Fausto: de la Leyenda a la Historia
Por Redacción
Como un homenaje a la gran trayectoria y vida del locutor Fausto Soto Silva (1934-2009), fue develado un busto a la entrada del “Estadio Sonora”.
La puerta seis de la casa de Los Naranjeros lucía a reventar. Los asistentes disfrutaban de la nublada tarde con los agradables compases de la orquesta del “Chino” Medina.
Las fuertes palmadas de los saludos retumbaban. Antiguos oyentes y protagonistas de la XEDM “La grande de Sonora” se reencontraban después de años. Funcionarios acudían (aunque un tanto recelosos de acaparar reflectores). Fausto lo sigue haciendo, su liderazgo convoca.
La memoria luego echa a rodar sus engranajes cuando alguien narra una anécdota del que fuera Premio Antena en 2003.

Recuerdan las primeras intervenciones de Fausto para la XWFQ de Cananea. Entonces, el joven recién llegado de Churunibabi, les llevaba a hurtadillas una “pachita” a los operadores para que lo dejaran abrir micrófonos.
Fue en 1957 cuando viajó a Hermosillo para probar suerte como cronista del equipo de beisbol “Queliteros” en la XEDM. Tan bien estuvo esa incursión que la siguiente temporada repitió sus crónicas pero con los ahora “Naranjeros”. Su ciclo se cerró después de 28 temporadas cuando cedió la silla en el estadio Héctor Espino.
“Las anécdotas de Fausto parecen interminables y hasta se podrían llenar libros de ellas”, apunta Ricardo Acedo Samaniego, líder nacional del STIRT y prácticamente un hermano de corazón de Don Fausto.
Y es que entre los cientos de asistentes al evento, siempre va saltando uno tras otro historia de tal o cual entrevista o intervención del auditorio.
Más de 50 años al frente de los micrófonos, ya sea como cronista o en noticieros, donde fue pionero de la radio con llamadas al aire.
Es precisamente ese contacto directo con el auditorio “de micrófonos abiertos”, lo cual generó una pluralidad en el espacio, como lo recuerda Olga Armida Grijalva. En esto mismo tenor coincide Siria Lostunou, “lo que quisieras decir ahí lo expresabas”.

Como una tarde de tertulia que se extiende, así la noche alcanzó a las afueras del Estadio. La gente seguía inmóvil esperando el momento: la develación de la obra creada por el escultor Mario Balderrama.
Al pie del monumento, sus hijos: Fausto, Julio e Iveth. La señora Dorita, esposa y compañera de toda la vida de Fausto muestra un semblante de felicidad; cada tanto se lleva su mano al rostro, quizá para secar algún alegre recuerdo que escapa en forma de lágrima.
Dorita y Don Ricardo tiran de la tela roja que cubría el busto. Y ahí aparece un Fausto de lentes muy sonriente, el cual de inmediato es arropado de aplausos. En la mente de los asistentes da vuelta aquella frase que con su ronca voz acuñó por años como agradecimiento al cierre de su programa: “les deseo lo mejor de la vida: la vida misma”.