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Hacia una industria cinegética sustentable

Por Imanol Caneyada/

El arraigo cultural de la caza en Sonora es grande; sin embargo, la gente tiene que entender que la naturaleza tiene un valor por sí misma, su valor no reside en lo que le arrebatamos, advierte Leonardo Verdugo, especialista en manejo ambiental

La caza, además de ser una práctica profundamente arraigada en la cultura sonorense, en los últimos años se ha convertido en una actividad que asegura altísimos ingresos a ejidatarios y rancheros, a todos aquellos que poseen un predio en donde viven las especies muy codiciadas por cazadores de todas partes del mundo: venado, borrego, venado bura, jabalí, pato, ganso, etcétera.

Pero la caza cada vez más es repudiada por más gente por tratarse de una actividad en la que, por deporte, infligimos dolor a seres vivos sensibles cuya supervivencia, en muchos casos, está seriamente amenazada.

Leonardo Verdugo, licenciado en ecología y maestro en ciencias con especialidad en manejo ambiental.
Leonardo Verdugo, licenciado en ecología y maestro en ciencias con especialidad en manejo ambiental.

Leonardo Verdugo, licenciado en ecología y maestro en ciencias con especialidad en manejo ambiental, pertenece a este grupo de personas y moralmente condena la cacería. “En lugar de disparar, bien podrían sacar una foto”, dice; sin embargo, según su larga experiencia de trabajo en áreas protegidas, la industria cinegética, bien regulada y controlada, puede incluso a la larga tener un impacto ecológico beneficioso.

Hay dueños de predios en donde se practica la caza, explica, que por el beneficio económico que les trae una buena pieza cobrada, con el tiempo terminan entendiendo que deben cuidar el hábitat y mantener el equilibrio ecológico para la prosperidad de negocio, de forma que dejan de ver a los animales silevestres que viven en él como enemigos y los cuidan y protegen.

Lo anterior, para el experto, independientemente de que estemos o no de acuerdo con esta actividad tan lucrativa para cientos de hogares sonorenses, es el único camino viable: una industria cinegética sustentable.

El problema, aclara, es que en Sonora y en México, la actividad cinegética no está del todo controlada; existe un marco legal tanto a nivel federal como estatal, pero no hay suficientes recursos ni materiales ni humanos para asegurar su total aplicación.

La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) carece de suficiente personal y presupuesto como para poder atender y dar seguimiento a todas las denuncias por violaciones a las leyes ambientales.

En el caso de la industria cinegética, la principal herramienta son las UMAS (Unidades de Manejo para la Conservación del Medio Ambiente), explica el especialista.

Todo aquel que posea un predio en el que vaya a haber actividad cinegética, previamente tiene que tramitar una UMA, es decir, una autorización expresa por parte de la Semarnat.

Estas autorizaciones se renuevan anualmente y su obtención y conservación depende del estudio y la información que el propietario del predio entrega a la institución, lo que se conoce como Plan de Manejo.

El Plan de Manejo lo elabora el responsable técnico de la UMA, y en él se describen los objetivos de la misma, garantizando con su programa de trabajo la conservación de los ecosistemas y la viabilidad de las poblaciones de todas las especies existentes en ella, ya que en él se describen los proyectos a desarrollar dentro de la Unidad, los datos principales del sitio, las especies y la manera en que se piensan aprovechar los recursos disponibles, sin agotarlos ni poner en riesgo la sobrevivencia de la especie y su hábitat.

Sin ello, subraya Leonardo Verdugo, la actividad cinegética se torna ilegal y sujeta a las panas que marca la ley.

La Profepa actúa sobre denuncia; el problema, explica el ecólogo, es que, por la naturaleza del delito, muchas veces, cuando los inspectores llegan al lugar ya no están los responsables.

A esto hay que añadir que existe una muy escasa cultura de la denuncia y en la sociedad sonorense prevalece la aceptación de la caza como un hecho normal, no como un delito.

Además, los rancheros y propietarios de predios se protegen entre ellos y no se delatan: hoy por ti, mañana por mí; sin contar el hecho de que hay áreas en el estado controladas por el crimen organizado en donde la Profepa poco puede hacer, confiesa el entrevistado.

La caza furtiva principalmente es ejercida por rancheros que matan especies amenazadas o en peligro de extinción, con el argumento de que atacan al ganado.

Según Leonardo Verdugo, lobos, coyotes, felinos son cazados por los rancheros porque matan a sus becerros; la única forma de ponerle freno a esto es mediante la educación y la sensibilización de los rancheros que ven en estas especies a sus enemigas.

Tienen que entender, dice el especialista, que el hecho de que sean propietarios de un predio no les hace dueños del ecosistema existente en él ni tienen el derecho de romper con el equilibrio del mismo.

Si tomas algo de la naturaleza, lo tienes que devolver; para Leonardo Verdugo esta idea es fundamental si queremos lograr convivir con nuestro medio en lugar de destruirlo.

En ese sentido sí ha habido avances en el estado y existen rancheros y propietarios de predios que cada vez más comprenden y aceptan esta idea; de tal suerte que han modificado su forma de pensar y han adquirido un compromiso para proteger el ambiente, en el entendido que la naturaleza es en sí misma valiosa, su valor no reside en lo que me pueda dar o pueda arrebatarle.