Huellas de la derrota, lo que afectó a Kamala Harris

Por Manuel Gutiérrez
Dentro de una campaña liberal, modernista, con acento en la promoción del aborto universal, Kamala Harris, y sus estrategas hicieron el supuesto de que las mujeres de los Estados Unidos se morían por lograr ese derecho, —igual se mueren si lo logran— y si, alguien se muere un bebé.
Una pifia monumental, porque pese a la modernidad a la emigración de otras culturas, finalmente el concepto de cultura de la vida, está arraigado en todas las comunidades, sean latinas, asiáticas, o provenientes del mundo árabe.
Incluso en los mismos Estados Unidos, existe un grado alto de conservadurismo. Kamala desafió esa postura, el resultado fue que los votos se volcaron para su rival.
El concepto es simple: La idea de abortar para ganar una presidencia, debe meditarse dos o trescientas veces, antes de proponerla porque definitivamente va a estrellarse contra los fundamentos morales del propio país.
Si hay seguidoras convencidas de ese programa de cultura de la muerta con a, sin duda, pero no son las suficientes para ganar una elección masiva, con la participación de electores que mayoritariamente exceden a los intelectuales, a los teóricos universitarios, a los influencers, y a la farándula de Hollywood, escalones arriba en cuanto a su nicho.
Su concepción del mundo de los seguidores de Trump es simple: Algo de rap, algo de country, deportes, y conceptos de tradición y relación de dominio patriarcal o matriarcal, sobre la familia. No están para debates sofisticados, y para temas que asustan con el sólo hecho de abordarlos, porque representan una confrontación con el establishement, aunque este sea promotor institucional de las prácticas anticonceptivas, o abortivas.
Ciertamente Taylor Swift, la cantante de pop multimillonaria, puede simpatizar mucho con Kamala, pero finalmente es un solo voto. Como puede darse el caso de apoyar financieramente la campana mediante lícitas donaciones, lo que opera mucha en los Estados Unidos. Pero Elon Musk hizo más por la campana, más activismo y comparecencia.
Además va contra el negocio que Taylor se meta entre las breñas, entre las rocas ásperas y filosas que rodean al tema, a nivel mundial se raspa su imagen si se identifica con posturas de muerte pre-natal o ideas de izquierda liberal.
Segundo gran error: La economía, Kamala pugnó por el liberalismo, y finalmente fue arrastrada a hacer defensas del capitalismo, pero su visión es de intervención del estado, es decir una idea del estilo de Roosvelt, con su nuevo trato.
Es decir, una política estatizante, con ciertas restricciones a los corporativos, y dudas de conciencia que su rival no tiene.
El planteó que es lícito ganar dólares y cuantos más puedas mejor, sin objeciones. Trump se come su hamburguesa McRonald, sin titubeos, delante de famélicos que puedan verlo detrás de la ventana. La causa, siente que su ingreso se genera en su trabajo, en su esfuerzo, y que su parte de caridad está cumplida en cuanto a hacerla por medios institucionales serios y organizados, no para la mendicidad al menudeo que tanto abunda en las metrópolis modernas, generada por víctimas de la vida, de la droga, de la desintegración familiar, o simplemente porque es un modelo que se escogió para vivir.

Los vagabundos de verdad, dicen que son dueños de las ciudades, de todo, y que de alguna manera les construyeron todo para su disfrute, su transporte en trenes vía gratuita, o de alguna manera con el dedito de raid en cierta forma son reyes del mundo, sin trabajar y sin horario.
Sea cual fuera el tema, Kamala no fue a fondo en el tema económico y ofreció una visión demócrata muy similar a la de Biden, que no generó crecimientos, no detuvo la inflación, y en muchos episodios, se le congelaron las curvas de empleo.
Ella representaba al número dos de ese sistema. Si bien fue capaz de ganar los debates, porque Trump, fue zafio hasta el extremo pero se mantuvo en el nicho que aman sus seguidores, de promesas infundadas, acusaciones extremas, posturas polarizantes, como un gran populista.
Kamala ni siquiera supo vender la guerra de Ucrania o la incondicional ayuda a Israel.
Pese al apoyo del cine y del pop estadounidense, no planteo la verdad requerida en el caso de Ucrania. O se le ayuda, o tarde o temprano, Rusia, China, o algún otros emiten un desafío mundial, que requerirá sacrificio norteamericano.
La postura de Trump, si bien fue equivoca en el sentido de dejar la OTAN, con Ucrania a su suerte, no incomoda a los vecinos norteños, porque parece una guerra al otro lado del mundo, no relativa a ellos.
Kamala fracasó en no dejarse ver como una líder resuelta, prometió alianzas y solidaridad, pero no el paso definitivo a resolver en el campo de batalla la confrontación ambos prometieron permiso y apoyo a Israel para haga lo que guste.
Trump, ahora tiene como supuesto amigo a Putin, y a Kim Jing, de China en menor grado. Pero la guerra comercial con China y la supervivencia americana pasan por Taiwán.
Es decir, el mundo digital se paraliza sin chips, presentes en todo lo moderno y Formosa o Taiwán, son los proveedores mundiales más importantes y avanzados del mundo. Si China pretende tocarlos, no puede estar al margen los Estados Unidos, a no ser que se “enroque” cediendo el campo, la iniciativa y el nuevo poder a sus competidores. Eso supondría renunciar al protagonismo que ya tiene más de un siglo.
