Además de Loaiza y Palma, el candidato del PRI a alcalde de Lerdo, Durango, fue secuestrado y asesinado en febrero. En junio fue encontrado muerto Jaime Orozco, candidato del PRI a alcalde de Guadalupe y Calvo, en el estado de Chihuajua.
«Todos los partidos están contribuyendo a la violencia porque ha subido el tono y el discurso ha pasado a nivel secundario», expresó Carlos Ronzón Verónica, experto en ciencias políticas de Veracruz, donde la casa de otro candidato a alcalde fue rociada de balas lunes.
Los ataques restan peso a la afirmación del gobierno de Peña Nieto de que el país dio vuelta a la página y ya no hay tanta violencia. Antes de las elecciones presidenciales del año pasado muchos dijeron que el PRI podría reducir las matanzas apelando a la vieja táctica de encontrar la forma de coexistir con los grupos delictivos.
«Todo el mundo cree que el PRI va a restaurar el orden en México», expresó David Shirk, director del Trans-Border Institute de la Universidad de San Diego. «Pero aquí tenemos candidatos de partidos o miembros de sus campañas que están siendo asesinados. No pueden prevenir la violencia a pesar de su supuesta capacidad para mediar la paz entre los actores ilícitos».
AP