Por el estilo de Trump, se supone que no puede aceptar esto. Kamala en tanto dio continuidad a las promesas de Biden, pero no fue más adelante que su jefe anterior.
Es decir, una guerra con alianza a medias para Ucrania, con objetivos limitados, más dada a la negociación, que a resolverla de una forma definitiva, por resultados militares.
Esto le hizo falta a la líder demócrata que planteó cumbias, raps, llevo a los Tigres del Norte, pero lo musical no cambio su suerte electoral.
No olvidemos que AMLO dispuso que células en los Estados Unidos de Morena, simpatizaran con la pasada campaña en que perdió Trump por ahora no se sabe si operó igual por ello Biden nunca lo vio con buenos ojos luego de su tardía felicitación… un mes después.
El triunfo rotundo trumpiano anuló el escándalo, las tomas de edificios públicos, y o de la Casa Blanca. Las huestes vikingas se quedaron con las ganas de quemar, romper, saquear o disparar. Por si acaso prepararon la narrativa del fraude electoral, pero ante esa alternativa, Kamala tampoco fue puntual en denunciar a su rival, como el potencial peligro para el orden estadounidense, nunca se entendió así para el votante promedio.
Un candidato bueno era Kamala para otro candidato civilizado, no para un bárbaro al estilo de Trump. La idea que fuera mujer, fue muy buena a nivel mundial, pero no cuadró al votante del norte que prefirió un patán peleonero y bravucón, que define y promete, todo lo que te gustaría que ocurriera, para poner en alto la bandera de los Estados Unidos sobre todas las demás.
Ahí le faltó a Kamala. Es fácil historiador que profeta. Pero estos puntos los ofuscaron su manera de pensar universitaria, su formación, y el estilo de clase alta estadounidense, si es efectiva, pero suave.
El trato de firmeza, tardó demasiado, ante un Biden que se desmoronó por sus problemas geriátricos en el debate, como relevista, Kamala entró bien, hizo lo suyo, pero nunca probó sangre, no fue más lejos verbalmente que lo hizo Trump, si lo rebatió pero ante el segmento pensante, analítico, que ha dejado de ser referencia, para el pueblo para votar. Hoy el pueblo vota como quiere. Y los derrotados tienen que aceptar la ocurrencia de las mayorías, por los próximos cuatro años.
Otro error: La designación de Tim Waltz, un izquierdista y proabortista recalcitrante, bajo la premisa que le daría votos en su estado natal Minessota, así como un gran margen de negociación victoriosa. En la práctica, esa presentación reafirmó las posturas de los trumpistas al ver emergen en esa preminencia a otro izquierdista al amparo de Kamala.
Olvidaron que el medio es el mensaje, y al igual que pasó con Xóchitl, en México, que hizo un gran esfuerzo, pero nunca pudo ser más que la imagen de la clase media que si le respondió, pero no los otros estratos, más altos o bajos, porque no conectó con ellos. Ese segmento sigue creyendo en populismo, en Sheinbaum, y más que en ella, en López desde las sombras.
Kamala era la fiscal, la chica bien portada, de color y de un mensaje revolucionario a medias, frente a un rollo directo de la gente de extrema derecha de Trump. Prometer crecimiento, empleos a base de impedir la migración, es una fórmula egoísta, pero segura para mantener votos de los que sienten que ya llegaron al bienestar americano y que no deben llegar más a ponerlos más baratos en sus sueldos o en peligro.
Ellos quieren que se cierre la puerta a la migración. Kamala lo prometió y tal en eso sea más radical que el mismo Trump, pero no supo decirlo igual. “Te dare golpes contundentes en tu humanidad corporal, se dice de la manera de Trump: “Te voy a partir hasta tu madre” y suena más convicente, con todo que Kamala pueda pegar más fuerte.
Algo pasa porque en Austria ganó la extrema derecha, en Alemania repunta en Sajonia la extrema derecha, con un discurso similar pero propio, a lo que vendió Trump y tienen a Italia.
A este paso Eduardo Verástegui, gran amigo de Trump, podrá ver despegar su plataforma y ser una opción en México, con populismo de derecha indispensable. Las causas abortistas, LGTB, y muchas posturas de izquierda, acaban de sufrir un colapso mundial, en tanto los poderes mundiales, tratarán de enderezar el control de lo que parecía un libreto hecho todo lo geopolítico se alteró para mal o para bien.
No alcanzó la magia de Hollywood, ni los líderes DragQueen, a promover un voto que se alejó porque era distante a la realidad de los Estados Unidos.
El medio oeste, el este sureño, querían un discurso radical, Trump se lo dio. Kamala intentó tardíamente ofertar lo que debió ser su punto de partida: Una corrida hacia el centro-derecha, con estridencias de tipo Trump, para robarle de su alforja los votos que conservó hasta la victoria.
Quizá debieron buscar a Kevin Costner, por mencionar un prototipo ideal y vendible, en fin esto es historia hecha. Se hizo y se dijo y ya se votó, pese a lo malo que pueda ser, por ello los intelectos, se indigestan con la democracia, porque tienen que tragarse los sapos que aclamó la gran mayoría y tal vez los aristócratas, no eran tan nocivos como los populistas, ni tan estridentes con su poder, ni supremacistas, que es su último escalón.